Recordar para prevenir, relatos de la violencia contra la mujer en Bogotá
Para cerrar el mes en el que se conmemoran las luchas de las mujeres, la Cruz Roja Seccional Bogotá - Cundinamarca lanzó una galería de fotos con la historia de once víctimas de violencia, que retratan lo que es ser mujer en Bogotá, ciudad donde se han registrado al menos 7 feminicidios en lo corrido del año.
Laura C. Peralta Giraldo
“Amanecí en la estación de policía por defenderme y aunque ya perdoné, tengo que aceptar que aún me duele. Cuento esta historia para las mujeres que creen que no pueden salir del maltrato y la violencia”. Quien habla es María Jimena Ibarra Delgado, una mujer única como todas, con particularidades y metas, pero que, para algunas entidades, solo representa una víctima más de violencia contra la mujer.
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“Amanecí en la estación de policía por defenderme y aunque ya perdoné, tengo que aceptar que aún me duele. Cuento esta historia para las mujeres que creen que no pueden salir del maltrato y la violencia”. Quien habla es María Jimena Ibarra Delgado, una mujer única como todas, con particularidades y metas, pero que, para algunas entidades, solo representa una víctima más de violencia contra la mujer.
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Fue en una madrugada, cuando quien era su esposo llegó con los tragos encima, esos que, de un buen tiempo atrás, se habían convertido en hábito y en la justificación de los golpes. Para dónde va, le preguntó. A llevar a los niños al pediatra, respondió. Pero él decidió no creerle, lo que le pareció argumento suficiente para dar inicio al ataque.
“Ya no aguantaba más y decidí defenderme”, dice María Jimena, mientras recuerda los gritos, los golpes, los insultos. Ese día las autoridades sí llegaron y pese a las explicaciones de la mujer, ambos fueron llevados a la comisaría por violencia intrafamiliar y se vieron obligados a pasar la noche en una URI.
Las recomendaciones que recibió supuestamente de las autoridades fue el de aceptar los cargos para que pudiera regresar pronto con sus dos pequeños. Eso hizo. “Yo solo pensaba en que se quedaran sin su mamá, ¿quién los iba a cuidar?, yo no tengo familia en Bogotá”.
A pesar de la escasa atención brindada por las entidades, de no haber recibido apoyo psicológico ni haberse acogido a ninguna ruta de atención contra la violencia, logró darle fin a la relación y escapar del ciclo de violencia. Pero acepta, no es lo mismo para todas.
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Hoy, mira su retrato y sonríe ingenua, porque le parece apenas coherente que esa mujer sea la misma que hace cinco años “lloraba todos los días”. No solo prestó su rostro, sino también su voz para contarle su historia a la Cruz Roja seccional Bogotá - Cundinamarca, que para cerrar marzo, lanzó la galería “Recordar para resurgir #MujeresResilientes”, iniciativa que busca acercar a la ciudadanía diferentes testimonios de víctimas de violencia de género.
Las once mujeres que hurgaron en las heridas del pasado y protagonizan el proyecto, por alguna razón, anteriormente tocaron las puertas de la entidad y recibieron ayuda: refugio en una de las dos casas dispuestas por la Cruz Roja, auxilios económicos, oportunidades laborales.
Sin embargo, este no es el panorama para todas las mujeres de Bogotá, ciudad donde se han presentado al menos 7 feminicidios en lo corrido del año, según la Fiscalía. Los dos últimos en la misma localidad (San Cristóbal) y con métodos similares (asfixia con cable). Adicionalmente, Medicina Legal ya ha atendido 5 casos por tentativa de feminicidio, de acuerdo con información del Observatorio de Mujeres y Equidad de Género de Bogotá.
En suma, el Sistema Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional, indica que en 2022, los registros de violencia intrafamiliar aumentaron 13 % y las lesiones personales en contra de las mujeres un 4 %, siendo La Candelaria, Santa Fe y Los Mártires las localidades en las que más se registraron casos.
No obstante, la violencia contra las mujeres es una problemática que debe ser entendida, más allá de las cifras y estadísticas. “Ese es el error monumental que tiene el Estado: medir la violencia en términos estadísticos y no en conjunto; dejar por fuera del análisis el porqué; no llevar un seguimiento de los métodos de ataque. Fijarse en las cifras es una visión reduccionista”, sostiene Yamile Roncancio, directora de la Fundación Feminicidios Colombia.
Roncancio indica que hay graves fallas en la manera como el Distrito aborda el tema de violencias contra la mujer, así como en el discurso que maneja y en las herramientas que brinda, las cuales, en ocasiones, no cumplen con su objetivo o función de ser.
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La Secretaría Distrital de la Mujer menciona que para la atención de mujeres víctimas de violencia se manejan estrategias como la Línea Púrpura, que entre enero de 2020 y 31 de diciembre de 2022, ha realizado 46.223 atenciones; las Casas de Justicia, donde se han brindado 20.900 orientaciones a mujeres y las Casas Refugio, lugares por los que han pasado aproximadamente 1.141 mujeres y 1.279 niños, niñas y adolescentes.
Asimismo, ha puesto en marcha estrategias con los nombres de #DateCuentaEsViolencia, que busca impulsar a las víctimas a denunciar, y #DateCuentaPitayAvisa, reciente medida para combatir el acoso sexual en el sistema de transporte público, flagelo que según la Veeduría Distrital aumentó en 2022.
“La prevención del feminicidio desde la Secretaría de la Mujer es de dar el primer paso, que traducido significa, si tú no das el primer paso, te matan y es tu culpa. Eso contradice los deberes que tiene el Estado en materia de prevención, investigación y sanción de las violencias contra las mujeres y las niñas. No es la mujer quien tiene que dar el primer paso, nosotras no estamos obligadas a denunciar ni se le puede obligar a alguien a denunciar cuando hay ineptitud”, expone la directora.
Igualmente, han sido varias las víctimas que, cuando se han atrevido a denunciar a su agresor, terminan siendo revictimizadas y soportando un proceso extenuante que no trae soluciones. Uno de estos casos fue expuesto por Mila, una docente universitaria, quien tras solicitar ser trasladada a una Casa Refugio del Distrito, recibió comentarios discriminatorios y que ponían en duda su situación de riesgo.
“Por dignidad desistí, pedí firmar y solicité mi cédula. Los funcionarios se echan culpas entre sí. Finalmente, no quisieron dejarme firmar, no me dieron la medida de protección y estoy a merced de la seguridad que me puede brindar el celador del sitio donde me encuentro”, lamentó la docente.
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Otro de los episodios que prueban las fallas de la Justicia para la atención de la problemática, lleva el nombre de Paola Cerón, una joven estudiante de psicología, que pese a denunciar a su agresor y pedir ayuda a su agresor, fue asesinada este año en la localidad de Suba.
“En Bogotá, conmociona más un hurto de vehículo o un atraco en Transmilenio, que la violencia contra la mujer. No se tiene una visión de ciudad que cuestione duramente el feminicidio y en una sociedad donde se normaliza esta cultura y no hay una respuesta significativa por parte de las autoridades, es casi que decirle al feminicida que puede actuar”, critica Roncancio.
A lo mejor, estos serán nombres que terminen olvidándose por el común de la ciudadanía y viéndose reducidos a ser un número más, pero que quedarán en la memoria de los hijos huérfanos y los padres y madres sin hijas. No solo hará falta mayor cohesión entre las distintas entidades, sino también, que se desarrollen estrategias de prevención contra la violencia de género.
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