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                                                                                                                                  Un nuevo templo para Alá

                                                                                                                                  Luego de décadas de celebrar sus rituales en casas de la ciudad, los musulmanes bogotanos están construyendo una mezquita tradicional en el norte de la capital.

                                                                                                                                  Santiago Valenzuela

                                                                                                                                  Durante el ritual las mujeres oraron apartadas de los hombres, arrodilladas, esperando la salvación de Alá. / David Campuzano
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Los feligreses se han reunido en la mezquita Estambul, uno de los dos templos que tienen los musulmanes en Bogotá, asentada en una casa victoriana de Teusaquillo. Es el último día del noveno mes islámico, conocido como Ramadán. Algunos dicen que el nombre de este ciclo proviene de la palabra árabe arramad, cuyo significado remite a la sequedad y el calor de la tierra. Durante este periodo los musulmanes entran en un trance de ayuno que los cura a través del ardor que sienten todos los días en el plexo solar. En las ojeras de los “esclavos” que llegan al templo son visibles las secuelas de treinta días que ha generado la abstinencia sexual, el ayuno y las prolongadas oraciones durante el día.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Al finalizar la oración, se levantan uno a uno, abrazan al prójimo y salen de la sala en fila india para recibir un plato de comida en honor al ciclo que han superado. Mientras esperan, los musulmanes de diferentes nacionalidades conversan. Andrés, un nativo de Jordania que ahora trabaja en Falabella, le pregunta a un marroquí sobre la mezquita que están construyendo en el norte de Bogotá, en la carrera 30 con calle 80. “¿bacán, sabes para cuándo estará eso?”. “No, pregúntale a Carlos”, le responde.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Así las razones para convertirse al islam tengan que ver con la deserción en el cristianismo o no, lo cierto es que en la mezquita no queda espacio para sentarse y algunas personas rezan desde afuera.

                                                                                                                                  De ahí que hoy, haya aparecido en el paisaje del Norte de Bogotá la silueta de un domo y un minarete, aún en obra negra, justo al lado de la Escuela Militar de Cadetes José María Córdoba. La mezquita está siendo construida por la Asociación Benéfica Islámica, con fondos recogidos entre la comunidad y organizaciones internacionales, en especial de Arabia Saudí. Se estima que podría llegar a costar $4.000 millones.

                                                                                                                                  Por primera vez, Bogotá tendrá un templo musulmán como dicta la tradición, con un minarete para llamar a los fieles y un domo que los acoge bajo la mirada de Alá. En ella, cabrán 500 feligreses de 3000 que habitan en la ciudad. “Antes nos reuníamos en casas privadas, en la década de los sesentas. Durante los últimos 34 años nos amparó un local en la calle 11 con novena y desde el 91 hemos crecido tanto que en el 2004 adquirimos la casa de la mezquita Estambul”, explica Sánchez.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Al observar esta escena Carlos me explica por qué las mujeres musulmanas se tapan la cara y evitan el acercamiento con los forasteros. “Es una forma de vida. La mujer en el islam no quiere ser motivo de tentación o pecado, en el islam no hay prostitutas, madres cabeza de familia o madres solteras. No hay pasarelas para mostrar el cuerpo por negocio”. En ese momento, otro creyente agrega: “Yo conozco a una mujer musulmana porque se levanta a las cuatro de la mañana a orar”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El terrorismo como alegoría al islam podría resultar un tema molesto para los musulmanes de la mezquita. Tratarlo dependía de la capacidad de perdonar por parte de los musulmanes. Por lo menos eso pensé. “¿Sabes? No hay un átomo que no se mueva sin la voluntad de dios. De las derrotas Dios hace victorias. Bush y Salman Rushdie nos han dado una propaganda enorme. Todo el mundo, así sea por razones políticas, se interesó en el islam”.

                                                                                                                                  A las diez de la mañana, el domingo, la esquina de los musulmanes es una amalgama de risas y arrepentimientos. Las mujeres ríen en grupo y los hombres, siempre separados de las damas, piden perdón. Hoy salen de esta casona de Teusaquillo, a la luz del sol, luego de un mes de ayuno. En cuestión de años saldrán de la nueva mezquita de El Polo. Siempre que lo hagan, pasado el Ramadán, estarán más cerca del paraíso.

