Renace el órgano de la Catedral Primada
El instrumento, que no se restauraba desde hace medio siglo, volverá a retumbar este sábado, después de tres años de trabajo. Viajamos a su interior: un laboratorio de pieles de animales, cajas de madera y aleaciones de metal.
William Martínez
La caída de la música religiosa en Bogotá comenzó el 9 de abril de 1948. El maestro Egisto Giovannetti, contratado para ser maestro de capilla en la Catedral Primada, llegó al país desde Italia, con la resaca de la Primera Guerra Mundial empozada en el pecho. Llegó a tocar el órgano —instrumento de aire comprimido y tubos— y a orquestar los coros, para huir de esa vida entre cadáveres de Europa. Llevaba apenas unos años en la ciudad, pero le tocó vivir el nervio y el fuego del Bogotazo. Volvió a irse. (Vea: Visita al órgano recién restaurado de la Catedral Primada de Bogotá)
Nadie relevó a Giovannetti en la catedral en el siglo XX. La Primada se quedó sin director de orquesta y sin coro para celebrar la liturgia. Con el tiempo, algunos sacerdotes creyeron que la música religiosa era un fósil y, a la par, cayó su calidad como nunca antes. Por eso el órgano quedó abandonado. Sólo ahora, 51 años después de su última refacción, ha sido restaurado y ampliado. (Vea: Así quedó el órgano de la Catedral Primada, con el que los bogotanos le cantan a Dios)
Fue construido en 1891 por el español Aquilino Amezua, que en su taller de Barcelona fabricó buena parte de los órganos románticos que inundaron su país a finales del siglo XIX. El instrumento navegó en barco desde España hasta Barranquilla, de allí a Honda (Tolima) por el río Magdalena y luego, a lomo de mula, hasta Bogotá. Su costo hipotecó por años las rentas de la catedral. Era un instrumento avanzado para su época: tenía un sistema eléctrico en las válvulas. Fue, además, el órgano más grande que elaboró el catalán para Latinoamérica: de unas 20 toneladas.
En 1965, el ingeniero alemán Oskar Binder, el único capacitado para reparar órganos en el país, lo restauró. Fue trasladado de su ubicación original, en el centro de la catedral, a la nave derecha, para despejar el paso, en medio de los preparativos para la visita del papa Pablo VI a Colombia. Binder cambió su sistema de tracción y suprimió un tercio de los tubos —el alma del órgano, donde están grabados los sonidos—, para empotrarlo en un espacio más pequeño. Así perdió potencia y variedad de timbres.
Restaurar el instrumento
La actual restauración duró tres años y costó $2.515 millones, financiados por el Ministerio de Cultura, el Fondo Nacional de Turismo (Fontur) y la Arquidiócesis de Bogotá. La empresa española Gerhard Grenzing, que ha reparado órganos en todo el mundo, fue la encargada. Un motivo de peso para intervenir fue que, pese al abandono en el que estaba el instrumento, mantuvo su sonoridad barroca y pastosa, dice Daniel Grenzing, representante de la marca.
El espacio del órgano, empotrado en la parte superior de la nave derecha de la catedral, es comprimido. No se pueden dar tres pasos sin encontrar un obstáculo. La caja musical, de 11 metros de alto, es un circuito de muebles de pino sellados con pieles y tubos de metal. Para su reparación trajeron desde Barcelona mil tubos que hacían falta. Como su material de zinc y bronce es tan delgado y maleable, cada uno fue hecho a mano y con una medida distinta (desde seis milímetros hasta seis metros). Deben quedar perfectos. “Una parte levemente abollada cambia por completo el sonido”, explica Eugenia Serpa, jefa del Grupo de Bienes Culturales Muebles del Ministerio de Cultura.
Las pieles que sellaban los muebles de pino sufrieron el mayor desgaste, por eso cambiaron la mayoría. Cada una tiene una misión: “La piel de vaca sirve para estancar el aire de la cajas de madera. La de cordero, que es más elástica, recubre los fuelles neumáticos que dan movimiento a una válvula. Esa piel debe extenderse tantas veces como el organista lo precise cuando toca”, apunta Grenzing.
El instrumento, además, fue ampliado a su estado original y hay piezas nuevas: el motor, el cuerpo de uno los teclados y una consola con la capacidad de emitir 51 registros (casi el doble de la anterior). Todas las partes las trajeron desde Barcelona y las pulieron en un taller improvisado que se construyó en la catedral. La afinación, última parte del proceso, se realizó en las noches, con el silencio de la ciudad. “A puro oído le dimos el tono exacto a cada tubo”, cuenta Grenzing.
