Violencia vicaria: ¿cómo proteger a los niños cuando el enemigo está en casa?
A los recientes casos de homicidios, las cifras de denuncias por casos de violencia intrafamiliar en la ciudad aumentaron en un 79,8 % en relación con el año anterior.
Alexánder Marín Correa
Cada día se evidencia cómo la infancia corre peligros, que parecerían impensables en una sociedad que se precia de ser respetuosa de la vida y de cuidar a sus niños y niñas. Lo demuestran los recientes casos que enlutan al país: el feminicidio de Sara Delgado, de 12 años; la muerte de Alexis Ramírez, de dos años, al que hallaron sepultado, tras ser reportado como desaparecido, y, recientemente, el escabroso crimen de Santy Steban y Susan Beltrán Ramírez, de 4 y 7 años, perpetrado por su padre, en el barrio Las Ferias, en Engativá.
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Cada día se evidencia cómo la infancia corre peligros, que parecerían impensables en una sociedad que se precia de ser respetuosa de la vida y de cuidar a sus niños y niñas. Lo demuestran los recientes casos que enlutan al país: el feminicidio de Sara Delgado, de 12 años; la muerte de Alexis Ramírez, de dos años, al que hallaron sepultado, tras ser reportado como desaparecido, y, recientemente, el escabroso crimen de Santy Steban y Susan Beltrán Ramírez, de 4 y 7 años, perpetrado por su padre, en el barrio Las Ferias, en Engativá.
El responsable de este último caso fue Darwin Beltrán, quien tenía antecedentes por violencia intrafamiliar. Al parecer, su expareja y madre de los niños, le había manifestado recientemente su decisión de no seguir con la relación, debido a los continuos episodios de violencia y maltrato. La reacción del criminal fue acabar con la vida de sus dos hijos.
En contexto: El Espectador le explica los casos de ataques violentos en contra de niños y niñas
Estos atroces casos son apenas piezas de un contexto generalizado de violencia contra los niños, en el que las cifras muestran un panorama desolador. En 2023 se reportaron 6.369 víctimas de violencia intrafamiliar (casi 17 diarios); entre enero y julio de este año 313 (casi dos diarios) fueron asesinados; al 31 de agosto cerca de 1,8 millones estaban registrados como víctimas del conflicto, según la Unidad de Víctimas, y el año pasado se reportaron 262 casos de reclutamiento forzado, según Naciones Unidas (49% más que en 2022).
Para completar, en el primer semestre de 2024, Medicina Legal practicó 10.390 exámenes por delitos sexuales; entre 2021 y 2023 se registraron 211 casos de trata, según el Ministerio del Interior, y cada día ingresan 141 niñas y niños al sistema de protección, de los cuales, el 66% lo hacen por violencia sexual, negligencia, condiciones especiales de los cuidadores y violencia física. Lo peor es que, en la mayoría de estos casos las víctimas conviven bajo el mismo techo con su verdugo.
“La mayoría de la violencia sexual en contra de la niñez es cometida por un familiar como el papá, el padrastro, un tío o un hermano. Las cifras de violencia intrafamiliar ratifican la situación. Lo más complejo es que las estadísticas no reflejan toda la realidad. El Instituto de Medicina Legal calcula un subregistro del 70% de los casos, ya que se dan dentro de las casas y nadie denuncia. Por otro lado, 80 de cada 100 hogares admiten que en su casa hay castigo físico humillante y degradante”, señala Ximena Norato, directora de la Agencia Pandi, organización integrante de la Alianza por la Niñez.
¿Cómo proteger a las infancias de la violencia vicaria?
El doble crimen de Engativá demuestra cómo una conducta machista y violenta, que se perpetúa en el tiempo, puede desencadenar no solo en feminicidios, sino en la denominada violencia vicaria. ¿Pero qué es la violencia vicaria? Es un tipo de violencia basada en género (VBG), que busca dañar a la mujer a través de sus seres queridos, en especial de sus hijos. Los niños son instrumentalizados para ocasionar dolor a sus madres, siendo el punto más extremo la muerte. Esto, con el fin de generar una pérdida irreparable, que fracture a la persona y convierta su vida en un dolor constante.
