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“Cuando yo le ofrezco un vaso de agua a una persona y el agua está contaminada, esa persona tiene la opción de no tomárselo. Pero en un lugar en donde el aire está contaminado, no le puedo decir a una persona: no respire”. Este es la reflexión del ingeniero forestal Jorge Bonilla, quien sugiere priorizar la creación de políticas públicas enfocadas a mejorar la calidad del aire en Bogotá. Las consecuencias de las desigualdades sociales y económicas pueden empeorar con los problemas ambientales. La calidad del aire, por ejemplo, no es homogénea en la ciudad debido a que los contaminantes afectan más a unos que a otros.
El estudio de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes, ‘Análisis de desigualdades múltiples y políticas de reducción de la contaminación’, en el que participó el profesor Bonilla, muestra que la distribución de la calidad del aire en Bogotá es desigual, superando las inequidades económicas o sociales. Solo 10 % de sus habitantes respira un aire de mejor calidad. La investigación resalta que, en particular, los habitantes de las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy y Bosa, en el suroccidente de la capital y en donde los niveles socioeconómicos son bajos, resultaron ser los más afectados.
Existe un factor muy importante que incide notablemente en la calidad del aire que se respira: el polvo causado por las vías despavimentadas. A está contaminación se suma la generada por el humo de las fábricas, industrias o de los carros. “Las emisiones en la ciudad no solamente se presentan por fuentes de combustión, es decir cuando sale humo del exosto o de las chimeneas de las firmas —explica el profesor Bonilla—. Hay polvo en el aire de zonas despavimentadas, en donde el viento a través de procesos erosivos hace que ese material particulado quede resuspendido en el aire”.
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Adicional a esto, las emisiones que provienen de incendios forestales o de diversos contaminantes de lugares lejanos, por ejemplo las que llegan del Amazonas o de Venezuela, son transportadas por los vientos que fluyen en determinadas épocas del año, llevándolas al suroccidente de Bogotá, lo que empeora aún más el problema de contaminación en el sector. Mediante un modelo que utiliza datos meteorológicos y reportes de las estaciones de monitoreo, los investigadores del estudio evaluaron los efectos de implementar tres escenarios potenciales de política sobre la calidad del aire: la pavimentación de calles destapadas, la sustitución de combustible carbón por gas natural en la industria y la renovación de vehículos diésel de vieja tecnología por vehículos diésel-Euro IV.
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Pavimentar las calles, sin duda, mejoraría la posibilidad de respirar aire de mayor calidad, favoreciendo significativamente quienes residen y transitan en los barrios del suroccidente capitalino. “Esta política puede ser bastante costosa, pero se puede iniciar priorizando la pavimentación de las vías que producen mayores emisiones en la zona sur, especialmente las que se encuentran cerca a colegios, casas de reposo para el adulto mayor o en dónde habitan familias vulnerables”, resalta Jorge Bonilla, investigador del estudio. Medida que también puede ser combinada con la incorporación de otras políticas ambientales como la reconversión de carbón a gas natural en la industria.
De igual manera, el estudio revela que los beneficios de la renovación de vehículos de diésel de vieja tecnología por vehículos diésel Euro IV reduciría proporcionalmente las emisiones y ayudaría a complementar otras políticas de reducción de contaminación. Aunque las desigualdades económicas y sociales persisten en la ciudad, es clave trabajar por mejorar el puntaje del Índice Socioeconómico y de Calidad del Aire (SEAQ) que, según los expertos, tiende a incrementarse en las zonas más vulnerables.