“Queremos que nos diga por qué lo hizo”, hermana de Adriana Pinzón
La psicóloga desapareció el jueves 9 de junio y su cadáver fue hallado en la mañana del sábado. La sospecha recae sobre su cuñado Jonathan Torres, quien fue el último en ingresar a su vivienda en Zipaquirá (Cundinamarca). Él fue señalado por la Fiscalía de desaparición forzada y homicidio agravado. A pesar de todo, él no ha contado qué pasó ese día.
Las dos primeras noches, tras confirmarse la desaparición de Adriana Pinzón Castellanos, su cuñado Jonathan Torres no se quedó en casa. Le aseguró a su familia que iba a buscarla, porque había recibido información sobre su posible paradero y, junto con unos amigos de la Policía, iría a confirmar la veracidad de las pistas. Hoy, 18 días después, Sandra y Pilar (hermanas de Adriana), en medio del duelo tras la noticia del hallazgo de su cuerpo, no saben si la supuesta búsqueda fue real o, si tal vez, él aprovechó para ganar tiempo y ocultar pruebas que lo incriminaran.
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Las dos primeras noches, tras confirmarse la desaparición de Adriana Pinzón Castellanos, su cuñado Jonathan Torres no se quedó en casa. Le aseguró a su familia que iba a buscarla, porque había recibido información sobre su posible paradero y, junto con unos amigos de la Policía, iría a confirmar la veracidad de las pistas. Hoy, 18 días después, Sandra y Pilar (hermanas de Adriana), en medio del duelo tras la noticia del hallazgo de su cuerpo, no saben si la supuesta búsqueda fue real o, si tal vez, él aprovechó para ganar tiempo y ocultar pruebas que lo incriminaran.
Torres, el esposo de Pilar (hermana menor de Adriana), según la Fiscalía, es el principal sospechoso de la desaparición y muerte de Adriana. Hoy está bajo custodia de las autoridades, con medida de aseguramiento en centro carcelario, tras ser imputado por los delitos de desaparición forzada y homicidio agravado. En conversaciones con su cónyuge, él asegura ser inocente, pero las pruebas no parecen validar su afirmación.
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Desde el jueves 9 de junio por la tarde, se desconocía el paradero de Adriana y el motivo por los que alguien hubiera querido atentar contra su vida. A pesar de que su familia guardaba la esperanza de encontrarla con vida, en la mañana de este sábado las autoridades confirmaron el hallazgo de un cuerpo, que sería el de la psicóloga. El cadáver, encontrado en una vereda de Zipaquirá, estaba en una bolsa negra, similar a la que Torres cargó la noche de la desaparición, acción que quedó registrada en un video de cámara de seguridad del conjunto donde ella vivía.
“Una de las tantas respuestas que buscamos y lo que queremos saber es por qué una persona que se volvió parte de la familia y que fue tan allegado a nosotros hubiera sido capaz de atentar contra mi hermana. Todos esperamos que esa incógnita nos la resuelva él, que nos diga por qué lo hizo. Obviamente, por los videos que conocemos, las posibilidades de que estuviera con vida no eran altas. En eso éramos realistas. Sin embargo, como familia y, sobre todo yo, porque es mi hermana, esperaba encontrarla con vida”, dice Sandra, la hermana mayor de Adriana.
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Una relación de confianza
Hace cinco años, Pilar Pinzón y Jonathan Torres se conocieron cuando trabajaban en una clínica veterinaria, en el municipio de Chía. Lo que fue una relación laboral trascendió a una calurosa relación sentimental que, en cuestión de días, contagió a toda la familia. Con el tiempo se estableció un hogar y, como el papá de las hermanas Pinzón es viudo, los tres decidieron vivir juntos para hacerse compañía.
De Torres hay gratos recuerdos, dicen en la familia. Un hombre colaborador, dispuesto y propositivo. Esa era la imagen que tenían de él, hasta este mes. “Llegó para ser parte de la familia. Como mi papá no tuvo hijos hombres, se volvió como uno. A mi papá le gusta mucho la pesca y él lo acompañaba. Había días en los que yo necesitaba que llevaran a mi hijo al colegio y él me hacía el favor. Era una buena relación con todos en la familia”, recuerda Sandra.
