Una mujer que dedicó su vida a ayudar a los demás
Blanca Cecilia Santana Porras tenía 58 años. Desapareció a las 7:57 a.m. del domingo 19 de mayo, cuando caminaba de la vereda Río Frío hacia el municipio de Tabio, Cundinamarca. Fue asesinada y su cuerpo lo encontraron dos días después, a orillas de Río Frío.
María Angélica García Puerto
Por: Karen Martínez Santana*
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Por: Karen Martínez Santana*
Mi mamá nació en la vereda Río Frío, en Tabio (Cundinamarca). Hija de campesinos. Estudió el bachillerato en un colegio público y, cuando terminó, empezó a trabajar como madre comunitaria del ICBF, actividad en la que duró 20 años. Recuerdo que educaba a las madres sobre lactancia y ayudaba a las familias vulnerables gestionándoles mercado, ropa, y a los niños, juguetes. Nunca dejó de ayudar a las personas, incluso cuando salió de allá y puso su tienda naturista. Ponía una canastica y las personas dejaban comida. El cariño que le tenían se vio reflejado el día del entierro, al que asistió mucha gente.
Creo que eso de mi mamá está en mí. Por supuesto, tenía un espíritu más servicial. Era trabajadora y empoderada. Me decía: “No dependa de otra persona. Siempre que pueda, tenga sus ingresos”. Le encantaba la naturaleza. De hecho, en la última Feria del Libro, le tomé una foto en una bicicleta con florecitas.
Todas las mañanas salía a caminar sola o acompañada... como fuera. Tomó ese hábito e, incluso, en la casa tenía un letrero que decía: “Ir a caminar 25 minutos diarios”. ¡Ay, la casa! Se siente un vacío inmenso. Le hicimos un altarcito y es el espacio al que acudimos cuando queremos hablar con ella. Pero en las noches es difícil, porque es recordarla, sentir el vacío. En especial yo, que dormía con ella.
Aún la siento conmigo. De hecho, pasó algo extraño. El día del entierro llegó a la casa un pichoncito, miró la tienda naturista, se paseó por la pieza donde dormía mi mamá, miró su ropita y, cuando se habló de ella, el pichoncito estuvo atento. Y no se ha querido ir. Lo hemos intentado sacar varias veces y él se devuelve. Siento que el amor de mi madre era tan grande que ella no concebía irse así no más, sin despedirse, y nos mandó a la naturaleza, para que viniera a calmarnos un poco el dolor.
El día que ella desapareció, me sentía rara. Le empecé a preguntar a mi papá si mi mamá había llegado y me respondió que no. Entonces esperé otro rato. Pero me empecé a inquietar, porque era un día para nuestro plan familiar e íbamos a almorzar. Ella siempre era puntual. Pasó el tiempo y dije: esto no es normal. Llamé a todo el mundo, pero en ningún lado estaba. Y sin dudarlo, salimos hacia Río Frío a buscarla. En uno de esos tres recorridos mi hermano vio pasar al tipo. Cuando salió en noticias, él dijo: “Yo sí tenía esa cara superclara”.
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Mi hermano habló directamente con el alcalde de Tabio, quien dio orden a la Policía de iniciar la búsqueda antes de las 72 horas. Pero ellos insistieron mucho en que debía cumplirse ese plazo. Pero, créame, uno sabe cuando un familiar está desaparecido. Entonces sí pudieron haber sido un poco más diligentes, porque hasta le hubieran podido salvar la vida.
El crimen de mi mamá se pudo haber evitado. ¿Cómo es posible que una persona, que ha matado por lo menos a ocho mujeres, esté libre como si nada? Por eso exigimos tajantemente a la justicia que actúe con la efectividad que se requiere para que este señor no pueda salir en su vida de una cárcel. Lo hacemos no solamente por mi mamá, sino por todas esas víctimas que sufrieron un ataque y sus familias, que llevaban años buscando justicia.
Mi mamá tenía mucho por hacer en este mundo. Ahorraba dinero para no quedarse sin nada en la vejez. Una vez nos dijo que si en algún momento ya no podía volver a trabajar, nosotros nos encargáramos de la tienda. Por eso teníamos pensado pasar el local a un centro comercial.
Yo quiero que mi mamá no sea recordada como la mujer a la que atacaron de esa forma tan vil y cruel, sino que sea reconocida como esa persona diligente, empática, que dedicó su vida a ayudar a la comunidad de Tabio cuando lo necesitaba. Que dedicó su vida a dar mensajes buenos y ayudar a las personas, a través de su tienda naturista. Esa persona que siempre estaba ahí para quien lo necesitara.
Nosotros ya le hicimos su entierro. Terminamos un novenario en la Iglesia católica, a la que tanto asistía. Sus consejos siempre se quedarán conmigo, como esa vez cuando regresé aquí a la casa por una situación muy difícil que pasé y me escuchó muy atenta para decirme que pensara en mi bienestar y que siguiera estudiando. Que siguiera siendo esa mujer inteligente y fuerte que ella me había enseñado a ser. Eso es lo que quiero seguir haciendo de aquí en adelante. Hacerla sentir muy orgullosa.
*Karen Martínez Santana, hija (27 años).
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El pasado 27 de mayo Carlos Andrés Rivera Ruíz fue capturado en una finca de Tabio, donde se ocultaba. Es el principal responsable del feminicidio de Cecilia y de al menos ocho mujeres más, atacadas y asesinadas entre el 2019 y 2024 en Medellín y varios municipios de Antioquia. La Fiscalía le formuló cargos que no fueron aceptados. El procesado está en una cárcel, a la espera de la audiencia de formulación de acusación.
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