Robos de lujo, la pesadilla local que se alimenta de la demanda extranjera

En la mayoría de los casos de robos en locales comerciales, el botín de los delincuentes depende del azar y consiste en reunir lo que las víctimas tengan a la mano en el momento del hurto, generalmente celulares y dinero en efectivo. No obstante, en otros casos los delincuentes van específicamente por un elemento exclusivo de su víctima, los cuales son considerados de lujo, debido a su alto precio en el mercado, que los hacen asequibles para una minoría con gran capacidad adquisitiva.

En la mayoría de los casos de robos en locales comerciales, el botín de los delincuentes depende del azar y consiste en reunir lo que las víctimas tengan a la mano en el momento del hurto, generalmente celulares y dinero en efectivo. No obstante, en otros casos los delincuentes van específicamente por un elemento exclusivo de su víctima, los cuales son considerados de lujo, debido a su alto precio en el mercado, que los hacen asequibles para una minoría con gran capacidad adquisitiva.

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Entre esos elementos apetecidos por su valor económico y social (pues también se leen como símbolos de estatus) se cuentan joyas, relojes, vehículos, celulares y elementos electrónicos y deportivos, entre muchos otros, considerados de gama alta que, una vez ingresan al mercado ilegal, se venden en redes especializadas, algunas con alcance internacional, que, en el país, según expertos, datan de finales de la década del 90.

“Cuando hablamos de los artículos de lujo más robados en Colombia, hay que meter en esta lista dos, que parece que hacen parte del hurto tradicional a personas, pero que tienen mercados específicos en términos de rentas delincuenciales. Estamos hablando de los teléfonos de alta gama y de las bicicletas de mediana y alta gama. Luego pasamos a los relojes, las joyas y ciertos dispositivos electrónicos”, señala Andrés Nieto Ramírez, exsubsecretario de seguridad y docente investigador en temas de seguridad de la Universidad Central.

Los hurtos y el mercado negro

Uno de los hurtos más recientes en establecimientos comerciales fue en una de las sedes del restaurante Abasto, en Usaquén. Allí, el 11 de febrero, sujetos armados, que se movilizaban en moto, llegaron con un objetivo específico: un reloj Rolex que tenía uno de los comensales. Mientras uno hacía guardia en la puerta, el otro delincuente se fue directamente hacia el hombre y, pistola en mano, le exigió que le entregara el reloj. La víctima no opuso resistencia y los ladrones se fueron con el botín.

Minutos después, en entrevista con los investigadores del caso, la víctima les dijo que se trataba de una réplica avaluada en $500.000. Ese caso particular ejemplifica las circunstancias que rodean el robo de un elemento tan codiciado como un Rolex, pues la gran mayoría de esos hurtos dependen del ojo experto de quien lo efectúa, entrenado para identificar las características precisas de originalidad de estos artículos.

¿Por qué son tan apetecidos estos relojes? En el mercado colombiano, los precios oscilan entre $7 millones y $150 millones, y al ser considerados elementos de colección escasos y exclusivos, muchos los ven como inversiones a largo plazo, cuyo valor tiende a aumentar con los años, según la referencia y las características de cada ejemplar. Esta condición también se da en relojes de lujo como Audemars Piguet, Breitling, Patek Philippe, Berger, Tudor y Piaget.

Los robos de estos ejemplares ocurren bajo la modalidad de raponazo o atraco, dado que los locales donde se venden estas marcas tienen una robusta seguridad, que anula cualquier intento de atraco en el punto de venta. Otra característica fundamental de estos hurtos es que no son elegidos al azar y suelen responder a un encargo previo. Al contrario de lo que pasa con un robo convencional, por ejemplo de celulares, en donde eligen aleatoriamente a la víctima y el ladrón busca dónde vender el teléfono, con estos elementos exclusivos hay un mercado por encargo.

Una vez hurtado el reloj, hay dos grandes públicos como destinatarios. Nieto los explica así: Por lo general, “logran sacarlos del país rápidamente, entre otras cosas, porque no hay un control específico de importación-exportación, al ser elementos personales. Al no ser masivos, no hay un control especial como sucede con grandes lotes de mercancía. Así, salen del país fácilmente con destino, en la mayoría de los casos, a la comunidad europea”.

“Por otro lado, con el crecimiento de la demanda de este tipo de relojes en la comunidad andina, especialmente en Colombia y Ecuador, al no tener una importación directa y debido a las dificultades legales que implica su compra, estos artículos los roban por encargo. La demanda de esa modalidad ha crecido debido a que quienes roban estos relojes han logrado determinar, casi de forma experta, y a ojo, cuáles son las características de los elementos originales. Es importante aclarar que estos relojes no se venden por piezas, debido a que su valor está precisamente en conservarlos originales, muchos de ellos marcados, certificados y con código serial único, que garantizan su exclusividad. Es más, hay páginas que permiten digitar estos códigos para descargar certificados de autenticidad”.

El tema de los Rolex no es nuevo. Según Nieto, desde 1997 se han reportado hurtos de relojes de lujo en Bogotá y en el país. “La pregunta es ¿si en los últimos 10 años se han desarticulado cerca de nueve bandas conocidas como Los Rolex, por qué se siguen robando? Se debe a que no es la misma banda y a que el mercado sigue activo y creciente. Entonces, se desarticula la banda del momento, pero otras retoman ese mercado, buscando esas ganancias que son muy rápidas, porque con un solo golpe los delincuentes pueden subsistir durante meses”.

