Teatro de firmantes y víctimas del conflicto en Usme: espacio para alzar el telón de la paz
En la zona rural crece la esperanza de crear un teatro conformado por excombatientes y víctimas. El plan será parte de las iniciativas con las que empezarán a implantarse decisiones de la justicia restaurativa.
Fernan Fortich
En zona rural de Usme, en un sitio que hoy se conoce como La Granja, un grupo de excombatientes y víctimas impulsan un particular proyecto: convertir al teatro en escenario de penas restaurativas a firmantes del Acuerdo de Paz. La propuesta forma parte de las fases de los Trabajos, Obras o Actividades con contenido Restaurador (TOAR), del Tribunal Especial de Paz, con los que buscan resolver las tensiones sociales que dejó el conflicto y, de paso, satisfacer las obligaciones de responsabilidad individual con sanciones propias.
La idea nació en medio de los encuentros que se han celebrado en Bogotá entre víctimas, firmantes del Acuerdo de Paz, representantes del Estado y civiles para impulsar proyectos de justicia restaurativa. Específicamente fue en una reunión entre la Mesa de Víctimas de Usme y la Asociación de Construcción Colectiva Unidad de Transformación (Asocunt) donde las víctimas pidieron algo relacionado con cultura y memoria. “Nos pidieron un esfuerzo en materia de cultura. Ahí empezamos a unificar proyectos, pero todo gracias al impulso de las víctimas, que esperan algo sólido, que beneficie a la gente más vulnerable”, afirma Luis Hernando Tangarife, firmante del Acuerdo de Paz en Bogotá.
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Por casualidad, a la Asociación por esos días le donaron equipos y mobiliario que habían quedado sin uso tras la pandemia, cuando más de 6.000 teatros cerraron sus puertas. Pertenecieron al grupo Cábala, que sin público no tuvo más opción que dejar su escenario. Un día, Albeiro Acevedo, miembro de una asociación de firmantes del Acuerdo de Paz y víctimas, pasó por la sala que estaban desocupando. “Allí, uno de los fundadores, conocido mío, me dijo: ¿Qué hacemos con este mobiliario? Y, casi sin pensarlo, le dije, me lo llevó a La Granja”, relató Acevedo, quien hoy se prepara para postular una agrupación teatral como proyecto de reparación integral.
Para proteger los muebles del clima de la zona montañosa al sur de la ciudad, en la Asociación adecuaron una carpa, similar a la de un circo, con colores fluorescentes que destacan en el paisaje, cerca de la Plaza Fundacional de Usme. Cuando termine de ser renovado, el espacio sería uno de los pocos teatros rurales de Colombia, aseguran los firmantes del Acuerdo.
Un teatro de La Granja
En 2017, Luis Hernando Tangarife fue puesto en libertad condicional tras la firma del Acuerdo de Paz en Colombia. Esto significó una nueva etapa de reinserción, luego de haberse unido a las Farc en 1996, en el municipio de Supía (Caldas). “En ese momento me convocan unos mineros, que trabajaban para un pueblo cercano al mío, para que le hiciéramos difusión a una huelga, pero yo me comprometí mucho con la situación. Luego, los mineros pidieron ayuda de la organización armada y eso solucionó los problemas”, recuerda Tangarife, quien 26 años después vive en Usme.
Como muchos de los firmantes del Acuerdo de Paz, Tangarife migró a un lugar con oportunidades de trabajo, donde tenía cierta familia y donde el conflicto no era desconocido: Usme.
Esta localidad no solo concentra el 5,3 % de las víctimas que residen en la capital y el 10 % de los firmantes del Acuerdo de Paz de las Farc, sino que tiene una historia ligada al conflicto. Según registros, en Usme, entre 1990 y 2003, el bloque urbano Antonio Nariño de las Farc perpetró dos matanzas, en las que murieron 20 personas, y la Fuerza Pública una, en la que murieron seis más.
Hoy, con los lejanos recuerdos de aquella guerra, su zona rural se ha convertido en epicentro de encuentros entre actores y víctimas de conflicto armado para el desarrollo de proyectos relacionados con la paz. Tras varios talleres y encuentros de reparación, todos se dieron a la tarea de desarrollar piezas de teatro, que representen relatos en tres actos, que reparen el tejido social roto luego de cinco décadas de guerra en el país.
