Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El San Bernardo ha pasado por una impresionante transformación. Poco antes de que estallara la pandemia, en el barrio comenzaron a desaparecer las casas que aún guardaban vestigios del “Cartucho”, una de las ollas del microtráfico más grandes del continente a comienzos de siglo. De ahí para acá se siguió con el proceso de demolición de 341 predios, en donde hoy se tiene previsto uno de los planes parciales más importantes en la ciudad.
Con el proyecto se pretende construir 3.946 viviendas, en seis etapas en las que habrá edificios hasta de 23 pisos, en los que se espera habiten 10.772 personas. Sumado a esto, se busca habilitar 1,3 kilómetros de ciclorruta y construir un Centro Felicidad, con un área de 12.800 m², que tendrá capacidad para 3.000 visitantes diarios, ya que estará en uno de los lugares más céntricos de la ciudad, donde no solo están las avenidas Caracas y décima, sino el parque Tercer Milenio y, en el futuro, si todo sale como se tiene previsto, el complejo hospitalario San Juan de Dios, el Centro Internacional de Comercio San Victorino y una estación de la primera línea del metro.
“Es el primer ejercicio de renovación que se materializa. Está en el centro de la ciudad; contempla viviendas VIS (Interés Social) y VIP (Interés Prioritario), y la revitalización de uno de los espacios más grandes de la ciudad”, resalta Alejandro Callejas, gerente de Camacol Bogotá y Cundinamarca.
Pero no todo ha sido color de rosa. En los últimos meses se han conocido imágenes de familias que han sido desalojadas de la zona, tras no llegar a un acuerdo con la Empresa de Renovación Urbana (ERU), así como quejas de los vecinos, quienes aseguran que tanto los avalúos como los pagos por los predios han sido bajos. “Nos hemos sentido atropellados. En la primera etapa fueron muy bajos los precios y ahora estamos en la incertidumbre. Hemos sido víctimas del abandono de las instituciones, las alcaldías y la policía; víctimas de la violencia, y ahora nos quieren sacar del centro”, dijo Nubia Parra, habitante de la zona, en su intervención en el cabildo abierto del POT.
Historia
Vamos despacio. El barrio San Bernardo es uno de los más antiguos de la ciudad. En los primeros planos de Bogotá hace parte de Las Cruces, pero en medio de una expansión urbana se consolidó como un barrio de personas acomodadas, que prefirieron asentarse en las afueras de la capital. Su transformación habría comenzado con el Bogotazo, ya que después de esta fecha el centro se convirtió en una zona insegura, de la que pronto migraron sus habitantes.
“El Cartucho” se asentó en Santa Inés, por lo que San Bernardo se vio permeada. Tras su desaparición y la construcción del parque Tercer Milenio, parte de quienes habitaban las ollas de vicio se quedaron en el “Sanber”. Allí, a la par, se dio un proceso de transformación por cuenta de la construcción de troncales de Transmilenio, que llevaron a la desaparición del icónico mercado de muebles sobre la carrera décima. Estas obras viales tuvieron otro efecto: se convirtieron en barreras urbanas, que les impidieron a los habitantes de la zona relacionarse con barrios vecinos. Fue así como se propició la proliferación de habitantes de calle, pagadiarios, prostitución y venta de droga.
Sin embargo, esto no define completamente a San Bernardo. Si se evalúan las dinámicas sociales, el barrio estaba dividido en dos: el costado nororiental, donde se dio el alto deterioro social y urbanístico, y el globo central y sur, donde se conservó el carácter residencial, con actividades industriales y comerciales, sobre los principales ejes viales.
La renovación
En 2019 se aprobó el Plan Parcial San Bernardo - Tercer Milenio, que es el que se encuentra en ejecución. No se trata de todo el barrio, sino solo del costado que va entre la avenida Caracas y la carrera décima, entre las calles tercera y sexta; es decir, donde no solo se concentraban los expendios de droga, sino gran parte de los pagadiarios de la zona, pues, según los estudios predios del plan, allí se identificaron 838 unidades sociales de este tipo en 109 predios, en las que habitaban cerca de 1.471 personas, que pagaban en promedio $10.508 al día.
