Un sueño de libertad que se gestó en el patio cinco de El Buen Pastor
Después de estar 14 meses en la cárcel, y con 22 años, María Ahumedo decidió fundar una organización que trabaja por los derechos y la resocialización de las internas.
María Alejandra Ahumedo Montes estaba en el patio cinco de la cárcel El Buen Pastor cuando, mirando por una reja hacia una montaña del norte de Bogotá, soñó tener una fundación para ayudar a sus amigas, las mujeres con las que hasta entonces había compartido día y noche por un año.
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María Alejandra Ahumedo Montes estaba en el patio cinco de la cárcel El Buen Pastor cuando, mirando por una reja hacia una montaña del norte de Bogotá, soñó tener una fundación para ayudar a sus amigas, las mujeres con las que hasta entonces había compartido día y noche por un año.
Fue un propósito que todas las noches iba tomando fuerza cada que intentaba dormir en la celda 121 de ese penal. Hoy, desde la sala de su casa, hace un recuento de lo vivido y dice, con total confianza, que se cumplió a sí misma y a sus compañeras privadas de la libertad que han sido promotoras de la iniciativa.
Transformando Libertad es una fundación que se gestó en cautiverio y vio la luz el 1° de noviembre de 2019, cuando María Alejandra recuperó su libertad por vencimiento de términos. Ella pasó catorce meses interna, tras ser imputada de los delitos de presunto concierto para delinquir con fines de narcotráfico y tráfico, fabricación o porte de estupefacientes, junto con otras doce personas, quienes fueron detenidas y judicializadas a finales de 2018.
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Su proceso legal no ha culminado y próximamente tendrá un juicio. Sabe que las probabilidades de volver a prisión son las mismas de quedar libre, así que lo único que la tranquiliza es que afuera o adentro de la cárcel seguirá con la fundación, que adelanta procesos de resocialización por medio de trabajos manuales; acompañamiento profesional desde varias áreas y, lo más importante, soporte emocional; ese que tanta falta hace en la cárcel.
“Cuando inició este sueño una amiga dijo: ‘Deberíamos tener una fundación que ayude a que los días no sean tan largos y difíciles’. Yo sabía que iba a salir e iba a retomar mis estudios y mi vida, pero esto era algo que quería hacer. Fue, además, casi que una promesa que le hicimos a Dios. Mi mamá dijo, en la audiencia en la que recuperé la libertad, que le íbamos a servir y aquí estamos”, dice Alejandra.
La vida entre rejas
El Buen Pastor es una cárcel de mujeres construida para albergar a 1.246 detenidas, pero a la fecha hay cerca de 1.826, lo que se traduce en un hacinamiento de por lo menos el 46,5 %. Esta condición hace que los talleres de trabajo que brinda el Inpec no sean suficientemente efectivos porque, asegura Alejandra, terminan convirtiéndose en proceso sistemáticos en los que los reclusos no aprenden.
Es por eso por lo que la fundación que ella soñó, que sostiene como propósito central de su vida desde hace dos años, también tiene como objetivo aportar a esos programas de resocialización que impone el penal, para que la oportunidad de descontar sobre la condena se convierta en un proceso constructivo que dé resultado. Hoy Transformando Libertad es un apoyo de la comunidad terapéutica de El Buen Pastor y trabaja con un grupo de hasta unas sesenta mujeres.
La fundación tiene cuatro pilares de trabajo: Educación para la libertad, Amigo defensor, Regreso digno a casa y Best of prison (lo mejor de la prisión). La idea con cada una de estas áreas de trabajo es reforzar los espacios en los que las mujeres penadas o pospenadas pueden ser vulnerables a la reincidencia.
“Educación para la libertad es la que más se trabaja y ahí pensamos talleres, capacitaciones o actividades que desarrollen habilidades o aptitudes de forma integral. La idea es que les permitan aprovecharlas, que eso les quede y se integren con la misma cuando estén fuera de prisión. Amigo defensor es una línea pensada para atención jurídica gratuita. Regreso digno a casa busca generar las condiciones y habilidades para que cuando salgan de la cárcel tengan un grupo de apoyo y arraigo que las proteja y no reincidan”, agrega Alejandra.
En cuanto a Best of prison, este es uno de los más recientes programas, el cual sostiene todo el trabajo que realizan en Transformando Libertad. Aquí, dice su fundadora, se reúnen los procesos de emprendimiento que se han surgido, para que sigan capacitándose, generando un ingreso económico y se rompan los lazos con cualquier comisión de delitos.