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“Es una manera de mostrarle a la gente que estamos comprometidos con el proceso de pacificación, y mantener un tejido social en el territorio. Y el teatro es parte de cómo recuperar los relatos de una comunidad que ha sufrido la violencia en el país”, aseguró Tangarife, encargado del desarrollo del teatro. Los guiones de las obras se construyeron a través de mesas y talleres con la comunidad, en las que se dedicaron a recuperar la memoria histórica. El nuevo teatro rural, junto con otros dos proyectos, se presentarán a las TOAR, que serán validados por el Tribunal Especial de Paz y que podría ser uno de los primeros escenarios de justicia restaurativa desde la firma del Acuerdo de Paz.
La tarea de abrir el telón
Como esta iniciativa, en la capital del país hay decenas de proyectos productivos de firmantes de paz y víctimas. No obstante, pese a tener las ideas claras, su financiación sigue siendo un reto para la implementación del Acuerdo de Paz. Según indicó en su último informe el Instituto Kroc, organización que hace seguimiento a procesos de paz en el mundo, conseguir los recursos continúa siendo uno de los principales retos.
“Hay varias potenciales fuentes de financiamiento de las TOAR. Está el Presupuesto General de la Nación y los entes territoriales, el Sistema de Regalías y los recursos aportados por los comparecientes, a través de la SAE, por ejemplo. Por su parte, la cooperación internacional también podría apalancar la implementación de estas iniciativas”, puntualizó Vladimir Rodríguez, alto consejero de Víctimas, Paz y Reconciliación de Bogotá.
Se espera que el próximo martes se realice el lanzamiento de las TOAR, lo que significará el inicio del proceso de implementación de la justicia restaurativa, para pagar las penas por hechos ocurridos durante el conflicto armado. Este proceso es clave para firmantes, víctimas, agentes del Estado y la comunidad, aseguró Albeiro Acevedo, debido a que “estos proyectos entre asociaciones ayudan a unir y a organizarse a las personas que comparten un territorio”.
De esta manera, en el sur de la capital, el Acuerdo de Paz parece lanzarse hacia una etapa clave en la pacificación del país: la imposición de penas y la recuperación de lazos sociales rotos tras el conflicto a través de proyectos comunitarios. Y en la zona rural de Usme el teatro podría levantar el telón para un nuevo acto en la construcción de paz en el país.
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En zona rural de Usme, en un sitio que hoy se conoce como La Granja, un grupo de excombatientes y víctimas impulsan un particular proyecto: convertir al teatro en escenario de penas restaurativas a firmantes del Acuerdo de Paz. La propuesta forma parte de las fases de los Trabajos, Obras o Actividades con contenido Restaurador (TOAR), del Tribunal Especial de Paz, con los que buscan resolver las tensiones sociales que dejó el conflicto y, de paso, satisfacer las obligaciones de responsabilidad individual con sanciones propias.
La idea nació en medio de los encuentros que se han celebrado en Bogotá entre víctimas, firmantes del Acuerdo de Paz, representantes del Estado y civiles para impulsar proyectos de justicia restaurativa. Específicamente fue en una reunión entre la Mesa de Víctimas de Usme y la Asociación de Construcción Colectiva Unidad de Transformación (Asocunt) donde las víctimas pidieron algo relacionado con cultura y memoria. “Nos pidieron un esfuerzo en materia de cultura. Ahí empezamos a unificar proyectos, pero todo gracias al impulso de las víctimas, que esperan algo sólido, que beneficie a la gente más vulnerable”, afirma Luis Hernando Tangarife, firmante del Acuerdo de Paz en Bogotá.
