Racionamiento en Bogotá: cada vez más cerca de la sed
Los cálculos para el suministro de agua están al límite, razón que motivó el racionamiento. ¿Cómo se llegó a este punto? ¿Cómo hacer para que la medida no se vuelva permanente?
Alexánder Marín Correa
Solo basta con escuchar que se suspenderá el servicio de agua para que de inmediato se seque la garganta. Cada que el Acueducto anuncia cortes por obras, muchos corren a llenar todos los recipientes a la mano, porque pensar en un día sin el líquido vital genera angustia, en especial en una ciudad donde casi todos han tenido acceso continuo y de calidad. Pero el panorama empieza a variar: los fenómenos climáticos y la falta de ahorro tienen a Bogotá ad-portas de volver costumbre algo que ha sido esporádico: pasar días con los grifos secos.
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Solo basta con escuchar que se suspenderá el servicio de agua para que de inmediato se seque la garganta. Cada que el Acueducto anuncia cortes por obras, muchos corren a llenar todos los recipientes a la mano, porque pensar en un día sin el líquido vital genera angustia, en especial en una ciudad donde casi todos han tenido acceso continuo y de calidad. Pero el panorama empieza a variar: los fenómenos climáticos y la falta de ahorro tienen a Bogotá ad-portas de volver costumbre algo que ha sido esporádico: pasar días con los grifos secos.
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Si bien el racionamiento por la crisis en los embalses, que anunció el alcalde Carlos Fernando Galán, se presentó como una medida provisional, mientras se recuperan las represas y evitar situaciones más críticas, los datos detrás de la noticia no brindan en el corto plazo un panorama esperanzador. Hoy hay reservas para garantizar el suministro de 54 días, y para recuperar el nivel óptimo de los espejos de agua debe llover al menos seis meses. Las frases llevan a inferir que la suspensión no será corta. Y si nada cambia, sería permanente.
Pero ¿cómo evitarlo? Para empezar, hay que entender el sistema de abastecimiento. La capital obtiene agua de tres zonas. El principal es Chingaza, con sus embalses Chuza y San Rafael, con un caudal de 14 metros cúbicos por segundo (m3/s). El agua la tratan en la planta de Wiesner, con capacidad de 11,5 m3/s y surte el 70% de los hogares. El segundo es el Norte, con sus embalses Tominé, Sisga y Neusa, con un caudal de 9,5 m3/s y el agua la tratan en la planta de Tibitoc, con capacidad máxima de 8 m3/s. Finalmente está el sistema Sumapaz o Sur, que recoge el agua de los embalses Chisacá y La Regadera, con un caudal de 1 m3/s y se trata en la planta El Dorado, con capacidad para 0,4 m3/s (abastece a Usme y parte de Ciudad Bolívar).
El líquido potabilizado lo distribuyen por una red de más de 8.000 kilómetros de tuberías, hasta los 2,2 millones de hogares, sistema que complementa con 4.000 kilómetros de alcantarillado sanitario, para aguas residuales, y 2.500 km para aguas lluvia. Con esta capacidad la Empresa de Acueducto atiende a casi 10 millones de habitantes, entre Bogotá y 11 municipios más.
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Históricamente los embalses han tenido unos promedios y curvas de ocupación que han garantizado la prestación del servicio. Según gráficas de la Empresa de Acueducto, las curvas y proyecciones muestran un arranque de año con más de 110 millones de m3, que desciende en el trascurso del año hasta un poco más de 40 millones de m3 y luego se recupera a los niveles óptimos. El nivel adecuado es por encima del 40 %. Si desciende del 37 % se activa la alerta amarilla; por debajo del 28 %, se activa la naranja, y por debajo del 18 %, la alerta roja.
Este año, con el fenómeno de El Niño y el aumento del consumo, la tendencia cambió. Hoy esa línea está en caída libre. Pese a que los sistemas Norte y Sur tienen sus embalses en 55 y 42 %, respectivamente, lo que preocupa es la baja ocupación del sistema de Chingaza, que está en 16 %. La situación y las proyecciones llevaron a adoptar el racionamiento. Pese a que ya empezaron a caer las primeras lluvias del año, estas no han sido suficientes.
