Tusi: así gana escena en Bogotá este peligroso coctel de drogas
En medio de las alertas de consumo en escenarios musicales, como el Baum Festival, Échele Cabeza analizó algunas muestras, encontrando que un 12 % de las sustancias estudiadas en este certamen eran la droga rosa.
Juan Camilo Parra
Hablar de consumo de drogas en una capital, donde las corrientes van del alarmismo religioso a la normalización del exceso, es una tarea compleja. Nos referimos a una ciudad en la que en una semana capturaron a un adulto mayor con 2.000 dosis de tusi y a la otra se desató un debate por la muerte de un joven en un festival de música electrónica, hecho que llevó al secretario de Seguridad de Bogotá a decir en medios que hay “un consumo desaforado”.
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Hablar de consumo de drogas en una capital, donde las corrientes van del alarmismo religioso a la normalización del exceso, es una tarea compleja. Nos referimos a una ciudad en la que en una semana capturaron a un adulto mayor con 2.000 dosis de tusi y a la otra se desató un debate por la muerte de un joven en un festival de música electrónica, hecho que llevó al secretario de Seguridad de Bogotá a decir en medios que hay “un consumo desaforado”.
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Tratar de entender la evolución del consumo de drogas en los últimos años lleva, sin embargo, a analizar una de las sustancias más curiosas y que gana terreno en la ciudad: el coctel de drogas tusi bi. Durante las dos fechas del Baum Festival, encuentro de electrónica que se realizó en Corferias, la organización Échele Cabeza, proyecto de Acción Técnica Social, habilitó su habitual servicio de análisis de sustancias para testear las drogas que van a consumir los asistentes.
Aunque el 83 % de las sustancias analizadas no se salieron de los parámetros habituales, del total, 117 muestras (12 % del total) correspondieron al coctel de drogas conocido como tusi. Julián Quintero, sociólogo y director de Acción Técnica Social (ATS), explicó que el análisis a esta sustancia se realizó con máquinas del Observatorio de Drogas de Colombia (Raman) y por la organización Remedy Alliance (FTIR), y encontraron que la mezcla tenía sustancias como ketamina, MDMA, MDA, cafeína, una catinona llamada etilona, otra catinona llamada 3-fluorometcatinona, acetaminofén y otros excipientes de las pastillas de éxtasis, como azúcares y aglutinantes.
Durante el Baum Festival, 701 personas usaron el servicio de análisis de Échele Cabeza. 954 drogas fueron analizadas: 789 (83 %) con resultados “positivos” y 42 (4 %), “negativos”. 117 (12 %) corresponden al coctel de drogas Tusi, y 6 (1 %) a otras sustancias no reportadas. En total, 2.523 personas recibieron asesoría; 96 evitaron intoxicación y una mala experiencia; 61 consumieron por primera vez alguna sustancia, y 55 personas fueron atendidas en la zona de recuperación.
En 2023, el proyecto Échele Cabeza prestó el servicio de análisis a 12.206 sustancias en seis ciudades, 7.992 en Bogotá. La mayor sustancia analizada son los comprimidos de éxtasis o MDMA. De las 690 personas que analizaron su tusi en Bogotá, resaltó que: 27 % lo consumen al menos una vez al mes; 22 % más de una vez al mes; 12 % una vez a la semana y 5 % más de una vez a la semana.
Tusi bogotano
Desde la perspectiva de consumo, el tusi se disputa el tercer lugar como la sustancia más consumida en la capital, según las mediciones. El año pasado fue la tercera que pidieron analizar. Jóvenes de 25 a 34 años son quienes más solicitaron este servicio. “La gente la analiza más que la cocaína, lo que podría indicar que se consume más, pero esta medida es insuficiente sin un estudio global. En Bogotá no se ha medido esta sustancia”, afirmó Quintero a El Espectador.
La primera muestra de tusi que vio Vladimir Torres, psicólogo especialista en políticas de reducción de riesgos y daños de sustancias psicopáticas, fue en 2018, aunque el origen de la mezcla data de inicios de siglo. “Su inmersión en el país está anclada a movimientos culturales y musicales, como la electrónica y la guaracha. Su receta es conocida por todo el mundo”.
Según las autoridades, los insumos del tusi que circula en la capital vienen en su mayoría de otros países, como Brasil, Venezuela y Argentina, pero se produce o cocina en distintas zonas del territorio, para luego distribuir el producto final en zonas de rumba o por encargo. Se sabe que puede fabricarse en una cocina común y corriente, y que lleva una base de ketamina, anestésico y éxtasis, pero se le mezclan otros elementos, como los que encontraron en el tusi del Baum. En las últimas mediciones se añadieron tiras reactivas al proceso, lo que permitió hallar en varias muestras la presencia de benzodiacepinas.
“La principal alerta que existe es que hemos descubierto que un 35 % tienen benzodiacepinas, medicamentos que son de formulación médica y de alta dependencia. Estos, mezclados con ketamina, aumentan las propiedades depresoras de la sustancia. Mezcladas con alcohol pueden ser incluso mortales”, aseguró el sociólogo. De ahí la relevancia de las mediciones que adelanta ATS en diferentes escenarios de la capital y el país.
Un ingeniero químico de la Sijín explicó que las mediciones del tusi arrojan que “no hay un control químico de las cantidades de los insumos usados”, lo que hace de este un coctel peligroso. “Hemos encontrado que la mezcla empírica varía. Por ejemplo, no es igual la cantidad en gramos de gelatinas de sabor para darle colorante”. El Espectador le preguntó a un “cocinero” de tusi con qué mezcla la sustancia para la fabricación: “Va con keta (ketamina), tres gramos de MDA y un papel de LCD de 300 mg”, dijo.
“Los insumos pueden ser muy asequibles, porque son medicamentos de uso veterinario o pastillas formuladas para pacientes psiquiátricos, sedantes, entre otros, como la codeína, un fármaco usado ampliamente en uso veterinario, que la traen de Argentina, donde es más usual comprar grandes cantidades para los ranchos”, resalta el químico de la entidad.
El jefe de Estupefacientes de la Sijín señaló que esta droga ha ganado cierta popularidad entre los traficantes locales, ya que es fácil moverla: “No tiene olor, es pequeña y puede pasar inadvertida en requisas. El precio es elevado para una droga de alta circulación, pero tiene su nicho en zonas de rumba del norte, como la Zona T. Al inicio se vendía hasta por $200.000, pero se puede conseguir desde $20.000″, señaló.
Aunque las autoridades bajan las alarmas sobre la proliferación de este mercado, diciendo que incautaciones como la del adulto mayor con dosis de tusi y cocaína es la primera en el año, pareciera que ya hay varias bandas dedicadas a producirla y venderla en grandes cantidades, lo que eleva el riesgo. “Aunque se sabe que hay cocinas caceras, en nuestras mediciones el 20 % de personas compraron la sustancia con algún conocido y el resto a distribuidores”, aseveró el director de ATS.
El debate por el consumo, aun con muchas aristas por explorar, alcanzó a atravesar la importante discusión del Plan de Desarrollo de Bogotá, que está a punto de aprobarse, con la inclusión de un apartado del artículo 45, que insta al Distrito a incluir un enfoque de “prevención de desastres y evacuación y mitigación de riesgos, y daños asociados al consumo de SPA”, así como los detalles para habilitar escenarios para eventos culturales.
Bogotá está a la vanguardia para dar un novedoso debate en busca de implementar una política de drogas que asuma la realidad del fenómeno en toda su complejidad.
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