                                                                                                                                  Durante el ritual las mujeres oraron apartadas de los hombres, arrodilladas, esperando la salvación de Alá. / David Campuzano
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Los feligreses se han reunido en la mezquita Estambul, uno de los dos templos que tienen los musulmanes en Bogotá, asentada en una casa victoriana de Teusaquillo. Es el último día del noveno mes islámico, conocido como Ramadán. Algunos dicen que el nombre de este ciclo proviene de la palabra árabe arramad, cuyo significado remite a la sequedad y el calor de la tierra. Durante este periodo los musulmanes entran en un trance de ayuno que los cura a través del ardor que sienten todos los días en el plexo solar. En las ojeras de los “esclavos” que llegan al templo son visibles las secuelas de treinta días que ha generado la abstinencia sexual, el ayuno y las prolongadas oraciones durante el día.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Al finalizar la oración, se levantan uno a uno, abrazan al prójimo y salen de la sala en fila india para recibir un plato de comida en honor al ciclo que han superado. Mientras esperan, los musulmanes de diferentes nacionalidades conversan. Andrés, un nativo de Jordania que ahora trabaja en Falabella, le pregunta a un marroquí sobre la mezquita que están construyendo en el norte de Bogotá, en la carrera 30 con calle 80. “¿bacán, sabes para cuándo estará eso?”. “No, pregúntale a Carlos”, le responde.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Así las razones para convertirse al islam tengan que ver con la deserción en el cristianismo o no, lo cierto es que en la mezquita no queda espacio para sentarse y algunas personas rezan desde afuera.

                                                                                                                                  De ahí que hoy, haya aparecido en el paisaje del Norte de Bogotá la silueta de un domo y un minarete, aún en obra negra, justo al lado de la Escuela Militar de Cadetes José María Córdoba. La mezquita está siendo construida por la Asociación Benéfica Islámica, con fondos recogidos entre la comunidad y organizaciones internacionales, en especial de Arabia Saudí. Se estima que podría llegar a costar $4.000 millones.

                                                                                                                                  Por primera vez, Bogotá tendrá un templo musulmán como dicta la tradición, con un minarete para llamar a los fieles y un domo que los acoge bajo la mirada de Alá. En ella, cabrán 500 feligreses de 3000 que habitan en la ciudad. “Antes nos reuníamos en casas privadas, en la década de los sesentas. Durante los últimos 34 años nos amparó un local en la calle 11 con novena y desde el 91 hemos crecido tanto que en el 2004 adquirimos la casa de la mezquita Estambul”, explica Sánchez.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Al observar esta escena Carlos me explica por qué las mujeres musulmanas se tapan la cara y evitan el acercamiento con los forasteros. “Es una forma de vida. La mujer en el islam no quiere ser motivo de tentación o pecado, en el islam no hay prostitutas, madres cabeza de familia o madres solteras. No hay pasarelas para mostrar el cuerpo por negocio”. En ese momento, otro creyente agrega: “Yo conozco a una mujer musulmana porque se levanta a las cuatro de la mañana a orar”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El terrorismo como alegoría al islam podría resultar un tema molesto para los musulmanes de la mezquita. Tratarlo dependía de la capacidad de perdonar por parte de los musulmanes. Por lo menos eso pensé. “¿Sabes? No hay un átomo que no se mueva sin la voluntad de dios. De las derrotas Dios hace victorias. Bush y Salman Rushdie nos han dado una propaganda enorme. Todo el mundo, así sea por razones políticas, se interesó en el islam”.

                                                                                                                                  A las diez de la mañana, el domingo, la esquina de los musulmanes es una amalgama de risas y arrepentimientos. Las mujeres ríen en grupo y los hombres, siempre separados de las damas, piden perdón. Hoy salen de esta casona de Teusaquillo, a la luz del sol, luego de un mes de ayuno. En cuestión de años saldrán de la nueva mezquita de El Polo. Siempre que lo hagan, pasado el Ramadán, estarán más cerca del paraíso.

                                                                                                                                  Por Santiago Valenzuela

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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