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Lejos de haber nacido en un pesebre, de seguir la estrella de David o de utilizar un traje rojo y una abundante barba blanca, estas personas han decidido dedicar su Navidad a hacer felices a otros. Entregan su tiempo, dedicación e incluso sus propios recursos para brindar ayudas y un poco de sosiego a aquellas poblaciones menos favorecidas que, por la desigualdad, una enfermedad o una mala decisión, en medio de la fiesta navideña, tienden a quedar en el olvido.
Un ejemplo es Carolina Escobar, médica que dedicaba su vida a la gerencia en salud y que luego de haberse contagiado de COVID-19 en marzo decidió darle un giro trascendental a su estilo de vida. “Llegó un día en el que me levanté y dije: ‘No puedo seguir detrás de un computador manejando una empresa. Tengo que hacer otra cosa’”. Desde ahí se propuso dedicarse completamente a hacer lo que realmente le llenaba: ayudar a los demás.
Cinco meses después renunció a su trabajo y aprovechando algunos ahorros, que le permitían dedicarse de lleno a su labor social, se acercó al barrio Bosque Calderón. Allí conoció las necesidades de la comunidad y se propuso ayudarles recogiendo donaciones, para darles alimentos y ropa. No obstante, sabía que tenía que hacer algo más, así que se dedicó a gestionar el mejoramiento de viviendas del sector. Hoy, cinco meses después de haber tenido el primer contacto con la comunidad, Carolina a nombre de “Caco Escobar Reciclando Amor” se encuentra adecuando la tercera vivienda, habiéndose ganado la confianza y el aprecio de los habitantes del barrio.
Mientras tanto, la fundación quiere acompañar a los niños de Bosque Calderón con regalos, celebración y música para ofrecerles una Navidad agradable. “Hace poco alguien me escribió: Que tengas una Navidad muy regalada, y le contesté: Ya lo ha sido, mi regalo fue cada uno de los corazones que he tocado”, agregó.
Si para Carolina haber padecido el COVID-19 la hizo tomar una decisión, para Alejandra Ahumedo, creadora de la fundación Transformando Libertad, haber estado en la cárcel modificó por completo su perspectiva de vida. Con tan solo 22 años, y luego de haber pasado 14 meses recluida en El Buen Pastor, ella, además de retomar sus estudios de derecho en la Universidad del Rosario, decidió dedicarse a buscar maneras de motivar y apoyar a las que habían sido sus compañeras, generando espacios de aprendizaje, tanto para las internas como para la ciudadanía en general, con el fin de modificar el discurso negativo que se tiene sobre la población carcelaria.
“Nos dimos cuenta de que a nosotros de nada nos sirve llenar la cárcel de kits de aseo o hacerles mil talleres a ellas, si aquí en la calle no están preparados o no entienden bien por qué son importantes los procesos de resocialización o por qué a los internos se les deben respetar los derechos humanos”, mencionó Ahumedo.
Para ella, lograr un verdadero cambio en la población privada de la libertad es importante, y es por medio de acciones concretas que estas personas pueden efectuar un verdadero cambio en el interior de la cárcel. Por lo tanto, en fechas especiales como la de ahora, Transformando Libertad junto con la Fundación Pazósfera quieren alegrar la Nochebuena de las reclusas, brindando un refrigerio navideño y un mensaje de esperanza a más de 700 mujeres, junto con la sorpresa de darles una sala de cómputo para que puedan tener mayores espacios de aprendizaje y contacto con sus familias.
Y así, partiendo de ilusiones como el de la libertad que tienen las reclusas de El Buen Pastor, la Navidad trasciende a sueños como los que Diego Camacho, junto con su fundación Piensa en Grande, ha cumplido, regalándoles momentos a niños que sufren de cáncer.
Él, desde hace casi siete años, ha transformado la Navidad de niños que pasan estas fechas en hospitales, acompañándolos a ellos y a sus familias durante la noche, brindándoles un momento alegre, en el que, por un instante, puedan olvidar la situación en la que se encuentran. Diego, luego de haber dedicado gran parte de su vida al fútbol profesional, decidió “ponerse la diez”, pero para ayudar a estos pequeños, intentando cumplirles alguno de sus sueños durante el tiempo que les queda de vida. Es por eso que a niños de hospitales como La Misericordia los ha acompañado a conocer el mar, regalándoles una experiencia digna de recordar.
“Por lo general los papás, los hombres, en estas situaciones faltan siempre. Las mamás son las que están luchando. Es durísimo, porque llega las 12 de la noche y ver los pasillos vacíos y la gente llorando es complicado, por eso trato de transformar sus vidas, aunque sea en este momento”, dijo Camacho.
Ayudar sin esperar nada a cambio se convirtió en la premisa de estas personas. De hecho, el reconocimiento no es algo que esté entre sus planes, sino más bien seguir cambiando la vida de otros. Yinna Bedoya, junto con sus familiares y amigos, lleva ayudando a personas necesitadas desde 2004, según ella, “buscando retribuir de alguna manera lo que Dios le ha dado”. Así, sin representar a alguna fundación, o hacerlo a nombre propio, ha dedicado gran parte de su vida a buscar sonrisas y a llenar con su entusiasmo las necesidades de quienes se va encontrando en el camino.
De esta forma, poblaciones de Bogotá y Cundinamarca han recibido de su mano amiga el impulso y los insumos para mejorar sus condiciones. Para este año su mirada se enfocó en San Antonio del Tequendama, en donde, además de acompañar a las familias durante el 24 de diciembre, quiere construir una casa para un joven en condición de discapacidad. Aunque aún le faltan recursos, confía en que podrá lograrlo. “La gente necesita amor y necesita afecto. Nosotros el 24, más allá de las donaciones y todo lo que llega, les damos eso: compañía, cariño y respeto”, relató Yinna.
Para ellos y para muchas más personas y fundaciones el valor de acompañar a otros es lo que cuenta y lo que sin duda les da alientos para seguir. Al final, su intención es contagiar a las personas de estas buenas acciones, ya sea uniéndose a las suyas o emprendiendo sus propias iniciativas. “Me quedo sin palabras al definir la paz que se siente luego de haber terminado la actividad. A las 12 de la noche todos, muy cansados y agotados, sentimos ese deber cumplido y la felicidad de ver que todo salió muy bien”. De esta manera, como dice Yinna, la Navidad trasciende al viejo villancico y se convierte, efectivamente, en una noche de paz y en una noche de amor.
Las personas interesadas en saber más de estas iniciativas y hacer donaciones económicas o en especie, podrán hacerlo contactándose con las fundaciones. Para ayudar al barrio Bosque Calderón, pueden encontrar a Carolina Escobar en Instagram como @cacoescobarreciclandoamor y en el caso de Alejandra Ahumedo y su apoyo a las internas de El Buen Pastor como @transformandolibertad.
En cuanto a Diego Camacho y su labor con los niños con cáncer, también en Instagram como @fpiensaengrande. En el caso de Yinna Bedoya y su objetivo de acompañar a la población de San Antonio Del Tequendama además de construir la casa para un joven en condición de discapacidad, por medio del correo neyo3535@gmail.com.