Ardem Patapoutian se enteró de su Nobel por una llamada de su papá de 92 años
El investigador, ahora nacionalizado norteamericano, llegó a Estados Unidos huyendo de la guerra en el Líbano. Así se enteró de su triunfo.
Ardem Pataputian, biólogo molecular nacido en el Líbano, recibió este lunes el Premio Nobel de medicina y fisiología, junto a David Juilus. La noticia del galardón, que fue otorgado por sus descubrimientos en los receptores de la temperatura y el tacto, fue recibida de una forma muy particular.
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Ardem Pataputian, biólogo molecular nacido en el Líbano, recibió este lunes el Premio Nobel de medicina y fisiología, junto a David Juilus. La noticia del galardón, que fue otorgado por sus descubrimientos en los receptores de la temperatura y el tacto, fue recibida de una forma muy particular.
Al momento en el que anunciaron el galardón Patapoutian se encontraba descansando, pues era un poco menos de las dos de la mañana en California, donde vive. Su teléfono se encontraba en la función de “no molestar”, y cuando lo llamaron reiteradas veces de la organización del Premio Nobel para anunciar su victoria no contestó.
“De alguna forma encontraron el teléfono de mi papá, que tiene 92 años y vive en Los Ángeles. Entonces fue él quien me llamó y recibí la noticia, lo que fue también algo muy especial”, aseguró el científico. Tras colgar tuvo que recurrir al video que la organización publica en la página web para ver su triunfo.
El investigador, ahora nacionalizado norteamericano, llegó a Estados Unidos huyendo de la guerra en el Líbano cuando era joven. Aunque quería ser médico, se “enamoró de la investigación” y estudió su pregrado en Ciencias en la Universidad de California, en Los Ángeles, e hizo su doctorado en Biología en el Instituto Tecnológico de California. A la fecha es autor de más de un centenar de artículos en diversas revistas científicas y es miembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia desde 2016, y de la Academia Nacional de Ciencias desde 2017.
Según el jurado del Nobel en Estocolmo, sus “descubrimientos revolucionarios” nos han “permitido comprender cómo el calor, el frío y la fuerza mecánica pueden desencadenar impulsos nerviosos que nos permiten percibir y adaptarnos al mundo”. Aunque la capacidad de los humanos para percibir el calor, el frío, el tacto y la brisa es esencial para la supervivencia y para la interacción, hasta entonces había una pregunta importante por resolver: cuáles eran los transductores moleculares, esos sensores responsables de detectar y convertir el calor, el frío y el tacto en impulsos nerviosos del sistema nervioso central.
El sentido del tacto es único en percibir estímulos tanto físicos (temperatura, mecánicos) como químicos (compuestos que causan dolor, picazón, etc.) en la naturaleza. En esa área del conocimiento es que el científico galardonado se ha centrado en los últimos años.
Los potenciales de su investigación
En la entrevista con la organización del Premio Nobel, el científico también destacó que su investigación tiene potenciales implicaciones médicas, y arroja pistas sobre cómo reducir el dolor crónico y agudo asociado a numerosas enfermedades.
Con su grupo de investigación se dedicaron a buscar células que, cultivadas en el laboratorio, reaccionaran eléctricamente ante un estímulo físico de presión. Al encontrarlas decidieron ir más allá e identificar, específicamente, el receptor que se encargaba de eso.
“Sabíamos que había proteínas implicadas en la percepción del dolor, el tacto, la audición o la presión sanguínea, pero nadie sabía que una sola familia, los receptores que descubrimos, Piezo 1 y Piezo 2, explicaría todos estos procesos”, aseguró Patapoutian en otra entrevista cuando le entregaron el galardón “Fronteras del Conocimiento” por la misma investigación.
Desde entonces no han dejado de sorprenderse. Los receptores Piezo que identificó son, saltándonos los detalles técnicos, grandes proteínas que entran y salen de la membrana de las células decenas de veces, como un resorte que se estira y se encoge. Estos receptores, más allá del tacto, están también en otras funciones vitales del organismo. Por ejemplo, alertan que la vejiga urinaria está llena, detectan una caricia, o que la piel está inflamada tras una quemadura solar.
“En ciencia, muchas de las cosas que damos por sentado, como por ejemplo cómo sentimos, son de un gran interés”, asegura el galardonado en la entrevista con la organización del Nobel. En el campo del sentido del tacto y del dolor, agrega, “este era un gran elefante en la habitación. Sabíamos que estos receptores existían, y sabíamos que hacían algo muy diferente a como las otras células se comunican entre ellas”.
“Lo emocionante de esto es que nos está llevando en direcciones y lugares en los que no sabíamos que el sentido y la presión era importante. Por ejemplo, hemos encontrado que los glóbulos rojos en la sangre pueden sentir presión y ajustar su volumen. También que en las células inmunes esta proteína regula cuanto hierro hay en la sangre. Nadie hubiera pensado que la presión está relacionada con estos receptores”, concluye.