Una tragedia que, lamentablemente, no es nueva en la ciudad. Las muertes de Santy y Susan trae a la memoria otro caso que deja entrever los alcances de una conducta posesiva y enfermiza frente a la pareja, que terminan pagando los niños: se trata del crimen de Gabriel Esteban Cubillos, de cinco años, quien fue asesinado por su padre, Gabriel González Cubillos, en un hotel de Melgar (Tolima). El asesinato se dio en un contexto de separación de los padres del niño, que llevaba varios meses. El hombre le anunció a su expareja que asesinaría al niño, a quien se llevó con engaños de que irían de paseo.
La pregunta que siempre queda es ¿se pudo evitar? La respuesta, aunque es compleja, podría ser afirmativa, en caso de que las autoridades y la sociedad actuaran con celeridad ante las mínimas señales de alarma. Al menos, así lo cree Luz Alcira Granada Contreras, directora ejecutiva Bethany Christian Services, organización miembro del Comité Directivo Alianza por la Niñez Colombiana. Las alertas, en muchos casos, son evidentes, y por esta razón, dice la experta, una manera de proteger a los niños y niñas es que, cuando ha habido violencia de género previa del cónyuge o pareja sentimental, es necesario cubrir a los hijos e hijas con las mismas medidas de protección con las que se cubren a la víctima de dicha violencia.
“Lo que se ha identificado es que cuando existen actitudes violentas hacia la pareja, estas tienen alta probabilidad de ocurrir con los hijos, puesto que, de lo que se trata este tipo de relaciones patológicas, es de demostrar poder, dominio y hacer sufrir al otro, con lo cual los hijos e hijas quedan en un fuerte nivel de vulnerabilidad, pues cuando existen órdenes de alejamiento por ejemplo, y esto no cubre a los hijos, es muy factible que terminen convirtiéndose en el objeto para demostrar poder y hacer sufrir al otro”, señala Granada.
Ante esta situación, la experta señala que es importante tener procesos más coherentes entre las situaciones que han generado órdenes de protección frente a una pareja agresiva y las custodias compartidas, porque en cualquier momento, como se ha visto, las niñas y los niños pueden convertirse en víctimas “Si una persona es agresiva con su pareja, es difícil que no lo sea con sus hijos, por lo cual los procesos de custodias compartidas después de una separación de pareja por violencia deben ser altamente vigilado y acompañado por las instancias de protección”
Y concluye: “diría que, aunque la violencia ocurra en el ámbito de lo ‘privado’, no podemos ser indiferentes como sociedad y denunciar ante la menor sospecha de posibles situaciones de violencia intrafamiliar, que involucren a mujeres y a niñas y niños. Existen forma de hacerlo anónimas y no debemos ser indiferentes, ni pensar que la violencia es justificable desde ningún punto de vista y que corresponde a lo privado, pues soy corresponsable de esa protección de niñas y niños ante la ley”.
Salud mental y resignificación de lo masculino
Los entornos de violencia con los que muchas generaciones de colombianos crecieron, sumados a una educación y una visión machista de la sociedad y sus dinámicas, son una realidad ineludible a la que deben apostarle por rebatir las campañas del Estado, y en este caso, del Distrito, pues la evidencia indica que la gran mayoría de agresiones contra mujeres, incluidos casos de feminicidio, violencia intrafamiliar y violencia vicaria, entre otras Violencias Basadas en Género, provienen de estos contextos.
Un reciente informe de Bogotá Cómo Vamos, que analizó datos del Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo (SIEDCO) de la Policía Nacional, reveló un alarmante incremento en casos de violencia intrafamiliar en la capital colombiana. Las cifras muestran un aumento del 79,8% en las denuncias por este delito, un porcentaje que deja entrever la urgencia de repensarnos como sociedad y los roles que en ella desempeñamos.
El programa Calma, que empezó a funcionar desde 2023, del cual hace parte la línea calma y la escuela de hombres al cuidado, busca, a grandes rasgos, fomentar masculinidades corresponsables y no violentas. La línea calma, pensada como un espacio de escucha y orientación, lanzada por el Distrito el 17 de diciembre de 2020, durante estos cuatro años ha atendido a más de 19.000 hombres, mayores de 18 años.