Tras conformar el hogar e independizarse del lugar en donde trabajaban, Pilar y Jonathan inauguraron su propia veterinaria, ubicada en Chía, en el sector de San Jorge. El trabajo les permitió conseguir varios clientes en el sector y en los conjuntos en donde vivía cada una de las hermanas Pinzón, por lo que verlo en algunas de las casas de ellas era normal. “Como Jonathan iba a recoger perritos en nuestros conjuntos, entonces pasaba, se tomaba un tinto y luego se iba. Era algo natural. Algo que se da en cualquier familia”, dice Sandra.
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Una escena similar ocurrió en la tarde del jueves 9 de junio (día de la desaparición), cuando él llegó a la casa de Adriana. Hasta ese momento se logró confirmar que ella seguía con vida, porque su voz se escuchó vía telefónica. “Después de todo lo que ha pasado y lo que hemos sabido, mi hermana Pilar nos cuenta que ese día Jonathan la llamó, hablaron algunas cosas y él le contó que estaba en la casa de Adriana. Le dijo algo así como: ‘Estoy donde tu hermana, pero no me quiere dar tinto’. Al fondo, afirma Pilar, escuchó a Adriana decir, en tono jocoso: ‘Ahí está la cocina, hágase el tinto’”, cuenta Sandra.
La última vez que toda la familia vio a Adriana con vida fue el domingo 5 de junio, cuatro días antes de la desaparición. Hasta ese momento, ella estaba muy bien, dicen sus allegados, y nada parecía aquejarla, por lo que perder el contacto fue bastante sospechoso y una situación que nunca ocurría. “Por temas laborales, cuando uno le marcaba, ella no contestaba, pero devolvía la llamada al rato o en la noche. El jueves le marcamos, pero no contestó. El viernes 10 de junio en la mañana, mi hermana Pilar y mi papá fueron al apartamento, porque era muy raro que no apareciera”, recapitula.
Al llegar al apartamento, la familia de Adriana encontró el lugar algo desordenado, aspecto que llamó la atención, porque ella era “muy metódica y todo lo dejaba en su lugar”. A esas sospechas se sumó la versión de la señora que le ayuda a la familia Pinzón Castellanos en los oficios varios desde hace treinta años. Ella conoce bien a las tres hermanas, como si fueran sus hijas, y relató que al llegar a la casa encontró el sitio como si “hubieran hecho aseo y algunos de los elementos de la casa en sitios que no eran comunes. Además, en el baño había una sustancia que parecía sangre”, le manifestó en entrevista a los agentes del CTI de la Fiscalía.
Confirmada la desaparición, amigos y cercanos a la familia de Adriana se volcaron a las calles para tratar de hallar pistas. Hasta bien entrada la tarde de ese mismo viernes, Jonathan dio una primera versión de lo que habría pasado el día anterior. “Cuenta que se vio con mi hermana en el sector de Tres Esquinas, porque ella, supuestamente, quería vender el carro, pero ella nunca nos dijo eso. Según él, Adriana le dio el carro y se fue. Él lo llevó a una compraventa, en donde haría el negocio. Al ver que la estábamos buscando con insistencia, él se fue y al rato volvió con el carro. Dijo que lo había reclamado, para no hacer el negocio”, asegura Sandra.
Esa misma noche y la siguiente, Jonathan no llegó a la casa a dormir, porque decía que estaban buscando a Adriana con unos amigos de la Policía. El domingo 12 de junio, la versión ya era otra. “Según supimos, Jonathan se habría visto con Adriana ese jueves porque, dijo él, tenía un problema que ella le podría ayudar a solucionar. Aparentemente, él le estaba siendo infiel a mi hermana Pilar y como Adriana es psicóloga, le iba a colaborar para darle manejo a las cosas”, resaltó Sandra en entrevista con El Espectador.
Mientras la Fiscalía hacía lo propio y recolectaba entrevistas y pruebas sobre la misteriosa desaparición, un hombre contactó a la familia de Adriana. Según su versión, él era el dueño de la compraventa en donde habían llegado a hacer el negocio del carro de Adriana. El sujeto aseguró que había visto los papeles de ella, que incluso tenía una copia de su cédula, pero que nunca vio a Adriana en persona, porque todo el negocio lo hizo con “el señor Torres”. Además, agrega, que cuando el carro llegó a su local comercial, la noche del jueves, estaba bastante sucio, pero, curiosamente, en su interior estaba impecable.
