Así son las peleas de boxeo callejeras en Bogotá
Desde hace un año, los domingos cada 15 días, el influencer conocido como “El Nea” organiza peleas de boxeo en los parques públicos de varias localidades del sur de Bogotá. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué a la gente le gusta este deporte tan brutal como apasionante? Una crónica de ciudad vista bajo la obra de Joyce Carol Oates.
Joseph Casañas Angulo
Alejandra Ortiz
Camila Granados Arango
Iván Muñoz Franco
Estuvimos en uno de esos encuentros. De a poco, quienes asisten al parque se va congregando en torno a las peleas y forman un círculo humano que a su vez es el ring. Jean Carlos Castro, primo del Nea, es el encargado de organizar a los peleadores por pesos y hacer una fugaz revisión. “Verifico que no lleven aretes ni perfos (perforaciones) con las que se puedan lastimar. Les pongo los cascos protectores, los guantes y los motivo. Es bueno que sientan que este deporte es mucho más de lo que muchas personas piensan”.
Una de esas personas era mi abuelo. El viejo José Daniel Jiménez no entendía cómo por qué dos tipos se citaban en un ring para darse goles. “Es un deporte de y para salvajes”, decía. Con esa máxima como excusa prohibió a sus nietos ver boxeo y El Chavo del 8.
De entender los golpes en la quijada o en el hígado también se ha ocupado la literatura. Por ejemplo, la novelista estadounidense Joyce Carol Oates, en Del boxeo, compilación de crónicas sobre este deporte reflexiona: “Al observar deportes de equipo, equipos de hombres adultos, uno ve cómo los hombres son niños en el sentido más dichoso de la palabra, pero el boxeo en su ferocidad elemental no puede asimilarse a la niñez”.
¿Pero será que el Nea y aquellos boxeadores paganos lo ven como un deporte? Me pregunto si ese joven influencer nacido en Malagana, Bolívar, más bien ve aquella cita de los nudillos con los rostros simplemente, aunque no sea tan simple, como una oportunidad de generar likes y morbo. Y se lo pregunto.
“Tal vez muchos lo hacen por deporte y otras personas, tal vez, uno nunca sabe, algunos tuvieron un mal día y van a desquitarse. Los torneos de boxeo traen mucha controversia, porque todo tipo de personas lo ven. Es algo entretenido. Mentalmente, al ser humano apenas tú le pones la palabra ‘pelea’ inmediatamente quiere saber dónde, cuándo. A cualquier persona le sale el video, apenas ve tres golpes, ya quiere ver el video completo, de por sí, así no les guste el boxeo. Es algo que llama mucho”, dice.
Y sigo con mis dudas. Y tal vez la respuesta del Nea las afianza. Y tal vez sí es el entretenimiento por el entrenamiento, pero él apunta a otra cosa. “A futuro quiero ver mis pelas de boxeo más profesionales. Con mejores protecciones y seguir motivando a los jóvenes al deporte. Tener mejores cámaras. Uno de mis muchos sueños es llenar el Movistar Arena con un evento de boxeo. Y así va a ser. Seguro”.
El contenido del Nea hace parte de todo ese maremágnum de información, valiosa y no tanto, que circula por la red con la premisa de que la emotividad se convierta en el vehículo que la hace circular y multiplicarse. Esa es la ecuación que el Nea y otros influenciadores utilizan para su “éxito”. Todo ese contenido que vive allí no necesita a los medios de comunicación tradicionales para aumentar su exposición.
Quizá con esta reflexión de Noam Chomsky sobre el contenido y las redes entendamos algunas razones: “La red crea una sensación equivocada de pertenencia y autonomía, pues al construir relaciones basadas en interacciones digitales, solo se construye una falsa idea de amistad, superficial y limitada”. Además, considera que la neutralidad de la red está puesta en duda, ya que empresas gigantescas como Google y Facebook recopilan grandes cantidades de datos sobre los individuos, que después utilizarán como parte de sus estrategias comerciales.
Estuvimos en uno de esos encuentros. De a poco, quienes asisten al parque se va congregando en torno a las peleas y forman un círculo humano que a su vez es el ring. Jean Carlos Castro, primo del Nea, es el encargado de organizar a los peleadores por pesos y hacer una fugaz revisión. “Verifico que no lleven aretes ni perfos (perforaciones) con las que se puedan lastimar. Les pongo los cascos protectores, los guantes y los motivo. Es bueno que sientan que este deporte es mucho más de lo que muchas personas piensan”.
Una de esas personas era mi abuelo. El viejo José Daniel Jiménez no entendía cómo por qué dos tipos se citaban en un ring para darse goles. “Es un deporte de y para salvajes”, decía. Con esa máxima como excusa prohibió a sus nietos ver boxeo y El Chavo del 8.
De entender los golpes en la quijada o en el hígado también se ha ocupado la literatura. Por ejemplo, la novelista estadounidense Joyce Carol Oates, en Del boxeo, compilación de crónicas sobre este deporte reflexiona: “Al observar deportes de equipo, equipos de hombres adultos, uno ve cómo los hombres son niños en el sentido más dichoso de la palabra, pero el boxeo en su ferocidad elemental no puede asimilarse a la niñez”.
¿Pero será que el Nea y aquellos boxeadores paganos lo ven como un deporte? Me pregunto si ese joven influencer nacido en Malagana, Bolívar, más bien ve aquella cita de los nudillos con los rostros simplemente, aunque no sea tan simple, como una oportunidad de generar likes y morbo. Y se lo pregunto.
“Tal vez muchos lo hacen por deporte y otras personas, tal vez, uno nunca sabe, algunos tuvieron un mal día y van a desquitarse. Los torneos de boxeo traen mucha controversia, porque todo tipo de personas lo ven. Es algo entretenido. Mentalmente, al ser humano apenas tú le pones la palabra ‘pelea’ inmediatamente quiere saber dónde, cuándo. A cualquier persona le sale el video, apenas ve tres golpes, ya quiere ver el video completo, de por sí, así no les guste el boxeo. Es algo que llama mucho”, dice.
Y sigo con mis dudas. Y tal vez la respuesta del Nea las afianza. Y tal vez sí es el entretenimiento por el entrenamiento, pero él apunta a otra cosa. “A futuro quiero ver mis pelas de boxeo más profesionales. Con mejores protecciones y seguir motivando a los jóvenes al deporte. Tener mejores cámaras. Uno de mis muchos sueños es llenar el Movistar Arena con un evento de boxeo. Y así va a ser. Seguro”.
El contenido del Nea hace parte de todo ese maremágnum de información, valiosa y no tanto, que circula por la red con la premisa de que la emotividad se convierta en el vehículo que la hace circular y multiplicarse. Esa es la ecuación que el Nea y otros influenciadores utilizan para su “éxito”. Todo ese contenido que vive allí no necesita a los medios de comunicación tradicionales para aumentar su exposición.
Quizá con esta reflexión de Noam Chomsky sobre el contenido y las redes entendamos algunas razones: “La red crea una sensación equivocada de pertenencia y autonomía, pues al construir relaciones basadas en interacciones digitales, solo se construye una falsa idea de amistad, superficial y limitada”. Además, considera que la neutralidad de la red está puesta en duda, ya que empresas gigantescas como Google y Facebook recopilan grandes cantidades de datos sobre los individuos, que después utilizarán como parte de sus estrategias comerciales.