Rodolfo Hernández o Gustavo Petro: ¿quién le conviene más a Bogotá?
Luego de este domingo, el país conocerá quién será el sucesor de Iván Duque. Entretanto, Bogotá y su administración sabrán con cuál de los dos tendrán que sobrellevar la relación Distrito-Nación, que es fundamental para distintos proyectos que están en marcha en la capital. ¿Con quién se tendrá que entender Claudia López en lo que resta de su alcaldía?
Luego de meses de campaña electoral, en los que el escenario político de Colombia dio un viraje (esperado por algunos), tras el gobierno del joven e inexperto Iván Duque; de una pandemia, que dejó a casi 20 millones de personas en pobreza monetaria, y de un estallido social, que puso en jaque al Gobierno y a la clase política, este domingo se vivirá una jornada definitiva para el país: se elegirá al nuevo presidente de los colombianos. Pero, ¿cuál le conviene a Bogotá?
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Luego de meses de campaña electoral, en los que el escenario político de Colombia dio un viraje (esperado por algunos), tras el gobierno del joven e inexperto Iván Duque; de una pandemia, que dejó a casi 20 millones de personas en pobreza monetaria, y de un estallido social, que puso en jaque al Gobierno y a la clase política, este domingo se vivirá una jornada definitiva para el país: se elegirá al nuevo presidente de los colombianos. Pero, ¿cuál le conviene a Bogotá?
En el escenario reina la incertidumbre. Si bien las legislativas de marzo mostraron el viraje del país a la izquierda (luego del primer puesto del Pacto Histórico en Senado, el segundo en Cámara y de una notable victoria de Gustavo Petro en las consultas), los resultados de la primera vuelta presidencial cambiaron el panorama.
Aunque el 29 de mayo irrumpió un personaje que tiene en jaque la tendencia: Rodolfo Hernández, quien emergió con la misma bandera de cambio que agitó la izquierda, pero imbuido en una estrategia de comunicación directa, de lenguaje conciso y con repetición. Esto, además de patear el tablero electoral y mostrar la decadencia de la derecha y de los partidos políticos, puso a dos candidatos outsider a disputarse la Casa de Nariño y dibujar escenarios alrededor de la relación con la capital.
¿En qué momento está la capital?
Más allá de las lecturas electorales que puedan hacerse de la ciudad -en la que claramente hay predilección por el proyecto petrista-, lo cierto es que Bogotá actualmente tiene en marcha grandes proyectos de infraestructura y de integración que dependen de una buena relación con la nación. Muestra de esto son el metro (primera y segunda líneas), la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca y el Regiotram de Occidente, a los cuales el presidente Duque dio su respaldo, tanto político como financieramente, clave para que transiten a buen puerto.
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Sin embargo, Duque tiene el sol a la espalda y el 6 de agosto dejará la Presidencia. Su sucesor, sea Gustavo Petro o Rodolfo Hernández, tendrá en sus manos la decisión de seguir la línea de apoyo, de palabra y de acción a estos proyectos, en el tramo final de la administración de Claudia López y el arranque del alcalde que elija la ciudad en 2024.
Cara o sello, ¿cuál le conviene más?
Cuatro expertos en movilidad, infraestructura y relaciones políticas, consultados por El Espectador, plantearon sus hipótesis sobre los escenarios para la ciudad con las dos opciones. Mientras unos apuntan a un escenario de incertidumbre, otros recuerdan que hay mecanismos para que los respaldos a proyectos, que pasan por la relación entre una Alcaldía y la nación, sean vinculantes y no dependan de afinidades políticas.
El ingeniero civil y experto en infraestructura Argelino Durán habla de una obligación del futuro presidente de respetar los convenios sellados con anterioridad, “como el caso del metro, que está formalizado y no he oído que ninguno esté pensando en echar para atrás esos convenios”, o como el Regiotram, cuyo acuerdo está firmado y va por buen camino. “La dificultad la veo con la segunda línea del metro, porque no se ha firmado el convenio, aunque la alcaldesa comentó que se debía firmar en julio. Si el convenio está, el futuro presidente tendría que respetarlo”, asegura.
Sin embargo, Fernando Rojas, experto en movilidad y consultor de la firma Orza, no ve con el mismo optimismo el panorama, pues con ambos, dice, “no va a ser fácil para Bogotá”. Si el presidente es Petro, es conocido “que no apoya varios de los proyectos en la ciudad (como la primera línea elevada del metro) y tendrá el poder de la chequera para definir si avanzan o no. Eso puede generar una tensión gigante e impactar negativamente”.