Precisamente gracias al acompañamiento que brinda el área de Best of prison y Educación para la libertad, se fundó la marca Allumer, una línea de productos para el bienestar y el cuidado, que son hechos exclusivamente por mujeres privadas de la libertad o que han pasado por El Buen Pastor. Su línea de producción está enfocada en velas aromáticas, inciensos y fragancias textiles, elementos que son vendidos por medio de la página web: transformandolibertad.org.
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Pero para llegar a estos resultados, que hoy son la piedra angular de Transformando Libertad, María Alejandra tuvo que pasar por un proceso de reconstrucción, que solo fue posible estando en prisión. Aún con asuntos penales por resolver a cuestas y un expediente legal abierto, ella es directa en asegurar que se prefiere como es hoy en día. Y es que su estadía en la cárcel fue tan valiosa que vive agradeciéndole al destino por haber llegado allá, y le tiembla la voz cada vez que rememora los días que pasó encerrada encontrándose.
“Extraño los momentos en los que compartíamos, la Navidad, los partidos de la selección; era chévere. Es la amistad y los espacios que construimos para compartir lo que extraño. Generamos muchos vínculos en comunidad terapéutica. Al salir yo me sentía como: ¿y mis amigas qué? Se quedaron adentro. Es la hora y me siento muy arraigada, son mis amigas, cómo me voy a olvidar de que eso existe”, recordó.
Además, cree que la cárcel sí cambia a las personas y bien o mal ayuda a aterrizar en una realidad que a veces se olvida. “Hasta que entré a la cárcel me di cuenta de lo que tenía y me dije: ‘Reacciona, tienes privilegios. ¿Qué vas a hacer con todo eso’. Yo sé qué quiero hacer con mi vida. Si no hubiera estado en la cárcel no habría encontrado esto, estaría rumbeando cada ocho días. Le agradezco a la cárcel, porque eso hoy cambió. Yo no tenía un sentido. Vivo agradecida por la experiencia y las personas”.
Transformando Libertad
En la huerta de El Buen Pastor hay un mensaje pintado sobre una pared blanca que dice “La tierra prometida”. Ese podría ser el objetivo que busca la fundación, que, con 21 voluntarios vinculados, todos profesionales o en formación desde distintas áreas, buscan que Transformando Libertad se convierta en un espacio de reconstrucción y resocialización con miras a expandirse en otros penales.
Fribel Joselyn Ovando Reyes es, posiblemente, la primera privada de la libertad que se vinculó a los programas de formación y acompañamiento que brinda Transformando Libertad, por lo que su proceso es la viva muestra del impacto que tiene esta fundación. “Aprendí aquí que uno tiene que ir a la raíz de las cosas, el problema está en la crianza y la formación. Hay personas que terminan siendo delincuentes para ser aceptadas. Cuando tienes autoestima es difícil que hagas cosas malas. Entonces todas las cárceles del país deberían enfocarse en todas las áreas del ser humano: afectivas, sociales, familiares y demás, para que acá adentro nos volvamos a formar y empecemos de cero”, dijo.
Joselyn está a siete meses de salir libre, si todo sale bien, y cuando se le pregunta qué es lo primero que quiere hacer, no duda en responder que su meta es vincularse a la fundación que creó María Alejandra, pero sabe muy bien que para seguir adelante con proyectos como estos se necesita voluntad y sobre todo apoyo gubernamental. “Miren al preso como un ser humano que puede ser educado, acá hay muchas personas para trabajar. Quisiera que las entidades de Gobierno se den cuenta de lo que hacemos para que comiencen ya a trabajar con las personas que estamos en prisión”, agregó Ovando.
En la fundación no todo ha sido luz y puertas abiertas, pues Alejandra sabe que hay un largo camino por delante y de sencillo no tendrá nada. “Si fuera fácil no existiría la cárcel; si fuera fácil no habría problemas en la vida. Ha sido de caminar sola, pero en los momentos en los que ellas están firmes y conectadas me hacen motivarme e inventarme algo nuevo para ayudarlas”, concluyó Alejandra.
Para el proyecto cualquier logro es un aire que les da vida y para Alejandra cada día en libertad es una bendición que valora y retribuye entregándole sus días a las mujeres que aún siguen en prisión. A ellas, a sus amigas, son las que ayuda desde afuera, para que recuperen sus vidas, reparen los delitos y luego pueda abrazarlas, esta vez, desde el otro lado de las rejas, desde el lado de la libertad.