Ruta Quetame-Guayabetal: el temor que representa vivir sobre la vía al Llano
La avenida torrencial de esta madrugada, que hasta el momento deja 14 muertos, es una constante para quienes viven sobre la ruta Bogotá-Villavicencio. No se trata de un hecho aislado.
Cristian Camilo Perico Mariño
Hoy los ojos del país están puestos sobre la vereda Naranjal, en el municipio de Quetame (Cundinamarca). Este pequeño centro poblado prácticamente desapareció del mapa por una avalancha que se registró a la medianoche del lunes, y que, al mediodía de este martes, ya contabilizaba 14 víctimas fatales. No obstante, la emergencia que hoy enluta al departamento no es nueva: los 20 kilómetros, entre Guayabetal y Quetame, sobre la vía al Llano, se han convertido en epicentro de constantes tragedias.
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Hoy los ojos del país están puestos sobre la vereda Naranjal, en el municipio de Quetame (Cundinamarca). Este pequeño centro poblado prácticamente desapareció del mapa por una avalancha que se registró a la medianoche del lunes, y que, al mediodía de este martes, ya contabilizaba 14 víctimas fatales. No obstante, la emergencia que hoy enluta al departamento no es nueva: los 20 kilómetros, entre Guayabetal y Quetame, sobre la vía al Llano, se han convertido en epicentro de constantes tragedias.
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Las causas de la actual emergencia fue producto de las fuertes lluvias que se registraron durante el pasado17 de julio y que se intensificaron avanzada la noche. La cantidad de agua que cayó por horas se represó en las quebradas y desató una avenida torrencial, que se llevó casi 20 viviendas, un puente y alcanzó a llegar al peaje Naranjal, dejando a su paso escombros, destrucción y muerte.
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Desde que se reportó la tragedia, los organismos de socorro y los pobladores trabajaron en las labores de búsqueda. A media mañana del martes, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD) reportaba cinco mujeres, cinco hombres, una joven de 15 años, un niño de ocho y una niña de seis años entre las víctimas fatales, así como siete lesionados y varias personas desaparecidas. Los rescatistas seguían en las labores de búsqueda.
“La torrencial lluvia prácticamente desapareció la vereda, dejando 20 viviendas bajo los escombros por el lodo de la quebrada. Muchas de las familias están buscando a sus integrantes. No tenemos un reporte de desaparecidos, porque es complejo, pero venimos acompañando a las familias. Esperamos que en las próximas horas podamos llegar con la fuerza aérea al territorio”, indicó Olmedo López, director general de UNGRD.
A pesar del desalentador panorama, un equipo de socorristas y habitantes de este municipio buscan a contrarreloj a quienes hayan podido sobrevivir. Pero lo cierto es que esta situación pareciese una constante para quienes viven a lado y lado de los ríos Contador y Negro, sobre la vía que conduce de Bogotá a los Llanos Orientales.
No es la primera vez
Con la tragedia de la noche del lunes se podría decir que la vía al Llano, específicamente en el tramo entre Guayabetal y Quetame, es una de las zonas más peligrosas del país en época de invierno. Son 20 kilómetros (de los 71 que hay entre Bogotá y Villavicencio), donde las lluvias realmente son sinónimo de miedo, por los represamientos de los afluentes y los derrumbes constantes.
Basta con recordar la tragedia de 1974, en el kilómetro 58, cuando parte de la montaña se deslizó y dejó alrededor de 500 muertos, lo que en su momento se conoció como la tragedia de Quebrada Blanca:
“La montaña no se deslizó como muchos creen. Lo que pasó fue que se desplomó como una pared; fue más bien como una ola. Al caer, la pared de lodo y tierra provocó una burbuja de aire que levantó todo lo que se encontró a su paso”, relataron en su momento algunos testigos.
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Desde entonces, los deslizamientos han sido constantes en este corredor. Ni siquiera las obras de la doble calzada han servicio para evitar el riesgo. En 2018 y 2019, por ejemplo, en el kilómetro 58 (famoso por sus constantes derrumbes) se desprendieron 620.000 metros cúbicos de tierra de la meseta Mesa Grande, lo que provocó el colapso de un puente de 30 metros y obligó al cierre de la vía por casi tres meses.
En agosto de 2021 se vivió otra emergencia, pero en el municipio de Guayabetal, donde una creciente se llevó parte de la montaña y afectó a 75 familias, de las cuales 32 quedaron con sus viviendas en riesgo alto y a punto de desplomarse y a 43 en riesgo medio. “Todo el municipio está en riesgo”, dijo en esa oportunidad uno de sus pobladores, al recordar como en agosto de 2018 y 2019 se presentaron emergencias similares.
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El peligro en la región lo representa el Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT) de 2021 de Guayabetal, en el cual se indica que el 73 % del área presenta amenazas por geoinestabilidad y el 63 % tiene riesgos por remoción de masas, lo que explica las causas geológicas de los derrumbes y rodamiento de rocas.
Estudios han confirmado la inestabilidad de la zona, la cual se debe, en parte a las obras para la construcción de túneles, y las fallas geológicas, como se lo indicó el geólogo Gabriel París a El Espectador, tras la emergenca de Guayabetal en 2021.
“Tanto el kilómetro 58 como el municipio de Guayabetal se encuentran bajo el contexto geológico de la Cordillera Oriental, compuesto por rocas metamórficas y sedimentarias muy antiguas, con notable fracturamiento y meteorización, y con laderas muy empinadas, lo cual las hace inestables bajo ciertas condiciones climáticas”, dijo París.
El geólogo agregó que son abundantes las fallas geológicas en la cordillera, lo que “permiten la penetración de agua en los macizos rocosos y su eventual deslizamiento, a lo largo de cuñas de roca, lo mismo que la saturación de suelos y el aumento de la presión de poros lo cual conduce a su desplome, ladera abajo”.
Por ahora, mientras los organismos de socorro siguen atendiendo la emergencia en Naranjal y la vía sigue cerrada, la nueva tragedia obliga a las autoridades a realizar una revisión exhaustiva de la zona, para evitar que nuevas tragedias de esa magnitud se presenten en la región.
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