Sismos en Bogotá: zonas de riesgo y efectos, ¿estamos preparados?
Cada vez que hay un temblor surge la pregunta de si Bogotá está preparada para una gran emergencia. Los estudios y las normas revelan cuál es el camino que se ha trazado y lo que se debe corregir. Este es el panorama.
Alexánder Marín Correa
Cada vez que un temblor sacude a Bogotá surge la misma pregunta ¿qué tan preparada está la ciudad en caso de un desastre de gran magnitud? En especial, teniendo en cuenta el movimiento telúrico de este jueves y sus réplicas (que superaron los 5 grados en la escala de Richter), que no solo generó pánico, sino daños leves, emergencias en varios puntos y una víctima fatal. A pesar de esto, la respuesta apunta a que los estudios, la insistencia en los simulacros y el monitoreo constante ha servido para preparar mejor a la ciudad. Pero ¿qué tan alto es el riesgo?
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Cada vez que un temblor sacude a Bogotá surge la misma pregunta ¿qué tan preparada está la ciudad en caso de un desastre de gran magnitud? En especial, teniendo en cuenta el movimiento telúrico de este jueves y sus réplicas (que superaron los 5 grados en la escala de Richter), que no solo generó pánico, sino daños leves, emergencias en varios puntos y una víctima fatal. A pesar de esto, la respuesta apunta a que los estudios, la insistencia en los simulacros y el monitoreo constante ha servido para preparar mejor a la ciudad. Pero ¿qué tan alto es el riesgo?
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Para comenzar, es clave conocer dónde estamos parados: Bogotá está en zona de alta influencia sismológica y expuesta a diversos sistemas de fallas geológicas activas como la falla Frontal Cordillera Oriental, la Usme, la Guaicaramo Norte, la Ibagué y la Algeciras-Balsillas, y sus efectos están ligados a su distancia con la capital. Esto ha llevado a los organismos de socorro a afirmar que la ciudad no está en zona de alto impacto, pero sí en riesgo intermedio. Esto ha obligado a las autoridades a realizar estudios y proyecciones, para estar preparados ante una emergencia.
Y es gracias a esos estudios y análisis de datos históricos, que hoy pueden decir que los temblores en la ciudad eventualmente tienen una magnitud superior a siete grados en la escala de Richter, afirmación que confirma el histórico de sismos, donde se ve que, de casi 60 grandes eventos registrados en la historia de Bogotá, solo 11 han superado esa cifra y solo uno, el del terremoto de 1979, llegó a 8,1 grados. Gracias a esto se completan más de 50 años sin reportar grandes daños, pese a los fuertes sacudones en la capital.
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Eso sí, esto no quiere decir que se deba bajar la guardia. Y por eso, como parte de la preparación, no solo se ha fortalecido la red de acelerógrafos y estaciones en diferentes zonas, con los que el Idiger registra la actividad sísmica de la capital e identifica las zonas que han estado expuestas a más temblores. A lo que se suman estudios detallados de los suelos, que han permitido elaborar la microzonificación sísmica, para definir parámetros de diseño y construcción de edificios según cada sector de la capital.
Los estudios que se han hecho sobre el riesgo sísmico en Bogotá han llegado a tal detalle que hoy cuentan con proyecciones y cálculos sobre los efectos en la ciudad de un movimiento telúrico que supere los estándares normales de la actividad sísmica en la capital. Dependiendo del origen del movimiento telúrico, la intensidad, la distancia del epicentro y los tipos de construcción, el Distrito está en capacidad de pronosticar de manera tentativa la cantidad de manzanas afectadas, el nivel de daño, el costo y las zonas más afectadas.
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Hoy, por ejemplo, según el Índice de Riesgo por Sismo, las localidades más vulnerables son las del centro como La Candelaria, Santa Fe y Los Mártires, a las que se suman Chapinero, Usaquén y Fontibón. Así está consignado en la última modelación de riesgo sísmico en edificaciones de Bogotá, en donde calcularon los daños sobre las 44.141 manzanas en la capital, según la intensidad del movimiento telúrico. En el peor escenario, con sismos superiores a los 7 grados en la escala de Richter, los afectos varían dependiendo del epicentro.