El asunto es que se deben mantener unos mínimos, que cada año deben ser mayores, teniendo en cuenta el aumento de consumo en la ciudad y los vecinos municipios. Hace 10 años la demanda de agua era de 15 m3/s. Hoy la cifra supera los 18 m3/s (suficiente para llenar una piscina olímpica en tres minutos). La proyección apunta a que en 2026 suba a 19 m3/s y para 2034 sea de 20 m3/s. Si bien hoy existe capacidad instalada para tratar y garantizar el suministro, no se hace sin materia prima. Por eso las proyecciones obligan a pensar en mejorar la capacidad y fortalecer la recuperación de afluentes, para garantizar el abastecimiento de agua a futuro.
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De ahí que el racionamiento no sea la única medida para evitar que sea permanente. Lo primero es reducir los niveles de consumo y llegar a los de 2013, cuando la demanda estaba en 15 m3/s, meta que serviría para prolongar las existencias de agua en los embalses y facilitar su recuperación. Vale recordar que la condición para levantar el racionamiento, que comenzará en las próximas semanas, es que por 15 días seguidos el consumo sea inferior a los niveles de agua que llegue a los embalses.
A esto se suman las sugerencias de la Contraloría, en su informe “Presente y futuro del agua para Bogotá”, en el cual insiste que desde 2020 se hace necesaria la reanudación de programas de cultura ciudadana en torno al ahorro de agua, buscar nuevas fuentes de suministro, junto con la ampliación del sistema Chingaza y el uso eficiente del agua que se capte en páramos como Guerrero y Sumapáz”.
Pese a ello, es clave decir que el suministro no está del todo garantizado. De ahí la importancia de fortalecer el concepto de seguridad hídrica o la capacidad de proteger el acceso sostenible al agua a todos los ciudadanos, concepto en el que la sostenibilidad de las cuencas hidrográficas es vital.
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“Si miramos cómo se surte Chingaza, vemos que el 75 % proviene del río Guatiquía, en el departamento de Meta; el 15 % del río Bogotá, que nace en Cundinamarca, y el 10 % de Sumapaz. Además de cinco páramos: Guachené, Guerrero, Sumapaz, Chingaza y Altiplano. Y aunque no lo crean, la deforestación en la Amazonia y la Orinoquia afectan Chingaza, por la disminución de los llamados ríos voladores. Ahí debería centrar su inversión, para garantizar el líquido para las próximas generaciones”, explica Ricardo Agudelo, director de la Región Administrativa de Planificación Especial (RAP-E).
Por eso la importancia de mirar a los páramos. “En la Región Central tenemos 18 páramos, que equivalen a la mitad de los del país y un 25 % de los que hay en el mundo. Y los estamos usando para cultivos, somo los de papa, por ejemplo, o para deforestarlos en pro de la ganadería extensiva, situación que ocasiona pérdida de humedad en los suelos. Tenemos un Plan de Seguridad Hídrica, con proyectos para fortalecer la gobernanza, por ejemplo, como los custodios del agua, que son personas que viven en inmediaciones de páramos y cuencas”, agrega Agudelo.
El Plan de Acción de Seguridad Hídrica formulado por la RAP-E para la Región Central priorizó, para el período 2024-2030, proyectos de protección de los servicios ecosistémicos, para la provisión del agua y resiliencia climática. En este punto resaltan los proyectos de conservación de ecosistemas de alta montaña para aumentar la capacidad de adaptación al cambio climático, conservación de los corredores de biodiversidad y un mejoramiento en el sistema de alertas tempranas para eventos hidroclimáticos. Además del fortalecimiento de la data necesaria del sistema de soporte para la toma de decisiones.
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El racionamiento en Bogotá comenzará pronto. Este lunes el Distrito dará a conocer los pormenores de la medida, como zonas y horarios. El hasta cuándo es incierto. Todo depende de la temporada de lluvias, su intensidad y el compromiso de la ciudadanía a la hora de ahorrar el vital líquido, para que la sed no llegue antes de los esperado.