Es tal la fuerza de la demanda de relojes de lujo usados, la cual después de pandemia aumentó hasta un 16 % que, incluso, “la marca suiza anunció en noviembre de 2023, que iba a autorizar a distribuidores para poder vender relojes de segunda mano, pero con los certificados de autenticidad y legalidad correspondientes”, puntualiza.

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Joyas

“La verdad es que la situación últimamente ha estado calmada, pero porque hay más presencia de policías, a raíz de casos pasados de atracos y raponazos. Pero no faltan los que vienen a hacer el intento. Acá, la manera que más usan los ladrones es la del cambiazo. Piden alguna joya, uno saca el plafón (exhibidor de joyas) para mostrarlas y empiezan a hablar, preguntar y hacer de todo para embolatarlo a uno. En medio de eso, aprovechan cualquier descuido del vendedor y hacen el cambiazo: le dejan a uno cualquier lata y se llevan los anillos de oro, por ejemplo. Esa es una. La otra es la del raponazo. De frente llegan a pedir algo, generalmente gente que anda en moto, y cuando uno lo muestra, se lo rapan. Un caso así pasó hace poquito por acá. Y a los tipos los agarraron”, narra Marco Fidel Gómez, comerciante de joyas del Centro Histórico, en La Candelaria, a pocas cuadras de la Plaza de Bolívar.

El robo que refiere ocurrió en una joyería de la calle 12B, entre carreras séptima y sexta, durante la pasada temporada decembrina. Dos sujetos ingresaron al local parapetándose como cualquier cliente y tras solicitar que les mostraran varios artículos se los raparon a los tenderos y huyeron en una moto. Minutos después fueron capturados. El botín de cadenas de oro, anillos y joyas con esmeraldas estaba avaluado en $20 millones.

Casos como esos se presentan con frecuencia en ese sector, razón por la cual los comerciantes de la zona decidieron unirse como gremio. “Tenemos un factor de inseguridad complicado y es la carrera séptima. Con la peatonalización, los vendedores ambulantes; la gente que hace presentaciones artísticas y todo el movimiento; esto acá se volvió un despelote y, claro, es el escenario perfecto para los ladrones, que se aprovechan de la multitud para hacer de las suyas”, relata una comerciante que fue víctima de hurto en su local.

“Nosotros tenemos un sistema de seguridad en el que priorizamos las cuadras de joyerías presentes en la carrera sexta y la carrera quinta, entre calles 12B y 11. Debido a la inseguridad que se presentaba en el sector, priorizamos esa zona y hay uniformados durante todo el día. Además, estamos articulados con la policía de turismo y con el Gaula para atender cualquier situación”, le contó a este medio uno de los uniformados encargado de velar por la seguridad de la zona.

Para prevenir cualquier hecho de inseguridad, el gremio unificó horarios. Cada comerciante de joyas del sector abre su local a las 9:00 a.m. y cierra a las 6:00 p.m. Además, tienen botones de pánico y alarmas comunales, para dar aviso de cualquier novedad. Aún así, varios delincuentes han logrado burlar esas medidas y hacerse con costosas joyas, las cuales, en su mayoría, también responden a un mercado internacional.

“Esas joyas, una vez robadas, generalmente ya se sabe cuál será su paradero. En el mercado nacional tienen alta demanda, pero es en Europa y en Asia donde más y mejor se logran vender. Antes de eso pasan por varias manos, desde el ladrón hasta joyeros expertos, que las examinan para cuantificar su calidad y pureza. Una vez realizado ese proceso sí se ponen en venta. Es toda una cadena criminal”, contó el uniformado mientras se preparaba para dar una ronda por las joyerías de la zona.

Otros elementos

Las bicicletas de alta gama, a diferencia de los relojes, son robadas para ser vendidas por piezas. Los puntos críticos donde más se presentan estos robos son en las afueras de la ciudad, donde los ladrones esperan pacientes a quienes entrenan en bicicletas profesionales para asestar el golpe. El mercado negro también está en el exterior, en donde redes especializadas contactan con sus pares en Colombia para encargar repuestos específicos, según la demanda de cada país.

Con los vehículos y los teléfonos de alta gama sucede algo similar. Por lo general se venden por repuestos y antes de llegar a su destino final pasan por manos expertas que los analizan a avalúan, pero con la particularidad de que el mercado de estos artículos responde a un orden nacional, concentrado en las grandes ciudades.

Un gran porcentaje de los robos de artículos de lujo también se lleva a cabo por bandas de apartamenteros que —mediante cuidadosos estudios a sus víctimas a través de seguimientos diarios, información de personas cercanas y análisis minucioso de las redes sociales de la víctima— establecen los objetos de valor que la persona posee, para luego ingresar a la residencia y hacerse con el elemento específico. En algunos casos, incluso, llegan a solicitar dinero para el rescate de los artículos robados

Como se ve, el negocio es fructífero. Las bandas planean los golpes con tiempo de sobra y con un robo que les funcione pueden subsistir largos períodos y difuminar su rastro de las investigaciones policiales. La mayoría de las personas que integran los eslabones de estas cadenas criminales pasan desapercibidas, pues los únicos expuestos son quienes cometen el hurto inicial y se encargan de concretar la venta final, las personas que están en el medio no suelen ser rastreadas por las autoridades, hecho que en parte explica por qué el mercado ilegal subsiste a pesar de las desarticulaciones de varias de las bandas principales.

Eso, además de que el robo de objetos de lujo resulta ser una de las formas del crimen más lucrativas, que, al afectar a una minoría, pasa desapercibida en el espectro criminal con el que a diario se enfrenta un ciudadano promedio. Eso les da a las bandas más rango de acción y la posibilidad de financiar otras maneras de delinquir.

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