Tras las pistas de las muertes sistemáticas en el centro de Bogotá
Las autoridades han podido establecer que si bien no existe una casa de pique en Bogotá, sí hubo un centro de tortura. Uno de los seis cuerpos hallados en el centro de la capital fue atacado en ese sitio, ubicado en la localidad de Santa Fe.
A dos casas de un colegio distrital, y en el corazón de una zona residencial del centro de Bogotá, está la “casa de los masajes”. El sitio lo identificó la Fiscalía como centro de tortura y ajuste de cuentas, y según la Policía, desde ese predio transportaron uno de los seis cuerpos que encontraron en el último mes, envueltos en bolsas y abandonados en diversos puntos de la ciudad. Aclaró, eso sí, que las otras cinco víctimas no tendrían conexión con dicha casa.
El cadáver, que tenía 161 puñaladas (algunas en los ojos) y marcas de asfixia mecánica, lo abandonaron en una calle de la localidad de Antonio Nariño. El traslado desde el sitio del crimen estuvo a cargo de dos hombres, que están en prisión. Los vincularon como responsables de intentar ocultar el cadáver y de ser parte de la banda que comanda las acciones ilegales en la zona. Del centro de “tortura” también se tendrían reportes de agresiones físicas contra otras personas. Por lo menos, así lo dejó claro el jefe de la Unidad de Homicidios de la Policía.
LEA: Los Mártires, una guerra por el microtráfico y el crimen organizado
La versión de un hombre, cercano a la comercialización de estupefacientes de ese sector, da cuenta de que ese último caso podría ser aislado, no del enfrentamiento entre grupos al margen de la ley, sino de los homicidios sistemáticos. Por su experiencia, deduce que la vivienda no operaría en función de matar a otros criminales, sino como centro de acopio de droga. “Las heridas en los ojos seguramente fue porque vio algo. Eso es para mandarse mensajes entre las bandas o entre la misma banda. Alguien intentó desviarse o quedó mal con algo”, señala.
Develar el supuesto centro de torturas no es el único objetivo que tienen las autoridades. El Espectador conoció que ese mismo punto, aparentemente, funciona como una de las “cajas” que fue denunciada por este diario en su edición del pasado domingo 1° de mayo, en la investigación titulada “Los Mártires, una guerra por el microtráfico y el crimen organizado”. Si bien esa casa ubicada en la localidad de Santa Fe no estaría al mando de las estructuras que operan en Los Mártires, sí tendría en común esa guerra por el poder de las rutas de distribución.
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“Cajas y taquillas”
El barrio San Bernardo (Santa Fe) pareciera una imagen calcada de lo que se vive en el Voto Nacional, en Los Mártires. Además de tener dinámicas delictivas similares, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad, las cifras de homicidios también son similares. En Santa Fe, entre enero y abril del año pasado, se registraron 18 muertes violentas, mientras que en el mismo período de este año van 16 casos. La tendencia es similar en Los Mártires, en donde el año pasado, entre enero y abril, ocurrieron 21 asesinatos, y en este año fueron 18.
Allí, de acuerdo con el relato de los “taquilleros” que venden las dosis de bazuco o los cigarrillos de marihuana, la forma en la que operan las organizaciones criminales es la misma, incluso es la que se emplea en buena parte de la ciudad. Los estupefacientes son cargados por transeúntes que ingresan a paga diarios y los dejan en poder de distribuidores, que se encargan de dárselos a los pequeños vendedores, quienes mueven la droga en mínimas cantidades por los barrios aledaños.
“Los turnos para la venta son a cualquier hora, pero todo el día se vende. Se vende de manera voluntaria y no obligatoria. Para los vendedores hay un sueldo, pero hay unos que compran y revenden. En los puntos la venden a tres ($3.000). El que la quiera comprar a ese precio tiene que ir hasta la 18 o al “Sanber”. Pero en la parte de arriba (vías principales del centro) el precio sube a cuatro ($4.000). Pero no a todos los dejan vender a ese precio. Los que lo hagan los pueden “pelar”, porque se enriquecen a costillas de ellos (los distribuidores mayores)”, asegura uno de los “taquilleros”.
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Estos centros de acopio de droga, y las mismas “taquillas”, no son sitios estáticos. Por los mismos operativos de las autoridades, y para evitar ser identificados, los puntos de distribución están en constantes movimientos. Incluso, como la venta es mano a mano, los bolsillos de los vendedores son donde se guarda parte de la mercancía. Así es como operaría el punto de acopio en cercanías a la “casa de los masajes” o, por lo menos, eso dicen quienes frecuentan el sector. “Ese paga diario de la segunda (“casa de los masajes”) también funcionaba como “caja”, pero después de que la Policía llegó por lo del muerto, la cerraron y la gente no apareció más”, agrega el informante.
En otra de las declaraciones de este hombre, que opera entre el barrio San Bernardo y Voto Nacional, asegura que el dinero de la comercialización se maneja de forma cuidadosa y precisa. Y así como entra la droga, también sale el dinero. “La plata la sacan a cualquier hora, en un morral o en una bolsa. Hay moneda o billete, de todo”, asevera.
Con relación a la supuesta banda que tendría como centro de operaciones la “casa de los masajes”, a la que la Fiscalía identificó como Los Seguros, dice la fuente que ese podría no ser su verdadero nombre, ya que de esa manera es como llaman a las personas de seguridad de los puntos de distribución. Son estructuras tan organizadas, que tienen rangos y cargos. “Los seguros son los que cuidan los puntos, para que la gente no se pierda o evitar que entre otro a quitarles la línea de microtráfico”, concluye.
