María Angélica Cotrina, las pistas inconclusas tras un año de su desaparición
La joven, de 17 años desapareció, en mayo del año pasado, en Suba. Fue vista por última vez en una zona de rumba. Tras varias pistas falsas, llamadas extorsivas y vacíos en la investigación de la Fiscalía, la familia continúa la infructuosa búsqueda.
Cuando desapareció, María Angélica Cotrina tenía 17 años y estaba a pocos días de cumplir la mayoría de edad. La noche del sábado 6 de mayo del 2023 le pidió permiso a su mamá para festejar anticipadamente su cumpleaños en una zona de rumba de Suba. Adriana Galindo Borda, su madre, la autorizó y la joven, quien además es madre de una niña de dos años, se fue a encontrar con sus amigos. En el transcurso de esa noche pasó algo que cambiaría la vida de la familia para siempre. Vecinos les dijeron a los hermanos de María Angélica que la llamaran o que la buscaran, porque se la habían llevado.
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Cuando desapareció, María Angélica Cotrina tenía 17 años y estaba a pocos días de cumplir la mayoría de edad. La noche del sábado 6 de mayo del 2023 le pidió permiso a su mamá para festejar anticipadamente su cumpleaños en una zona de rumba de Suba. Adriana Galindo Borda, su madre, la autorizó y la joven, quien además es madre de una niña de dos años, se fue a encontrar con sus amigos. En el transcurso de esa noche pasó algo que cambiaría la vida de la familia para siempre. Vecinos les dijeron a los hermanos de María Angélica que la llamaran o que la buscaran, porque se la habían llevado.
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“Nos dijeron que se la habían llevado de donde estaba. No dijeron quién o por qué. Solo que se la llevaron. Empezamos a buscarla. Llamamos y nunca contestó. Ahí supe que algo extraño pasaba, porque ella siempre contestaba. Desde esa noche no lo volvió a aparecer”, narró Adriana, quien desde entonces no ha parado de buscar. Esa noche, familiares y amigos se volcaron a las calles para indagar, sin importar la hora, con conocidos, taxistas y comerciantes alguna pista, por ínfima que fuera. Nadie sabía nada. Nadie la había visto. Era como si se la hubiera tragado la tierra.
Incluso, pensando lo peor, a las 7:00 a.m. del día siguiente, la angustiada madre caminó por la orilla de un río aledaño a su casa, imaginando que, si le hubieran hecho algo a su niña, probablemente allí la hubieran dejado abandonada, pero no había rastros. Tampoco había señales del teléfono, y sus amigas no sabían nada.”Como nadie daba razón, me fui al CAI para informarles a los policías lo que estaba pasando. Me dijeron que debía esperar 72 horas para empezar la búsqueda formal. Sin embargo, yo empecé por mi cuenta en redes sociales y con carteles, que pegué por toda la localidad”, relata.
Con los días le empezaron a llegar datos de todo tipo. “En la primera llamada, luego de poner los carteles, me dijeron que habían visto cómo se la llevaban dopada, por una calle del barrio. Que iba como desgonzada. Luego me colgaron. En otras llamadas me dijeron de todo: que la habían matado, que la botaron al río, que la torturaron, la secuestraron, etcétera. Fui a la Fiscalía a poner el denuncio”, señala.
En la Fiscalía le asignaron una investigadora, a quien le contó lo que sabía hasta el momento. Por ejemplo, que no estaba segura de sí su hija había ingresado a la discoteca que le dijo, ni sabía con qué amigas se iba a encontrar o si tenía una cita. “Después de que di mi testimonio, supuestamente empezarían el proceso de búsqueda, pero nunca me volvieron a contactar. Yo, sin embargo, seguí buscando”.
Falsas alarmas y extorsiones
Volvieron a buscar cerca del río y fortalecieron la tarea por redes. Con amigos y familiares recorrieron por semanas las calles aledañas al sector de Lisboa, en Suba, donde desapareció Angélica. Un mes después, Adriana recibió otra llamada. “Un tipo dijo que él la tenía, que estaba bien y que en los próximos días me indicaría dónde me la iba a devolver. Que me iba a mandar un video. No me pidieron plata ni nada, solo eso”, recuerda.