La música vuelve a la catedral
“Esta es la idea fundamental de la restauración: a primera vista puede parecer un gasto suntuoso, pero fíjese en que la catedral es un espacio abierto para todos. Desde la Edad Media, las catedrales fueron los centros culturales del pueblo. Allí se congregaba para oír buena música, ver buen arte. Si recibimos el legado de este instrumento, sería irresponsable dejarlo perder, tanto así como los cuadros que Vásquez de Arce y Ceballos pintó para la catedral”, dice Monseñor Juan Miguel Huertas, quien lleva 20 años en el templo.
Tanto las entidades que financiaron la restauración como la comunidad eclesiástica coinciden en que la Catedral Primada busca convertirse en un centro de conciertos, con una oferta que trascienda la música litúrgica. La gente que no tiene cómo comprar una boleta para los teatros de la ciudad, tendría su lugar en el recinto, dice monseñor. El faro del proyecto son las catedrales de Europa, donde se hacen pequeños conciertos a mediodía entre semana. “La gente sale de sus oficinas, almuerza, asiste media hora y regresa oxigenada al trabajo”, agrega.
La catedral, además, contará con nuevo organista titular: Jorge García Velásquez. En los noventa, el caleño viajó a Salzburgo (Austria) para estudiar piano. Trabajó como profesor y organista en iglesias de diferentes ciudades de ese país. De regreso a Colombia inauguró órganos en Cali y Medellín. Cuando llegó el llamado de la Arquidiócesis de Bogotá completaba tres meses de desempleo: una inestabilidad común entre los pocos organistas que tiene el país. La intención, dice García, es realizar un concierto por mes, que en ocasiones contará con un coro o instrumentista invitado. Los domingos, en suma, habrá concierto con piezas nacionales y extranjeras.
“Cuando vi la nueva fachada del órgano se me salieron las lágrimas. Esa trompetería de batalla española me sobresaltó: es un golpe directo a la nariz. Muy similar a los que hay en París. Esa experiencia es única y no pensé en tenerla aquí en Colombia. A veces hay un buen predicador y mala música. Me gustaría que la calidad musical sacuda el corazón tanto como las mejores palabras”, dice García Velásquez.
Concierto de inauguración
Este sábado, a las 4:00 de la tarde, se hará un concierto en la Catedral Primada, de entrada libre, para reinaugurar el órgano. La presentación estará a cargo del organista titular de la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona (España), Juan de la Rubia, quien interpretará piezas clásicas de músicos como Bach, Poulenc y Mulet. El catalán ha actuado en los principales escenarios de 20 países del mundo. El evento finalizará con piezas representativas del folclor colombiano.
La caída de la música religiosa en Bogotá comenzó el 9 de abril de 1948. El maestro Egisto Giovannetti, contratado para ser maestro de capilla en la Catedral Primada, llegó al país desde Italia, con la resaca de la Primera Guerra Mundial empozada en el pecho. Llegó a tocar el órgano —instrumento de aire comprimido y tubos— y a orquestar los coros, para huir de esa vida entre cadáveres de Europa. Llevaba apenas unos años en la ciudad, pero le tocó vivir el nervio y el fuego del Bogotazo. Volvió a irse. (Vea: Visita al órgano recién restaurado de la Catedral Primada de Bogotá)
Nadie relevó a Giovannetti en la catedral en el siglo XX. La Primada se quedó sin director de orquesta y sin coro para celebrar la liturgia. Con el tiempo, algunos sacerdotes creyeron que la música religiosa era un fósil y, a la par, cayó su calidad como nunca antes. Por eso el órgano quedó abandonado. Sólo ahora, 51 años después de su última refacción, ha sido restaurado y ampliado. (Vea: Así quedó el órgano de la Catedral Primada, con el que los bogotanos le cantan a Dios)
Fue construido en 1891 por el español Aquilino Amezua, que en su taller de Barcelona fabricó buena parte de los órganos románticos que inundaron su país a finales del siglo XIX. El instrumento navegó en barco desde España hasta Barranquilla, de allí a Honda (Tolima) por el río Magdalena y luego, a lomo de mula, hasta Bogotá. Su costo hipotecó por años las rentas de la catedral. Era un instrumento avanzado para su época: tenía un sistema eléctrico en las válvulas. Fue, además, el órgano más grande que elaboró el catalán para Latinoamérica: de unas 20 toneladas.
En 1965, el ingeniero alemán Oskar Binder, el único capacitado para reparar órganos en el país, lo restauró. Fue trasladado de su ubicación original, en el centro de la catedral, a la nave derecha, para despejar el paso, en medio de los preparativos para la visita del papa Pablo VI a Colombia. Binder cambió su sistema de tracción y suprimió un tercio de los tubos —el alma del órgano, donde están grabados los sonidos—, para empotrarlo en un espacio más pequeño. Así perdió potencia y variedad de timbres.