Los detalles de la cruda guerra entre bandas delincuenciales se siguen conociendo de a poco. El reto para las autoridades, de cara a mejorar la seguridad, es claro.
A dos casas de un colegio distrital, y en el corazón de una zona residencial del centro de Bogotá, está la “casa de los masajes”. El sitio lo identificó la Fiscalía como centro de tortura y ajuste de cuentas, y según la Policía, desde ese predio transportaron uno de los seis cuerpos que encontraron en el último mes, envueltos en bolsas y abandonados en diversos puntos de la ciudad. Aclaró, eso sí, que las otras cinco víctimas no tendrían conexión con dicha casa.
El cadáver, que tenía 161 puñaladas (algunas en los ojos) y marcas de asfixia mecánica, lo abandonaron en una calle de la localidad de Antonio Nariño. El traslado desde el sitio del crimen estuvo a cargo de dos hombres, que están en prisión. Los vincularon como responsables de intentar ocultar el cadáver y de ser parte de la banda que comanda las acciones ilegales en la zona. Del centro de “tortura” también se tendrían reportes de agresiones físicas contra otras personas. Por lo menos, así lo dejó claro el jefe de la Unidad de Homicidios de la Policía.
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La versión de un hombre, cercano a la comercialización de estupefacientes de ese sector, da cuenta de que ese último caso podría ser aislado, no del enfrentamiento entre grupos al margen de la ley, sino de los homicidios sistemáticos. Por su experiencia, deduce que la vivienda no operaría en función de matar a otros criminales, sino como centro de acopio de droga. “Las heridas en los ojos seguramente fue porque vio algo. Eso es para mandarse mensajes entre las bandas o entre la misma banda. Alguien intentó desviarse o quedó mal con algo”, señala.
Develar el supuesto centro de torturas no es el único objetivo que tienen las autoridades. El Espectador conoció que ese mismo punto, aparentemente, funciona como una de las “cajas” que fue denunciada por este diario en su edición del pasado domingo 1° de mayo, en la investigación titulada “Los Mártires, una guerra por el microtráfico y el crimen organizado”. Si bien esa casa ubicada en la localidad de Santa Fe no estaría al mando de las estructuras que operan en Los Mártires, sí tendría en común esa guerra por el poder de las rutas de distribución.
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“Cajas y taquillas”
El barrio San Bernardo (Santa Fe) pareciera una imagen calcada de lo que se vive en el Voto Nacional, en Los Mártires. Además de tener dinámicas delictivas similares, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad, las cifras de homicidios también son similares. En Santa Fe, entre enero y abril del año pasado, se registraron 18 muertes violentas, mientras que en el mismo período de este año van 16 casos. La tendencia es similar en Los Mártires, en donde el año pasado, entre enero y abril, ocurrieron 21 asesinatos, y en este año fueron 18.
Allí, de acuerdo con el relato de los “taquilleros” que venden las dosis de bazuco o los cigarrillos de marihuana, la forma en la que operan las organizaciones criminales es la misma, incluso es la que se emplea en buena parte de la ciudad. Los estupefacientes son cargados por transeúntes que ingresan a paga diarios y los dejan en poder de distribuidores, que se encargan de dárselos a los pequeños vendedores, quienes mueven la droga en mínimas cantidades por los barrios aledaños.
“Los turnos para la venta son a cualquier hora, pero todo el día se vende. Se vende de manera voluntaria y no obligatoria. Para los vendedores hay un sueldo, pero hay unos que compran y revenden. En los puntos la venden a tres ($3.000). El que la quiera comprar a ese precio tiene que ir hasta la 18 o al “Sanber”. Pero en la parte de arriba (vías principales del centro) el precio sube a cuatro ($4.000). Pero no a todos los dejan vender a ese precio. Los que lo hagan los pueden “pelar”, porque se enriquecen a costillas de ellos (los distribuidores mayores)”, asegura uno de los “taquilleros”.
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Estos centros de acopio de droga, y las mismas “taquillas”, no son sitios estáticos. Por los mismos operativos de las autoridades, y para evitar ser identificados, los puntos de distribución están en constantes movimientos. Incluso, como la venta es mano a mano, los bolsillos de los vendedores son donde se guarda parte de la mercancía. Así es como operaría el punto de acopio en cercanías a la “casa de los masajes” o, por lo menos, eso dicen quienes frecuentan el sector. “Ese paga diario de la segunda (“casa de los masajes”) también funcionaba como “caja”, pero después de que la Policía llegó por lo del muerto, la cerraron y la gente no apareció más”, agrega el informante.
En otra de las declaraciones de este hombre, que opera entre el barrio San Bernardo y Voto Nacional, asegura que el dinero de la comercialización se maneja de forma cuidadosa y precisa. Y así como entra la droga, también sale el dinero. “La plata la sacan a cualquier hora, en un morral o en una bolsa. Hay moneda o billete, de todo”, asevera.
Con relación a la supuesta banda que tendría como centro de operaciones la “casa de los masajes”, a la que la Fiscalía identificó como Los Seguros, dice la fuente que ese podría no ser su verdadero nombre, ya que de esa manera es como llaman a las personas de seguridad de los puntos de distribución. Son estructuras tan organizadas, que tienen rangos y cargos. “Los seguros son los que cuidan los puntos, para que la gente no se pierda o evitar que entre otro a quitarles la línea de microtráfico”, concluye.
Los detalles de la cruda guerra entre bandas delincuenciales se siguen conociendo de a poco. El reto para las autoridades, de cara a mejorar la seguridad, es claro.