Las más catastróficas, dice el análisis, serían los que tuvieran origen en la falla Frontal Cordillera Oriental y la Falla Usme. Según la modelación, en la primera 2.700 manzanas estarían en riesgo severo o fuerte y casi 34.000 en moderado leve, generando pérdidas por $62 billones. En la segunda serían 19.357 en riesgo fuerte y 19.492 en moderados o leve, con costos cercanos a los $59 billones. Los mayores efectos se sentirían en las localidades del centro como San Cristóbal, Santa Fe, Los Mártires y La Candelaria. Los riesgos producto de sismos en las otras fallas, serían en su mayoría moderados o leves, generando pérdidas inferiores a los $25 billones.
Estamos preparados
Para expertos en sísmica como el ingeniero Daniel Ruiz, profesor de la Facultad de Ingeniería de la U. Javeriana y quien estudia el comportamiento de estructuras en terremotos, es claro que Bogotá tiene una condición de sismicidad compleja, debido a que en Colombia confluyen tres placas sísmicas y un sistema de fallas, que recorren de sur a norte.
“Y es más compleja si se considera que originalmente Bogotá era un lago y tenemos depósitos profundos del lago. Por ejemplo, cerca de los cerros, donde está la Javeriana, hay depósitos de poca profundidad, cinco o seis metros de arcillas blandas, pero en la zona del aeropuerto hay 500 metros de arcilla blandas. Eso hace que la respuesta de Bogotá sea variable en función la ubicación”.
Es por esto que la intensidad con la que sienten los ciudadanos los temblores varía según la zona, al estar influenciado por el tipo de suelo y las estructuras, en especial en una ciudad con 944.690 edificios, de los cuales 481.085 (51%) tienen entre 1 y 2 pisos; 420.178 (44%), entre 3 y 4; 33.205 (4%), entre 5 y 6; 8.278 (1%), entre 7 y 12 pisos, y menos de 2.000 tienen más de 12 pisos. En cuanto a su antigüedad se tiene que 354.652 (37%) se construyeron entre 1960 y 1985; 346.985 (37%), entre 1986 y 1999; 47.280 (5%), antes de 1959, y 35.805 (4%), luego del 2000.
Pese a esto, para el ingeniero Ruiz, estos datos no son novedad y por tal motivo la preparación de Bogotá se inició hace muchos años, con la norma de sismo resistencia, que busca que las edificaciones sean capaces de soportar sismos de una gran magnitud, y al trabajo de instituciones como el Idiger, que se encargan de una preparación para atención de emergencias.
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Pese a la preparación y los estudios, para Ruiz hay un problema importante por revisar con más detalles y es que una gran fracción de las viviendas en la ciudad son informales. “Eso quiere decir que, probablemente, no pasaron por la supervisión técnica de un ingeniero o de un arquitecto, son viviendas de autoconstrucción y más del 50% de las edificaciones en Bogotá pueden tener esa condición. Ese es realmente es el problema que puede llegar a tener la capital”.
Pero destaca que, actualmente, el país tiene un código que probablemente es de los más modernos del mundo, que lleva a contar cada día con estructuras más seguras. “Eso quiere decir que, desde la ingeniería civil, sabemos qué hacer para que una edificación se comporte sísmicamente bien. Además, las investigaciones a nivel nacional pretenden establecer cuáles son las condiciones de sismicidad y sismo resistencia, para que las edificaciones no colapsen”.
Seguro la ciudad está lejos de los niveles de prevención de ciudades con Santiago (Chile), Tokio (Japón) o California (Estados Unidos), que su constante riesgo los llevó a volverse prepararse mejor para enfrentar los terremotos, pero se vienen haciendo cosas para que cada día sean menores los efectos de un gran sismo en la ciudad.
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