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La emergencia en Sutatausa, Cundinamarca, donde perdieron la vida al menos 11 mineros, es una tragedia que duele, pero no sorprende. Los riesgos asociados a las actividades extractivas son una realidad a la que se acostumbraron sus habitantes, así como los de otros cinco municipios aledaños de la provincia de Ubaté, donde la mayoría vive de este oficio y cada año son testigos de una emergencia diferente. El año pasado, por ejemplo, murieron dos mineros en Cucunubá y dos en Lenguazaque. El total, en el departamento fueron 17 muertes (14,9% del total nacional).
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El incidente, que tiene de luto a la población, ocurrió pasadas las 8:00 p.m. del lunes. “Estábamos comiendo cuando se escuchó durísimo una explosión. Pensamos que había sido un trueno, pero luego llegó el mensaje del accidente en las minas. Los que murieron eran jóvenes de 23 y 24 años”, dijo una habitante de la vereda El Salitre.
El epicentro fue en la vereda Los Pozos, en límites con Cucunubá, donde la empresa Minas y Minerales (Minminer) ejerce un título de explotación de carbón, en un predio de 502 hectáreas. “El título es legal y está en seguimiento y control, es decir, se le hacen visitas periódicas. A la fecha no contábamos con reporte de irregularidades. Nosotros estamos esperando a que pase la labor de rescate para hacer una nueva visita”, indicó Bryan Guillermo Martínez, director regional de la CAR Ubaté.
La tragedia afectó puntualmente las minas La Golondrina, El Eléctrico, Los Chocos, La Llanada, Los Hoyos, El Pedregal y La Esperanza, que forman parte del sistema de 46 bocaminas (varias interconectadas) y donde se trabaja en turnos de 6:00 a.m. a 1:30 p.m. y de 1:30 p.m. a 8:00 p.m. Pasada esa hora ingresa el grupo de mantenimiento, que fue el más afectado.
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Al parecer los mineros de la bocamina Los Chocos fueron los más perjudicados tras la explosión, debido a un derrumbe que dificulta el rescate de los cuatro trabajadores, entre ellos el de Daniel Sierra, de 27 años, que acababa de ingresar a la mina para su turno de mantenimiento. “Cada año muere alguien, esto no es nuevo”, afirmó Filadelfo Sierra, padre de Daniel y quien también ejerció la minería por 15 años.
Según las autoridades, la explosión se dio por acumulación de gases, que ocurre generalmente por problemas en el sistema de ventilación. Así lo confirmó el minero Gómez, quien advierte que hay minas con problemas de acumulación de gases y mala ventilación. “Como hay varias minas interconectadas, si una tiene un problema de este tipo, las otras también. Eso los administradores no lo tienen en cuenta y fue lo que ocurrió”.
Las labores de rescate comenzaron antes de la medianoche y al amanecer el balance fue doloroso: 11 trabajadores perdieron la vida y una decena quedaron en los socavones. En el transcurso del día se controlaron los niveles de ventilación en las minas, para mejorar el flujo de oxígeno y hacer más seguro el rescate e intentar preservar la vida de quienes permanecían atrapados, explicó el socorrista Eliécer Romero. En horas la tarde, mientras las familias de las víctimas permanecían en inmediaciones de las minas, el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, ratificó la cifra de 11 muertos y que en el hospital de Ubaté atendieron a tres socorristas intoxicados por los gases.
“Pudieron ser más los muertos, pues en cada bocamina había por lo menos 30 personas en el turno de la noche. Los que están adentro, dicen, son los de mantenimiento”, aseveró Yamid Morales, un manizaleño que se mudó a Sutatausa buscando mejores condiciones económicas con la minería.
Morales agregó que en la zona la Agencia Nacional Minera debería tener a más operarios especializados para medir la cantidad de gas bajo tierra, mejorar la ventilación y la vigilancia, pues “solo viene cada año a revisar. Debería ser más periódico, porque somos humanos, tenemos familia y estamos expuestos al peligro”.
“Aquí no hay más que hacer”
El municipio Sutatausa, al norte de Cundinamarca, junto a Cucunubá, Tausa, Lenguazaque, Guachetá y Carmen de Carupa, conforman una de las cunas mineras del departamento, al punto de ubicarlo como el principal productor de carbón metalúrgico de Colombia. Entre todas estas poblaciones no suman más de 53.000 habitantes. A pesar de esto, hay 101 títulos vigentes (con licencia ambiental). Es decir, hay un título legalmente activo por cada 500 pobladores.
La afirmación de que la mayoría vive de la extracción de minerales la valida el Departamento Nacional de Planeación (DNP), entidad que resalta que explotar carbón es la principal actividad económica de la zona y estima que siete de cada 10 habitantes derivan su sustento de estas tareas. “Aquí la mayoría vivimos de esto, porque no hay más. Entonces, toca meterse en las minas y que Dios lo proteja a uno”, dijo Argemiro Gómez Rodríguez, quien lleva 27 años como minero.
La minería es uno de los sectores laborales más riesgosos del país, como lo indicó el Observatorio de Seguridad y Salud en el Trabajo, del Consejo Colombiano de Seguridad. En su informe sobre accidentes de trabajo, enfermedades de origen laboral y la mortalidad, señaló que el año pasado hubo 21.935 accidentes, 352 enfermedades laborales y 114 muertes en minas. Las muertes representan una tasa de 65,18 muertes por cada 100.000 trabajadores, “siendo 14 veces superior a la tasa nacional, que fue de 4,51 muertes por cada 100.000”.
Con la tragedia del lunes, vale recordar que en mayo del año pasado murieron Arley Castillo y Jonathan Martínez dentro de la mina de carbón El Espino, ubicada en Cucunubá; un mes después murieron Julio Farfán y Andrés Latorre en la mina Los Cerezos, en zona rural de Lenguazaque, Cundinamarca, tras una explosión, producto de acumulación de gases, y en agosto, también en Lenguazaque, nueve mineros quedaron atrapados, luego un derrumbe en la mina El Bosque, pero los rescataron con vida. Ahora, con la muerte de 11 mineros en Sutatausa, las cifras siguen en ascenso, al igual que el llamado a mejorar las condiciones de seguridad.