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Tumbas indígenas en Usme

Según los expertos de la Universidad Nacional, hay más de 1.000 restos en la zona; la mayoría son muiscas. Metrovivienda y el Distrito estudian qué futuro tendrá la zona. Habitantes piden hacer un museo y no urbanizar.

Élber Gutiérrez Roa
26 de agosto de 2008 - 07:55 p. m.
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Al margen de los debates sobre movilidad y seguridad tan publicitados por estos días, existe un tema que tiene pensando a la administración distrital como consecuencia del plan de expansión urbana en la localidad de Usme.

Se trata del hallazgo de más de 1.000 restos indígenas en una zona en la que la Alcaldía tenía prevista la construcción de la Ciudadela Nuevo Usme, un proyecto de interés social liderado por Metrovivienda y con destino a las poblaciones más vulnerables de la capital.

Los rumores sobre la existencia de restos indígenas en el área corrían desde hace varios años entre los habitantes de la localidad, pero comenzaron a aclararse desde cuando la promotora de construcción inició estudios para la edificación de las viviendas de interés social.

A comienzos de este año el equipo de antropología de la Universidad Nacional, liderado por el doctor Virgilio Becerra, comenzó las excavaciones para hacer una prospección del lugar y lo que halló superó todas las expectativas de los historiadores.

 Durante ese lapso, El Espectador estuvo con ellos en varias jornadas, al cabo de las cuales la Universidad certifica que el predio El Carmen, en la localidad de Usme, está ubicado en una zona de entierros humanos incluso anterior a la población muisca.

“Era una necrópolis que habría hecho parte de un sitio ceremonial, de un lugar de culto en donde lograban una intercomunicación con sus dioses”, sostiene Barrera.

Las primera de esas dos ocupaciones habría sido de la civilización conocida como los Herrera, que habitó el lugar a comienzos de la era cristiana y hasta el siglo VI, aproximadamente. La segunda, de los muiscas, desde el siglo VIII hasta el XVI.

La hacienda El Carmen está ubicada al borde la carretera principal que va hacia Usme, pero para acceder a la zona de excavaciones es necesario ascender por una ladera durante varios minutos, al cabo de los cuales se aprecia una especie de quiosco diseñado por los antropólogos para proteger la zona donde se concentra la mayoría de los hallazgos. Hay desde cerámicas indígenas hasta entierros de a tres y cuatro personas en la misma tumba, niños en la mayoría de los casos.

“La ubicación de los restos indica que al parecer practicaban sacrificios de niños”, sostiene la doctora Ana María Grott, también de la Universidad Nacional.

De los tesoros que según algunos habitantes estarían enterrados en la zona nadie ha dicho nada oficialmente. Lo único con un color distinto al de la tierra agreste de la zona son los trozos de papel aluminio dispersos por una explanada de la montaña, con los cuales los antropólogos marcan y protegen todo hallazgo.

Aunque la Alcaldía no ha renunciado al plan de expansión de vivienda urbana en la zona, las labores de construcción en la hacienda El Carmen están suspendidas. Los antropólogos creen que lo mejor es dejar alguna parte para la construcción de una especie de museo o centro cultural en el que los bogotanos tengan acceso de primera mano a los vestigios de esas civilizaciones.


“Este podría ser el cementerio más grande de América del Sur”, dice Barrera. “Hay que proteger el lugar, porque es sagrado”, agregan los líderes de la zona como Johanna García (ver columna relacionada). Entre tanto, la Alcaldía estudia qué medida tomar.

Lo más curioso del caso es que por las calles de Usme, las mismas en las que hace tres o cuatro años comenzaron los rumores sobre el hallazgo de un cementerio indígena en su localidad, comienza a oírse también que hay más entierros del otro lado de la carretera que va hacia Usme, exactamente sobre la  ronda del Tunjuelo, el río sagrado de los muiscas de la región, cuyos descendientes aún hoy suben a buscar su nacimiento, en el Páramo de Sumapaz, para hacer ofrendas y pedir perdón a la tierra por la depredación humana de los recursos naturales.

Los secretos de Usme

Johanna Garzón - Fura Tiba* Territorio Quiba

Cada una de las piezas del pueblo indígena Mhuysqa y ancestral de Herrera ratifica el potencial cultural y natural que posee la cuenca del río Tunjuelo.

Una vez más el río se niega a morir, a ser borrado de la historia, a pasar a la recordación, y es por ello que sus pobladores se convocan en la Mesa por la Defensa Cultural y proponen para declarar esta zona como Patrimonio Cultural de los bienes comunes del territorio.

Aún quedan zonas por ser estudiadas. Pobladores cercanos dicen que sus fincas Uval, Requilina, Pasquilla, Olarte, entre otras, guardan muchos secretos. Algunos conservan piezas que hallaron y que dan cuenta de la urgencia de revisar el modelo de ciudad, que arrasa implacable con todo a su paso.

*(Mujer Guardiana de Montaña Sagrada).

Herencia indígena en la capital

Lengua aborigen

Los nombres de las zonas por las que pasa el Tunjuelo son de origen indígena. Sumapaz, significa camino largo y ancho, y Cundinamarca viene de Cundirumarca o tierra del cóndor.

Tunjuelo, el guardián

Tunjo o Tunjuelo era el guardián ancestral que permitía el paso entre mundos acuáticos y terrestres.  Paradójicamente, Usme, el lugar en donde fue hallado el cementerio indígena, significa nido de amor.

Algunas palabras

También son de origen indígena las palabras guaricha, güeva, chacho y chicho . La primera significa princesa joven; la segunda, extranjero; la tercera,  hombre bueno. La última quiere decir “furia del dios de las alabanzas”.   

Indígenas en Bogotá

La localidad de Usme, por su proximidad a la zona rural de Sumapaz, es una de las que mayor concentración de indígenas tiene en la ciudad (70%), ya sea por linaje, por reconocimiento o entre la población que se considera como campesina. 

Por Élber Gutiérrez Roa

 

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