A junio de 2024 el embalse de Chuza está al 35,8% de llenado.
Foto: Acueducto de Bogotá
Cada tanto Bogotá ha estado sometida al fantasma del racionamiento. Desde su expansión como ciudad capital, los gobernantes han encontrado sobre su escritorio el dilema que implica satisfacer la sed de una urbe en expansión. Desde las primeras cuatro décadas del siglo XX, Bogotá pasó de obtener el agua en acuíferos próximos al casco urbano a buscar el preciado recurso en los acuíferos del área limítrofe, llegando al páramo de Chingaza y a los ríos Gatiquia, Chuza y el Frío.
Por Miguel Ángel Vivas Tróchez
Periodista egresado de la Universidad Externado de Colombia interesado en Economía, política y coyuntura internacional.juvenalurbino97 mvivas@elespectador.com
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