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Mientras que en el caso de que sea Rodolfo Hernández el elegido, asevera que es una incógnita, porque “es alguien que no conoce Bogotá y su campaña no habló nada sobre la ciudad. Aunque esta semana dijo que apoyará los proyectos, una cosa es un apoyo ciego y otra una oposición ciega que no sabemos a dónde lo va a llevar”.
“No se trata de amigos o afinidades políticas”
Si algo ha demostrado el actual nexo entre Iván Duque y Claudia López es que se pueden llegar a acuerdos por el bien de la ciudadanía, por encima de las diferencias ideológicas que pueden separar a dos mandatarios. El decano de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, Sebastián Líppez de Castro, recuerda que “existen acuerdos y mecanismos institucionales como el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) para garantizar la financiación de esos proyectos con recursos de la nación, para que se desarrollen más allá de la relación personal entre un presidente y un alcalde. Lo que importa es que esos mecanismos se respeten”.
Y es precisamente ese ítem -el del respeto por las instituciones, los procedimientos y lo construido- del que dependen las buenas relaciones entre la Casa de Nariño y el Palacio Liévano, es decir, que el próximo presidente no llegue a refundar de un plumazo lo hecho por su predecesor y la alcaldesa, así como que el futuro alcalde respete lo hecho con el Gobierno que para entonces transcurra.
Además, como señala la directora de posgrados de la Facultad de Ciencia Política de la Javeriana, Patricia Muñoz, los vínculos para mantener esos grandes proyectos en Bogotá dependerá también “de las prioridades de inversión de determinado gobierno y de cuáles son las prioridades que vaya a poner por delante para destinar los recursos de la nación”. El mejor ejemplo es la construcción de la primera línea del metro (elevada), para la cual hay obras en marcha y un contrato vigente.
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La sola idea de echarlo para atrás, por diferencias técnicas o políticas, es descabellada, como se sugirió por la división, en plena campaña en 2019, entre Claudia López y Gustavo Petro, porque ella continuó los avances de la administración de Enrique Peñalosa y él quería que se retomaran los estudios que había dejado en 2015 para hacerlo subterráneo. “No es solamente echar el proyecto para atrás, sino también el contrato en ejecución. Eso sería un detrimento patrimonial inmenso para el país”, agrega Argelino Durán.
Apoyo y futuras relaciones
Si bien del respeto por las instituciones dependerá el futuro de los grandes proyectos para Bogotá y la región, las relaciones políticas entre presidente y alcaldesa cumplirán un papel clave. Los recientes apoyos que ha recibido Petro de figuras políticas cercanas a la alcaldesa -como la senadora Angélica Lozano, varios concejales de Bogotá por la Alianza Verde y su hombre de confianza en la Alcaldía, Luis Ernesto Gómez- podrían sugerir un guiño de Claudia López a esa campaña, que en un eventual gobierno del líder absoluto del Pacto Histórico sugerirían un trato sin mayores aspavientos. “Esos respaldos pueden generar cercanía, pues aunque ha habido críticas, puede haber más encuentros que desencuentros”, explica Líppez.
No obstante, la atmósfera es distinta si el electo este domingo es el exalcalde de Bucaramanga, con quien López tal vez coincida en la lucha contra la corrupción, una bandera que ella ha ondeado en su carrera desde el Congreso de la República, y en la que promovió una consulta popular en agosto de 2018, para impulsar cambios al salario de los funcionarios, la contratación estatal, la participación ciudadana y la rendición de cuentas.
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Ante esto, Líppez cree que la alcaldesa tendría que “generar un acercamiento con él, para que los proyectos de la ciudad, que tienen implicación con la nación, salgan adelante”. Por su parte, Patricia Muñoz advierte que una relación cordial en este escenario depende de que Rodolfo Hernández reconozca “el valor del Distrito Capital y del peso de las institucionalidades” y que, en la visión descentralizada del poder, que esboza este candidato, no vea a Bogotá “como el coco y el centro del despilfarro”, como agrega Fernando Rojas.
Aunque todos los consultados coinciden en que Gustavo Petro, por su condición de exalcalde de Bogotá (2012-2015), es el que mejor conoce la capital y sus necesidades, lo cierto es que ese criterio resultaría arbitrario para medir la conveniencia de ambos proyectos políticos para la ciudad, pues eso no garantiza que vaya a tener mejores coincidencias, así como para las demás ciudades con las que se podría hacer la comparación. Sin ir más lejos, sea quien gane, la clave de una relación armónica entre la Casa de Nariño y el Palacio Liévano se resume en cooperación, respeto por lo construido y poner las necesidades de la ciudadanía por encima de las ideologías.
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