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Por casualidad, a la Asociación por esos días le donaron equipos y mobiliario que habían quedado sin uso tras la pandemia, cuando más de 6.000 teatros cerraron sus puertas. Pertenecieron al grupo Cábala, que sin público no tuvo más opción que dejar su escenario. Un día, Albeiro Acevedo, miembro de una asociación de firmantes del Acuerdo de Paz y víctimas, pasó por la sala que estaban desocupando. “Allí, uno de los fundadores, conocido mío, me dijo: ¿Qué hacemos con este mobiliario? Y, casi sin pensarlo, le dije, me lo llevó a La Granja”, relató Acevedo, quien hoy se prepara para postular una agrupación teatral como proyecto de reparación integral.
Para proteger los muebles del clima de la zona montañosa al sur de la ciudad, en la Asociación adecuaron una carpa, similar a la de un circo, con colores fluorescentes que destacan en el paisaje, cerca de la Plaza Fundacional de Usme. Cuando termine de ser renovado, el espacio sería uno de los pocos teatros rurales de Colombia, aseguran los firmantes del Acuerdo.
Un teatro de La Granja
En 2017, Luis Hernando Tangarife fue puesto en libertad condicional tras la firma del Acuerdo de Paz en Colombia. Esto significó una nueva etapa de reinserción, luego de haberse unido a las Farc en 1996, en el municipio de Supía (Caldas). “En ese momento me convocan unos mineros, que trabajaban para un pueblo cercano al mío, para que le hiciéramos difusión a una huelga, pero yo me comprometí mucho con la situación. Luego, los mineros pidieron ayuda de la organización armada y eso solucionó los problemas”, recuerda Tangarife, quien 26 años después vive en Usme.
Como muchos de los firmantes del Acuerdo de Paz, Tangarife migró a un lugar con oportunidades de trabajo, donde tenía cierta familia y donde el conflicto no era desconocido: Usme.
Esta localidad no solo concentra el 5,3 % de las víctimas que residen en la capital y el 10 % de los firmantes del Acuerdo de Paz de las Farc, sino que tiene una historia ligada al conflicto. Según registros, en Usme, entre 1990 y 2003, el bloque urbano Antonio Nariño de las Farc perpetró dos matanzas, en las que murieron 20 personas, y la Fuerza Pública una, en la que murieron seis más.
Hoy, con los lejanos recuerdos de aquella guerra, su zona rural se ha convertido en epicentro de encuentros entre actores y víctimas de conflicto armado para el desarrollo de proyectos relacionados con la paz. Tras varios talleres y encuentros de reparación, todos se dieron a la tarea de desarrollar piezas de teatro, que representen relatos en tres actos, que reparen el tejido social roto luego de cinco décadas de guerra en el país.
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La tarea de abrir el telón
Como esta iniciativa, en la capital del país hay decenas de proyectos productivos de firmantes de paz y víctimas. No obstante, pese a tener las ideas claras, su financiación sigue siendo un reto para la implementación del Acuerdo de Paz. Según indicó en su último informe el Instituto Kroc, organización que hace seguimiento a procesos de paz en el mundo, conseguir los recursos continúa siendo uno de los principales retos.
“Hay varias potenciales fuentes de financiamiento de las TOAR. Está el Presupuesto General de la Nación y los entes territoriales, el Sistema de Regalías y los recursos aportados por los comparecientes, a través de la SAE, por ejemplo. Por su parte, la cooperación internacional también podría apalancar la implementación de estas iniciativas”, puntualizó Vladimir Rodríguez, alto consejero de Víctimas, Paz y Reconciliación de Bogotá.
Se espera que el próximo martes se realice el lanzamiento de las TOAR, lo que significará el inicio del proceso de implementación de la justicia restaurativa, para pagar las penas por hechos ocurridos durante el conflicto armado. Este proceso es clave para firmantes, víctimas, agentes del Estado y la comunidad, aseguró Albeiro Acevedo, debido a que “estos proyectos entre asociaciones ayudan a unir y a organizarse a las personas que comparten un territorio”.
De esta manera, en el sur de la capital, el Acuerdo de Paz parece lanzarse hacia una etapa clave en la pacificación del país: la imposición de penas y la recuperación de lazos sociales rotos tras el conflicto a través de proyectos comunitarios. Y en la zona rural de Usme el teatro podría levantar el telón para un nuevo acto en la construcción de paz en el país.
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