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La caída de la estatua de Gonzalo Jimenez de Quesada, en la madrugada de este viernes 7 de mayo, se suma a las de otros conquistadores españoles, como la del conquistador Sebastián de Belalcázar que fue tumbada la semana pasada en Cali. Los protagonistas de estos actos son los indígenas Misak quienes, en medio del Paro Nacional, han adelantado varios actos de protesta contra las estatuas de la colonización y la represión española contra su comunidad. Consideran que las representaciones simbólicas de los conquistadores no reivindican su historia de lucha y resistencia, sino que glorifican el asesianto de miles de sus antecesores. En pocas palabras, para los Misak es una especie de juicio histórico.
(Puede ver: Indígenas Misak tumbaron la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá)
La décima jornada de Paro Nacional arrancó con este episodio. Luego de tumbar la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de la Nueva Granada y su capital Santa Fe de Bogotá, los Misak realizaron cánticos y bailes para celebrar simbólicamente la caída del conquistador. La Policía llegó hasta la plaza del Rosario (en el centro de la capital del país) para retirar a los manifestantes y recuperar la estatua. A su vez, la alcaldía de Bogotá anunció que envió a gestores de convivencia para activar diálogos con la comunidad. Hace unos días, Mercedes Tunubalá, conocida como “Mamá Mercedes” y quien es alcaldesa de Silvia (Cauca), le dijo a El Espectador que son actos de reivindicación.
Indígenas misak acaban de tumbar la estatua del genocida Gonzalo Jiménez de Quesada en la plazoleta del Rosario, pleno centro de Bogotá.
— Martha Peralta Epieyú (@marthaperaltae) May 7, 2021
Hoy el genocidio continúa, durante el gobierno Duque han asesinado más de líderes 190 indígenas.
Paren la masacre, viva el paro nacional. pic.twitter.com/QDMzHUx60p
“No hablo de la reubicación de la estatua, sino de la ubicación de los grandes héroes, caciques y cacicas indígenas del Cauca y del país. Eso sería un buen inicio para el reconocimiento, la invitación es a dialogar para poder concertar. Si las comunidades se movilizan es porque hay descontentos, dentro de los compromisos y deberes de los mandatarios no sólo está cumplir la Constitución, la ley y los acuerdos municipales; sino también concertar con los pueblos. Necesitamos que a nuestras generaciones le enseñen la historia real”, dijo “Mamá Mercedes” cuando cayó la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali.
(Para mas información: “La reivindicación histórica debe continuar”: alcaldesa indígena de Silvia, Cauca)
Gonzalo Jiménez de Quesada, quien nació en 1509 en Granada, España, llegó a Bogotá en 1537 luego de una campaña conquistadora en la que atravesó a sangre y fuego desde Santa Marta, pasando por Barrancabermeja y Santander, hasta el interior del país. Para ese momento, no ostentaba el título de conquistador, pues se desvió de su ruta hacia Perú al escuchar que por la región que atravesaba existían lagunas de sal. En su travesía, arrasando a su paso con comunidades indígenas, quedó con solo 166 soldados de los 600 que lo acompañaban. Su campaña terminó el 6 de agosto de 1538, cuando llegó a la plaza de la Yerba, que hoy se conoce como la Plaza Santander.
(Lea: Jiménez de Quesada, el homenajeado)
Según los historiadores, Gonzalo Jiménez de Quesada comenzó a demarcar donde quedarían ubicadas las casas alrededor de la plaza, que se convertiría en el eje central de lo que hoy es Bogotá. La razón: era un paso obligado para los comerciantes e indígenas que viajaban desde Tunja con frutas, hortalizas, granos, trigo y pava a otras regiones. Ahí construyó su casa, la cual fue identificada hace cuatro años, cuando también se destinaron más de $164 millones para restaurar la estatua ubicada en la plaza del Rosario.