Restaurar el instrumento
La actual restauración duró tres años y costó $2.515 millones, financiados por el Ministerio de Cultura, el Fondo Nacional de Turismo (Fontur) y la Arquidiócesis de Bogotá. La empresa española Gerhard Grenzing, que ha reparado órganos en todo el mundo, fue la encargada. Un motivo de peso para intervenir fue que, pese al abandono en el que estaba el instrumento, mantuvo su sonoridad barroca y pastosa, dice Daniel Grenzing, representante de la marca.
El espacio del órgano, empotrado en la parte superior de la nave derecha de la catedral, es comprimido. No se pueden dar tres pasos sin encontrar un obstáculo. La caja musical, de 11 metros de alto, es un circuito de muebles de pino sellados con pieles y tubos de metal. Para su reparación trajeron desde Barcelona mil tubos que hacían falta. Como su material de zinc y bronce es tan delgado y maleable, cada uno fue hecho a mano y con una medida distinta (desde seis milímetros hasta seis metros). Deben quedar perfectos. “Una parte levemente abollada cambia por completo el sonido”, explica Eugenia Serpa, jefa del Grupo de Bienes Culturales Muebles del Ministerio de Cultura.
Las pieles que sellaban los muebles de pino sufrieron el mayor desgaste, por eso cambiaron la mayoría. Cada una tiene una misión: “La piel de vaca sirve para estancar el aire de la cajas de madera. La de cordero, que es más elástica, recubre los fuelles neumáticos que dan movimiento a una válvula. Esa piel debe extenderse tantas veces como el organista lo precise cuando toca”, apunta Grenzing.
El instrumento, además, fue ampliado a su estado original y hay piezas nuevas: el motor, el cuerpo de uno los teclados y una consola con la capacidad de emitir 51 registros (casi el doble de la anterior). Todas las partes las trajeron desde Barcelona y las pulieron en un taller improvisado que se construyó en la catedral. La afinación, última parte del proceso, se realizó en las noches, con el silencio de la ciudad. “A puro oído le dimos el tono exacto a cada tubo”, cuenta Grenzing.
La música vuelve a la catedral
“Esta es la idea fundamental de la restauración: a primera vista puede parecer un gasto suntuoso, pero fíjese en que la catedral es un espacio abierto para todos. Desde la Edad Media, las catedrales fueron los centros culturales del pueblo. Allí se congregaba para oír buena música, ver buen arte. Si recibimos el legado de este instrumento, sería irresponsable dejarlo perder, tanto así como los cuadros que Vásquez de Arce y Ceballos pintó para la catedral”, dice Monseñor Juan Miguel Huertas, quien lleva 20 años en el templo.
Tanto las entidades que financiaron la restauración como la comunidad eclesiástica coinciden en que la Catedral Primada busca convertirse en un centro de conciertos, con una oferta que trascienda la música litúrgica. La gente que no tiene cómo comprar una boleta para los teatros de la ciudad, tendría su lugar en el recinto, dice monseñor. El faro del proyecto son las catedrales de Europa, donde se hacen pequeños conciertos a mediodía entre semana. “La gente sale de sus oficinas, almuerza, asiste media hora y regresa oxigenada al trabajo”, agrega.
La catedral, además, contará con nuevo organista titular: Jorge García Velásquez. En los noventa, el caleño viajó a Salzburgo (Austria) para estudiar piano. Trabajó como profesor y organista en iglesias de diferentes ciudades de ese país. De regreso a Colombia inauguró órganos en Cali y Medellín. Cuando llegó el llamado de la Arquidiócesis de Bogotá completaba tres meses de desempleo: una inestabilidad común entre los pocos organistas que tiene el país. La intención, dice García, es realizar un concierto por mes, que en ocasiones contará con un coro o instrumentista invitado. Los domingos, en suma, habrá concierto con piezas nacionales y extranjeras.
“Cuando vi la nueva fachada del órgano se me salieron las lágrimas. Esa trompetería de batalla española me sobresaltó: es un golpe directo a la nariz. Muy similar a los que hay en París. Esa experiencia es única y no pensé en tenerla aquí en Colombia. A veces hay un buen predicador y mala música. Me gustaría que la calidad musical sacuda el corazón tanto como las mejores palabras”, dice García Velásquez.
Concierto de inauguración
Este sábado, a las 4:00 de la tarde, se hará un concierto en la Catedral Primada, de entrada libre, para reinaugurar el órgano. La presentación estará a cargo del organista titular de la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona (España), Juan de la Rubia, quien interpretará piezas clásicas de músicos como Bach, Poulenc y Mulet. El catalán ha actuado en los principales escenarios de 20 países del mundo. El evento finalizará con piezas representativas del folclor colombiano.