En el video que le enviaron, en efecto, salía una mujer joven, de espaldas, a quien nunca le muestran la cara. “Mientras el tipo grababa, me decía todo tipo de barbaridades. Que la iba a matar, a violar, a picar y me la iban a dejar frente a mi casa. Como estaba derrumbada, me puse mal y fue entonces cuando el tipo aprovechó y me pidió plata. Le envié lo único que tenía, $250.000 y hasta ahí supimos de eso. Era una llamada de extorsión”, indicó. Meses después, la investigadora contactó a Adriana, pero el proceso seguía igual, sin pistas. En esos días, mientras pegaba carteles en la zona de la desaparición, notó que alguien los arrancaba o alteraba los teléfonos, lo que la llevó a sospechar que su hija estaría en la zona, pero las pistas seguían sin llevarlas a algo concreto.
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La mariposa
Hasta que llegó la llamada que más ha inquietado a Adriana. “Me dijeron que a mi niña la tenían en un pueblo de Cundinamarca, obligándola a prostituirse. Llamó un tipo que aseguraba haber estado con ella e incluso nos envió las indicaciones del lugar. Dijo que debíamos ir ese mismo día, un sábado, porque la tenía gente muy peligrosa. Que si no íbamos, la mariposa se iba. Como mi hija tiene un tatuaje de mariposa, ahí enloquecí. Llamé a la SIJIN, a la Fiscalía, a la Policía e incluso a la investigadora, quien dijo que no podía ir, pero que iba a pedir apoyo. Nunca supe nada más sobre eso”, señala.
Cuando fue a la Fiscalía a preguntar qué había pasado, le dijeron que no había reporte de ningún operativo contra ese lugar. “Solo me dijeron que, en efecto, se trataba de un burdel; me hablaron de tarifas y de la ubicación, pero nada de mi hija. He seguido con las indagaciones, me he acercado a colectivos de mujeres y de personas desaparecidas, pero no es lo mismo sin el apoyo de las instituciones”.
Más pistas falsas
A inicios de este año, la familia recibió otra información. “Una mujer dijo que la vio en Kennedy, en estado de indigencia. Luego, en marzo, que la habían visto en el centro, drogada, golpeada y confundida”, cuenta Adriana. Cada pista ha configurado un doloroso camino para dar con la joven. Las autoridades designaron a un nuevo investigador, que ya contactó a la familia. “Con él hemos encontrado cosas. Sabemos que gente cercana a Angélica ha mentido sobre la noche que desapareció”. Un antecedente clave sucedió meses antes de la desaparición. En un grupo de Facebook, de vecinos de la localidad, alguien publicó la foto de varias jóvenes, entre ellas Angélica, “diciendo que eran paisas y que en el barrio no se aceptan las paisas”. Si bien no había una amenaza explícita, hace pensar que tendría que ver con la desaparición”.
En el momento de su desaparición, Angélica trabajaba en oficios varios y esperaba tener 18 para acceder a un trabajo con las garantías de ley. Ahora tiene 18 cumplidos. En el brazo izquierdo tiene tatuadas varias mariposas; en el costado derecho del pecho varias palabras con caligrafía china, y en su cuello, bajo la oreja izquierda, la fecha de nacimiento de su hija. Hoy, la incertidumbre y la sensación de abandono de la justicia invaden la casa de la familia Cotrina Galindo, que sigue la búsqueda con la esperanza intacta y la fe de que la pesadilla termine pronto. El número 311 823 8750 sigue habilitado para recibir información.
Entretanto, la investigación continúa. En la zona de la desaparición y en los puntos donde las pistas indican que podría estar la joven hay presencia de bandas delincuenciales que se dedican, entre otros graves delitos, a la trata y explotación sexual de mujeres. Por otro lado, la familia teme que pueda ser un tema de venganza, por acciones cometidas por personas cercanas a Angélica. Por ahora todo son conjeturas a las que buscan encontrarle concordancias con la realidad.
*La foto de la joven y el teléfono se publican con autorización expresa de la familia.
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