Aunque la Universidad del Rosario todavía no ha emitido un comunicado oficial, estudiantes y egresados del programa de Antropología emitieron un comunicado apoyando el hecho. “Celebramos la caída del símbolo del conquistador en nuestros espacios cotidianos. Manifestamos nuestro total apoyo al acto liderado por el Movimiento de Autoridades Indígenas del Suroccidente (AISO) y el pueblo Misak”
Además, el grupo de esta comunidad educativa hizo un llamado a la universidad para no restaurar la estatua del conquistador y pidió que se convoque “a la resignificación de los espacios públicos que coadministra con la ciudad (...) Somos conscientes que en el año 2016 la Universidad participó en el programa Adopta un Monumento del Instituto de Patrimonio Cultural e invirtió $164 millones de pesos en ‘la restauración y embellecimiento del espacio público’. Sin embargo, la museografía y los símbolos de la nación se construyeron desde narrativas coloniales. Todos estos símbolos patrios son producto de imposiciones. Nunca hubo un espacio de discusión que contemplara las trayectorias de otros pueblos y comunidades, lo cual es determinante en un país cuya carta política reconoce la plurietnicidad y multiculturalidad”, dice el comunicado.
Los estudiantes y egresados invitaron a la Universidad a aclarar si tuvo participación en los intentos de captura y hostigamiento a los indígenas Misak. “Exigimos a la Policía Nacional respetar la vida e integridad de los compañeros Misak que derribaron la estatua. Incentivamos a la comunidad rosarista a generar y participar de espacios de diálogo y reflexión sobre la reinterpretación e intervención de los símbolos patrios y los problemas que suscitan los patrimonios en los que subyacen narrativas colonialistas. Exigimos al gobierno nacional y a los medios de comunicación no estigmatizar a la Minga Indigena, quienes han cumplido una labor importante en la construcción de paz”, pidieron los firmantes del comunicado.
La Plazoleta
La estatua estaba ubicada en un sitio histórico para Bogotá: la plazoleta del Rosario, como se le conoce hoy en día a esta plaza del centro de la ciudad. Según historiadores, fue fundada en 1538 como punto central de Santafé de Bogotá, tan así, que allí vivieron durante varios años personajes históricos como Gonzalo Jiménez de Quesada, se instaló el convento provisional de los padres Dominicos, y más tarde de los padres Franciscanos y fue el lugar del primer Cabildo.
Mucho antes de llamarse la plazoleta del Rosario, este lugar céntrico de Bogotá era llamado la Plaza Mayor, por su importancia en la ciudad en tiempo de la Colonia. Tan clave era su importancia que fue allí donde fray Cristóbal de Torres decidió fundar el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en 1653, la tercera universidad fundada en Bogotá, que hoy sigue operando en ese mismo lugar. Con el paso del tiempo, la plaza siguió manteniendo su importancia histórica.
Alrededor de la plazoleta se construyeron los primeros edificios de Bogotá, como el edificio Santafé, un complejo de dos edificaciones gemelas y para 1932, esta zona ya era de los pasajes más transitados de la ciudad, en donde además se inauguraron importantes restaurantes y cafés que perduraron durante años. En 1968, la Plazoleta fue declarada como un lugar de “utilidad pública e interés social”.
Con esa decisión, la plazoleta empezó a abrirse mucho más hacia el público. Fue justamente en esa época cuando se instaló la estatua de Jiménez de Quesada. Según la ingeniera Andrea Díaz Pulido, la escultura es del artista español Juan de Ávalos García Taborda, quien logró representar al conquistador de cuerpo entero, “con una indumentaria que combina partes de armadura de caballero medieval y prendas de traje de caballero ilustrado del renacimiento”.
“La Plazoleta del Rosario ha sufrido desde hace varias décadas la presión de varios grupos urbanos a través de: grafitis vandálicos de forma recurrente sobre el pedestal, deterioro y fractura de las losas de piedra del basamento por constantes saltos en patinetas directamente sobre la estructura por parte de jóvenes “skaters”, consumo indiscriminado de drogas y alcohol tanto alrededor del monumento como en la barda sur de la entrada al parqueadero”, explicó la ingeniera.
En medio de ese contexto, la Universidad del Rosario promovió, junto con la Alcaldía de Bogotá, la recuperación de la plazoleta y, junto al Distrito, remodelaron completamente la zona en miras de mejorar su aspecto, pero también para protegerla de los grafitis y otros tipos de destrucción.