Salvemos al río Bogotá
Desde 1906 se habla de la descontaminación del afluente, pero no se han visto muchos avances.
Vannesa Romero Castrillón
El domingo 3 de agosto tuvimos nuestro último día de navegación, partiendo del barrio Las Palmitas, en la localidad de Kennedy, para llegar cinco horas después a San Nicolás, en el municipio de Soacha. Ese día, luego de tomar un desayuno a las 7:30 de la mañana, nos preparamos para recorrer el último tramo de la travesía ‘Referendo por el Agua’.
Pasadas las nueve arrancamos desde la estación de bombeo del barrio Gibraltar, que se conecta con el canal Cundinamarca, el cual recibe las aguas lluvias del sector. La estación paulatinamente bombea al río estas aguas. Por nuestro paso encontramos la desembocadura del río Tunjuelo, que trae las cargas de curtiembres de San Benito; el exceso de sedimentos producto de la sobre explotación minera (material sólido depositado en el fondo) y los desechos domésticos de los más de tres millones de habitantes del sur de Bogotá.
Como si fuera poco el daño ambiental en este mismo punto, paralelo al río se proyecta construir la Avenida Longitudinal de Occidente, ALO (proyecto que se encuentra incluido en el Plan de Ordenamiento Territorial, según el Decreto 190 de junio de 2004). La vía iría desde Chusacá hasta el Río Bogotá, cruzando por la Avenida Ciudad de Villavicencio y desde allí hasta la Calle 13. Este proyecto trae consigo un gran impacto social, debido a que hay que reubicar a cientos de familias ribereñas.
Además, la construcción de esta avenida afectaría los ecosistemas de humedales como el Capellanía, Juan Amarillo y La Conejera. Con esto se estaría rompiendo y desfigurando la poca estructura ecológica que le queda a la Ciudad.
Después de dos horas de navegación y de estar sobre el espeso y negro líquido que corre por el río Bogotá, comenzamos a sentir más ojos encima que nos observaban. En cuestión de segundos estábamos completamente rodeados por chulos. Como si estuviésemos invadiendo su territorio, aquellas aves carroñeras comenzaron a organizarse imponentemente por grupos, unos en las ramas, otros en la ribera y otros sobrevolaban nuestros botes.
Por momentos pensamos en que su instinto devorador los traería hacia nosotros. Pero la escena sólo duró unos minutos y decidimos alejarnos antes de que nuestro presentimiento se cumpliera. Después de pasar por el humedal de Tibanica, ubicado entre Bosa y Soacha, observamos la desembocadura del río Soacha y terminamos unos kilómetros más delante de la variante de Indumil (Industria Militar), en el barrio San Nicolás.
Allí los habitantes del sector nos recibieron con una lluvia de aplausos, como si fuéramos héroes, nos felicitaban por finalizar la navegación. Pero en realidad, los héroes eran ellos; familias que ya sea voluntaria o involuntariamente están viviendo y soportando los mosquitos, enfermedades e inundaciones, entre otras innumerables consecuencias de esta expansión urbana.
El objetivo de esta travesía por el río Bogotá fue intentar acercar a la ciudadanía y generar alto grado de sensibilización ante la problemática que vive uno de los pulmones que le quedan a la capital. También, el de evidenciar la situación por la que están pasando habitantes, flora y fauna de las rondas del río, entre otros.
Según Humberto Polo, directivo del sindicato de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) Sintraemsdes: “El incremento elevado de las tarifas del agua ha llevado a que 56 mil familias de escasos recursos sean desconectadas mensualmente. En total, al año hay más de 270 mil usuarios desconectados, algunos de forma transitoria y otros permanentemente”.
Esto ha impulsado al sindicato y al Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida (CNDAV) a luchar porque cada ciudadano sin excepción alguna tenga derecho a un consumo mínimo gratuito, que puede oscilar entre los 20 y 50 litros diarios por persona.
Paralelamente a esta última actividad, en el Salto del Tequendama, organizaciones ambientalistas llevaban a cabo una jornada de recolección de firmas en pro del referendo por el agua; la idea es recopilar más de 1’500.000 rúbricas para que el país entero sea convocado a votar por la no privatización del servicio y el acceso a un mínimo vital gratuito.