Dentro de sus objetivos, está que los hombres puedan poner en palabras sus sentimientos y aprender a manejar situaciones emocionales como la ira, frustración, celos, duelos amorosos, preocupación por motivos económicos o familiares, ansiedad, depresión, entre otros, bajo una orientación emocional y psicosocial con profesionales.
Algunos datos relevantes del programa Calma según el Observatorio de gestión del conocimiento de la Secretaría de Cultura, señalan que el 81,9% de los hombres que acuden, quisieran manejar mejor sus emociones, pero no sabe cómo. En Bogotá, el 72,5% de las personas consideran que los hombres pueden “ayudar” en los oficios del hogar, aunque no sea su obligación. Además, en la ciudad, el 73% de las personas reportaron haber presenciado situaciones de violencia al interior de su hogar ejercidas por los padres, y un 75% cree que los hombres son más reservados que las mujeres en sus emociones.
Más cuidado
La solución, como afirman expertos en infancia, no está únicamente en las alertas tempranas y en apostarle a programas desarticulados. Aunque sí puedan salvar vidas, un punto clave está en la educación y en el compromiso social e institucional de darle a la niñez la relevancia que necesita. Para Luz Mercedes Cevallos Sánchez, coordinadora del Programa de Criminología e Investigación de la Universidad del Rosario, hay que identificar cuando un menor crece en un entorno familiar con problemáticas, negligencia o violencia, que puedan aumentar el riesgo. Añade algo importante para entender la paradoja de cuando un entorno seguro, como el hogar, o el colegio, se tornan en escenarios de violencias.
La experta concuerda en que, por la mente de un maltratador o persona que comete alguna negligencia contra un menor, “pueden influir factores psicológicos, trastornos mentales, historias de abuso, un entorno familiar disfuncional o un parentesco con normas sociales y subculturas en las que puede haber un mayor grado de aceptación o tolerancia a este tipo de conductas inapropiadas hacia los menores de edad”.
Si bien será la justicia la que esclarezca los casos de Sara Delgado, Alexis Delgado y Santy y Susan Ramírez, y así corroborar las versiones y responsabilidades de otro caso que se suma a los cientos de muertes de niños y niñas que no tuvieron oportunidad de vivir su vida en un ambiente sano y seguro. La tarea la tiene el Estado y las iniciativas de cada región, encabezada por Bogotá y Cundinamarca en donde la niñez cada vez parece más amenazada. Y, entre ellas, vuelve entonces la discusión por la necesidad de inculcar la salud mental en hombres.
Manifiesto contra la violencia
El doble homicidio en Engativá ocurre a una semana de la Primera Conferencia Mundial para poner fin a la Violencia contra la Infancia y la Adolescencia, que reunirá representantes de 193 países, para buscar compromisos y soluciones frente a la violencia infantil. Como antesala, la Alianza por la Niñez le entregó al ICBF un manifiesto, en el que abordan cuatro ejes fundamentales como la violencia física, psicológica y negligencia; el conflicto y la paz; la violencia sexual, y el fortalecimiento familiar.
En el caso de violencia física, recomiendan una estrategia nacional pedagógica de prevención como política de Estado, que incluya el fortalecimiento de capacidades familiares, un sistema de reporte interinstitucional, una campaña masiva contra el castigo físico y espacios intergeneracionales de diálogo para sensibilizar y prevenir las violencias. En el caso de víctimas del conflicto se propone crear una estrategia intersectorial para la protección integral de niñas, niños y adolescentes con un fondo que fortalezca medidas alternativas y rutas institucionales, garantizando enfoques diferenciales y la participación de niñas, niños y adolescentes.
Contra la violencia sexual proponen formular para 2025 una estrategia, abordando la explotación sexual, trata, matrimonio infantil forzado, mutilación genital, abuso sexual y el uso indebido de las TIC con fines de violencia sexual, que incluya reforma a la justicia, para contar con un sistema adaptado a la infancia, con recursos financieros y talento humano adecuado y suficiente. Para el fortalecimiento a la familia y a la comunidad, la propuesta es que para 2030 el Estado implemente una estrategia que articule los programas de fortalecimiento familiar y comunitario, con mecanismos de focalización para atender familias en situación de riesgo y prevenir la separación familiar innecesaria.
Cifras de delitos contra la infancia en Bogotá:
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