Cumplidos cinco días de la desaparición, la Fiscalía llegó hasta Chía, en donde residía Jonathan, para capturarlo, vinculándolo como único sospechoso del crimen. Desde ese momento, la familia Pinzón Castellanos empezó a recapitular cada uno de los movimientos del hombre y concluyeron que sí podría estar involucrado. Los videos y el hallazgo del cuerpo parecen confirmarlo.
Las pruebas en su contra
Las audiencias de legalización de captura, imputación de cargos y medida de aseguramiento, que se llevaron a cabo el 14 y 15 de junio, fueron privadas por solicitud de la Fiscalía, alegando que no querían que se filtrara información que pudiera entorpecer el proceso. A pesar de su intención, la información sí se ha hecho pública y, dice la hermana de Adriana, son datos que no ha conocido su familia, pero que de una u otra forma salen a la luz y les han dado un mal manejo.
“Han dicho que hubo una infidelidad entre nosotras. A mí hasta me casaron con Jonathan. Incluso dijeron que teníamos un hermano y eso es mentira: solo somos tres hermanas. El caso es que no hemos conocido las pruebas. Todo lo que sabemos es lo que vemos en medios de comunicación. Hay unos videos que lo muestran a él entrando y saliendo del conjunto y eso sí es verdad, así pasaron las cosas. Mi hermana le autorizó la entrada a la casa a Jonathan y allá se quedó casi toda la tarde. Son videos muy fuertes y no podemos mentirnos. La imagen en la que se ve cargando una bolsa... todo indica que era el cuerpo de mi hermana”, aclara Sandra con pesadumbre.
Gracias a los videos que obtuvo la Fiscalía se estableció que Jonathan Torres ingresó a la casa de Pilar pasadas las 2:00 p.m. Unas cuatro horas después salió con una maleta y volvió a entrar. Una hora más tarde, las cámaras lo captan saliendo con una abultada bolsa negra, la cual le cuesta cargar, y termina metiéndola en el baúl del carro de Adriana, en el cual abandonó el sitio.
Un recorrido que hicieron Sandra y su familia, para intentar ubicar el destino al que se dirigía Torres, les permitió identificar que, tras salir del conjunto de Adriana, él llegó hasta la veterinaria que tiene junto Pilar, pero desde allí se pierde el rastro por la falta de cámaras. Se ha hablado de un maletín que Torres le dio a guardar a un conocido, el cual supuestamente tenía unos cuchillos. También se dice que se filtraron unos audios en los que la mamá del hoy procesado habría conversado con él, sugiriéndole que “si sabe algo de ella, se lo diga a la Policía”. Se especula, además, que la supuesta amante de Jonathan entregaría una prueba clave, que lo incriminaría con la desaparición. A pesar de todo esto, la realidad hasta ahora es que la Fiscalía sigue teniendo total reserva de dicho material y todo son hipótesis.
Lo que el ente investigador sí reveló fue que gracias a la información recolectada: los videos de las cámaras de seguridad y el rastro del vehículo, pudieron llegar hasta la vereda Río Frío, en Zipaquirá, donde encontraron “en una zanja una bolsa negra, en la que estaba el cuerpo que guardaría relación con la psicóloga”.
Pese a que el cuerpo tiene características similares a las de Adriana y aspectos como la bolsa en donde estaba guardado, y que esa zona había sido visitada por Jonathan tras su estadía en la casa de la psicóloga, por temas de protocolo el cuerpo debe ser identificado en Medicina Legal, desde donde se emitirá un comunicado en las próximas horas.
Al margen del proceso legal que se adelanta en contra del presunto responsable y las dicientes pruebas que lo involucran, la familia Pinzón solo espera la verdad. El primer paso era hallar el cuerpo, ahora queda resolver qué intenciones hubo detrás del asesinato y que desde prisión Jonathan, en caso de ser responsable, revele lo sucedido la tarde del jueves 9 de junio cuando visitó a la psicóloga de manera sorpresiva.
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