Por ahora esta navegación finaliza aquí, pero esperamos que la lucha por salvar al río Bogotá no termine.
El domingo 3 de agosto tuvimos nuestro último día de navegación, partiendo del barrio Las Palmitas, en la localidad de Kennedy, para llegar cinco horas después a San Nicolás, en el municipio de Soacha. Ese día, luego de tomar un desayuno a las 7:30 de la mañana, nos preparamos para recorrer el último tramo de la travesía ‘Referendo por el Agua’.
Pasadas las nueve arrancamos desde la estación de bombeo del barrio Gibraltar, que se conecta con el canal Cundinamarca, el cual recibe las aguas lluvias del sector. La estación paulatinamente bombea al río estas aguas. Por nuestro paso encontramos la desembocadura del río Tunjuelo, que trae las cargas de curtiembres de San Benito; el exceso de sedimentos producto de la sobre explotación minera (material sólido depositado en el fondo) y los desechos domésticos de los más de tres millones de habitantes del sur de Bogotá.
Como si fuera poco el daño ambiental en este mismo punto, paralelo al río se proyecta construir la Avenida Longitudinal de Occidente, ALO (proyecto que se encuentra incluido en el Plan de Ordenamiento Territorial, según el Decreto 190 de junio de 2004). La vía iría desde Chusacá hasta el Río Bogotá, cruzando por la Avenida Ciudad de Villavicencio y desde allí hasta la Calle 13. Este proyecto trae consigo un gran impacto social, debido a que hay que reubicar a cientos de familias ribereñas.
Además, la construcción de esta avenida afectaría los ecosistemas de humedales como el Capellanía, Juan Amarillo y La Conejera. Con esto se estaría rompiendo y desfigurando la poca estructura ecológica que le queda a la Ciudad.
Después de dos horas de navegación y de estar sobre el espeso y negro líquido que corre por el río Bogotá, comenzamos a sentir más ojos encima que nos observaban. En cuestión de segundos estábamos completamente rodeados por chulos. Como si estuviésemos invadiendo su territorio, aquellas aves carroñeras comenzaron a organizarse imponentemente por grupos, unos en las ramas, otros en la ribera y otros sobrevolaban nuestros botes.
Por momentos pensamos en que su instinto devorador los traería hacia nosotros. Pero la escena sólo duró unos minutos y decidimos alejarnos antes de que nuestro presentimiento se cumpliera. Después de pasar por el humedal de Tibanica, ubicado entre Bosa y Soacha, observamos la desembocadura del río Soacha y terminamos unos kilómetros más delante de la variante de Indumil (Industria Militar), en el barrio San Nicolás.
Allí los habitantes del sector nos recibieron con una lluvia de aplausos, como si fuéramos héroes, nos felicitaban por finalizar la navegación. Pero en realidad, los héroes eran ellos; familias que ya sea voluntaria o involuntariamente están viviendo y soportando los mosquitos, enfermedades e inundaciones, entre otras innumerables consecuencias de esta expansión urbana.
El objetivo de esta travesía por el río Bogotá fue intentar acercar a la ciudadanía y generar alto grado de sensibilización ante la problemática que vive uno de los pulmones que le quedan a la capital. También, el de evidenciar la situación por la que están pasando habitantes, flora y fauna de las rondas del río, entre otros.
Según Humberto Polo, directivo del sindicato de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) Sintraemsdes: “El incremento elevado de las tarifas del agua ha llevado a que 56 mil familias de escasos recursos sean desconectadas mensualmente. En total, al año hay más de 270 mil usuarios desconectados, algunos de forma transitoria y otros permanentemente”.
Esto ha impulsado al sindicato y al Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida (CNDAV) a luchar porque cada ciudadano sin excepción alguna tenga derecho a un consumo mínimo gratuito, que puede oscilar entre los 20 y 50 litros diarios por persona.
Paralelamente a esta última actividad, en el Salto del Tequendama, organizaciones ambientalistas llevaban a cabo una jornada de recolección de firmas en pro del referendo por el agua; la idea es recopilar más de 1’500.000 rúbricas para que el país entero sea convocado a votar por la no privatización del servicio y el acceso a un mínimo vital gratuito.
Por ahora esta navegación finaliza aquí, pero esperamos que la lucha por salvar al río Bogotá no termine.