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En 2015 se anunció que, por primera vez en Colombia, habría una unidad médica especial para atender a la comunidad transgénero. Operaría en el hospital público San Blas, en el suroriente de Bogotá, y sería para hacer seguimiento, de una manera responsable, a procesos de cambios de género.
La iniciativa, llamada Transitemos Juntos, fue de los médicos del equipo de salud mental del centro asistencial, quienes plantearon prestar atención complementaria a la población LGBTI, con un equipo que, además de capacitado en su trato, contara con un programa de atención que involucraba psicólogos, psiquiatras, urólogos, ginecólogos, endocrinos, cirujanos plásticos y demás especialistas necesarios en este proceso.
En su momento, el profesional que lideró el proyecto aseguró que su principal interés era realizar un acompañamiento a las personas que decidieran cambiar de sexo o a quienes en su búsqueda les hubieran realizado procedimientos que terminaron mal. Además, con el fin de evitar el estigma social, querían dar una atención igualitaria, para evitar que quienes no contaban con los recursos necesarios terminaran asistiendo a centros clandestinos, poniendo en riesgo su vida y su salud.
Por otra parte, el servicio pretendía brindar atención mental. La razón: un 10 % de quienes se realizan este tipo de intervenciones se arrepienten en el camino. Por ello, el proyecto tenía definido un proceso en tres ciclos. El primero, basado en el protocolo médico internacional, que consistía en una serie de consultas con especialistas como trabajadores sociales, psicólogos y psiquiatras, para determinar la verdadera identidad de género de quienes decidían cambiar de sexo.
Culminado este punto y determinada la transexualidad o el trastorno de identidad de género, dictamen con el que un médico puede seguir el procedimiento, la idea era avanzar con los tratamientos no invasivos y el proceso hormonal, que se complementaban con las valoraciones de los cirujanos plásticos para el cambio de sexo.
En el último ciclo estaban las cirugías, que podían ser de mujer biológica a hombre transexual (mastectomía bilateral subcutánea, histerectomía y anexectomía, metaidoioplastia o faloplastia) o de hombre biológico a mujer transexual (vaginoplastia por inversión peneana o por técnica del colgajo rectosigmoidal pediculado y estética vaginal).
Se esperaba que con la apertura de esta unidad se pudieran atender al menos a 1.200 personas al año, con una inversión mensual de $48 millones. La idea era convertirla en una opción para las personas transgénero que, al no tener dinero, optaban por los procedimientos que ofrecían inexpertos, como las inyecciones de poliuretano líquido, silicona de manejo industrial, polímeros y hasta aceite de cocina.
Con la unidad se buscaba priorizar la atención para los pacientes que ya se habían realizado algún procedimiento quirúrgico con resultados desfavorables. Asimismo se atendía a transgéneros que, perteneciendo al régimen subsidiado, pedían el cambio de sexo.
Aunque desde que se hizo el anuncio de la creación de la unidad alcanzaron a atender a 42 personas, tal parece que la puesta en funcionamiento fue sólo temporal pues en enero de 2016, menos de dos meses después de su lanzamiento, al que asistió el entonces alcalde Gustavo Petro, el centro dejó de funcionar. No se hicieron nuevas inversiones, parece que no se aseguró el presupuesto para que operara, y hoy está en el olvido. “Ese programa no funciona desde enero del año pasado”, asegura uno de los médicos que estaba detrás de la iniciativa, e insiste en que, a pesar de ello, aún hay quienes llegan al hospital buscando los servicios.
Su versión la corrobora otro de los médicos que trabajan allí y que también prefiere mantener su nombre en reserva. Asegura que nunca se estableció cuáles médicos estarían a cargo del proyecto, ni se contrató al personal para complementar la unidad. “Siguen viniendo personas de entidades del Estado, privadas e internacionales, a ver el programa, y nos toca decirles, con mucha tristeza, que no existe, pues se anunció con bombos y platillos, pero nunca se consolidó”.
A pesar de las buenas intenciones y la importancia de esta iniciativa, la actual administración tampoco parece haber hecho algo para rescatarla. De acuerdo con Isleny Ospina, jefa de comunicaciones de la Subred Centro Oriente, a la que pertenece el hospital San Blas, el programa Transitemos Juntos fue un proyecto que “planteó inicialmente la pasada administración, pero que no concretó”. Agrega que, a pesar de que el tema de la unidad para la población trans se planteó en las mesas de trabajo previas a la creación de las cuatro subredes de salud, nunca llegó a mayores términos, ni se destinó presupuesto para llevarla a cabo.
Ospina asegura que nunca hubo atención. “Se pudo haber recibido personas, pero en casos aislados, que no fueron atendidas en el programa, sino como pacientes del hospital. La idea era hacer cirugías, que se realizaran en el San Blas y se remitieran a La Victoria, pero no hubo nada”.
Contrario a esto Jaime Urrego, subsecretario de Salud Pública durante el gobierno de Petro, dice que sí funcionó. "Nosotros la inauguramos con el alcalde. Era un centro especializado en cirugía. Es cierto que aun estaba en desarrollo, pero dejamos instalado todo el proceso desde la capacitación y la inducción para que llegaran al hospital hasta una sala para que hubiera un trato especial con los pacientes, en la que se hiciera la valoración y se aplicara toda la ruta establecida para realizar los procedimientos".
Así las cosas, todo parece haber quedado en el anuncio de un proyecto que no se respaldó administrativamente. Aunque el Plan Territorial de Salud para Bogotá 2016-2020 reconoce que esta población es una de las más vulnerables en cuanto a enfermedades de transmisión sexual y atención médica, la población LGBTI sigue sin unidad especializada que la atienda.