La licitación para el desarrollo del proyecto la ganó la constructora Las Galias, por $165.000 millones y la promesa de que daría descuentos hasta del 5 % a los propietarios actuales, que quisieran comprar vivienda dentro del proyecto. A la par, la ERU fue la encargada de la adquisición de los predios y de las expropiaciones administrativas en las zonas donde no se llegaron a acuerdos.
Este proceso ha sido demorado, no solo por problemas de saneamiento predial, como sucesiones, sino que tuvieron que enfrentar otras figuras como la extinción de dominio y las sesiones. No obstante, lo que más ha llamado la atención de los vecinos han sido las expropiaciones, pues no solo se han dado enfrentamientos con el Esmad, sino casos como el de una señora que se encadenó a la puerta de su casa para impedir la diligencia.
“Hay personas que llevamos más de sesenta años viviendo en el barrio, que con mucho esfuerzo hemos salido adelante y ahora nos van a sacar”, resaltó Parra. A su lamento se suman voces de otros vecinos, quienes temen por un aumento de la inseguridad y por el siguiente proceso de renovación, que está en etapa de diagnóstico.
Se trata del Plan parcial San Bernardo - Centro. En condiciones similares al que está en marcha, está compuesto por nueve manzanas, en las que se harán 2.000 nuevas viviendas VIS y VIP, pero, según la ERU, en esta zona, donde está el Instituto San Bernardo de la Salle, la estación 11 de la primera línea del metro de Bogotá (calle 2 y avenida Caracas), la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores y el Parque San Bernardo (calle 3), lo que se busca es fortalecer la vocación del centro del barrio San Bernardo, las actividades económicas y los oficios tradicionales, con el paso del metro.
Pese a ello, así no lo ven los vecinos, aunque en los últimos seis meses se han realizado jornadas de socialización del proyecto. Temen que se fraccione más el barrio y que se trasladen los problemas sociales a las áreas no intervenidas (como ya ha pasado) y que haya gentrificación (expulsión de moradores a las periferias). “No se está construyendo confianza, ni estamos construyendo la revitalización de este sector. Pareciera que ya está diseñada y la quieren imponer”, señaló Patricia Rojas, habitante de la zona, tras una jornada de concertación.
En respuesta, la ERU ha señalado que desde abril iniciaron las acciones de participación ciudadana, para las que han realizado recorridos, grupos focales y jornadas de diálogo en los últimos seis meses, que irán hasta diciembre y se han desarrollado de la mano de la formulación del plan parcial, que se radicaría en diciembre.
Al respecto Ómar Oróstegui, director de Futuros Urbanos, señala que lo que ocurre en este caso es lo mismo que ha ocurrido con la tala de árboles y otros proyectos en la ciudad. “Aquí hay algo que no se está haciendo y es una adecuada gestión social en las obras de estructuración pública. No hay protocolos de intervención social y cada entidad lo asume como considera y eso es un error, por lo que terminan muchas obras retrasadas”.
Como alternativa, en este caso, dentro del proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) se incluyó una política de moradores, con la que se busca asegurar que los constructores garanticen tanto a quienes viven como a quienes son propietarios de los predios el adquirir una vivienda con los mismos metros cuadrados en la zona, convertirlos en inversionistas del proyecto o comprar los predios bajo el avalúo comercial, para garantizar sus derechos. A pesar de esto, lo cierto es que, por ahora, deben continuar con la concertación para generar confianza en el barrio, pues si bien no se van a tocar siete viviendas de interés cultural que hacen parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad, ni colegios como el San Bernardo de la Salle y el Distrital Antonio José Uribe, los habitantes serán fundamentales para garantizar la agilidad del proyecto.
Sobre la mesa también están en juego las cartas del Distrito con respecto a la priorización de la renovación urbana sobre la expansión, pues, como lo mencionaba Callejas, de Camacol, este no solo es uno de los proyectos más grandes a ejecutar sino el primero de su tipo en un lugar tan céntrico de la ciudad, que por ahora sigue en manos del Distrito.
Lo que vienen son las obras. En el cronograma del proyecto, la constructora garantiza las primeras entregas a un poco más de un año de iniciada la construcción, mientras que el Distrito deberá ir a la par en la materialización del Centro Felicidad y el reverdecer de la zona, lo que al fin de cuentas será fundamental, no solo para revitalizar la zona, sino para demostrar lo que vendría con las renovaciones urbanas en Bogotá.