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Todo tipo dolencias como lesiones, enfermedades infecciosas, cáncer, entre otras, pueden hacer que una mascota necesite sangre con urgencia. Afortunadamente, la trasfusión se ha convertido cada vez más en una actividad de rutina en la atención veterinaria.
El problema es que conseguir sangre de las mascotas no siempre es una tarea sencilla, pues, no existe, por ejemplo, un banco de sangre oficial, como la Cruz Roja, para perros o gatos. Por esta razón, algunos hospitales en el mundo han desarrollado una lista de donantes y bancos comerciales con listas de espera que pueden durar varios meses.
Pero, ¿cómo ha avanzado esta práctica veterinaria en el mundo y cómo algunos centros de mascotas están actuando para mejorar su disponibilidad para mascotas que lo necesitan?
El inicio de la trasfusión
La trasfusión de sangre inició, de hecho, con los perros. El primer registro documentado de este procedimiento en la historia ocurrió en 1665, cuando un médico británico utilizó la sangre de un perro saludable para curar a uno que estaba moribundo. Aun así, solo fue hasta la década de 1950 que las trasfusiones se volvieron una opción de tratamiento para perros enfermos. En ese momento, se trató de una práctica ‘ad hoc’, en la que en ocasiones médicos veterinarios ofrecían sus propios perros cuando se necesita sangre en sus centros de atención.
Lo cierto es que esta forma de hacer las cosas aún no ha desaparecido. “Hay mucha gente que tiene un gato deambulando por su hospital, que es el donante interno”, explicó a The New York Times, Karl Jandrey, veterinario de urgencias y cuidados intensivos de la Universidad de California.
Además de esto, existen bancos de sangre comerciales que dependen de “colonias cerradas”, es decir, de grupos de gatos o perros que viven en centros médicos proporcionando sangre durante varios años antes de ser dados en adopción. Esto último ha sido criticado por grupos animalistas por presuntos hechos de maltrato y abuso en estas instalaciones.
Una alternativa más comunitaria, con superhéroes
Estas situaciones han hecho que se desarrollen modelos locales en los que mascotas se convierten en donantes regulares. Por ejemplo, en DoveLewis, un centro veterinario de Oregón (EE. UU.), se tienen 90 perros y 40 gatos que son donantes habituales. En estos bancos de sangre comunitarios los dueños de los donantes no reciben pagos, sino que se les ofrecen exámenes veterinarios gratis, tratamientos de pulgas, entre otros.
Los requisitos para donar en estos programas varían, pero los donantes deben ser completamente sanos, ser relativamente jóvenes y tener un tamaño apto para donar un poco de sangre. Para poner esto último en perspectiva, los perros suelen donar alrededor de medio litro cada vez, mientras que los gatos dan menos de medio litro.
“No buscamos ninguna raza en concreto”, explicó, a The New York Times, Valerie Latchford, veterinaria y flebotomista del Blue Ridge Veterinary Blood Bank, un banco de sangre comercial de Virginia (EE. UU) que depende por completo de las donaciones de perros. “Tenemos de todo, desde perros recogidos en refugios, perros de exposición, perros de servicio”.
Uno de los requisitos en estos centros es que las mascotas estén cómodas durante el tratamiento, que puede tomar alrededor de cinco minutos.
¿Y los gatos?
Para los gatos, las donaciones de sangre pueden ser más díficiles. “No se limitan a saltar sobre la mesa y tumbarse”, explico Reinauer, de DoveLewis a NYT. En la mayoría de los casos, las donaciones de sangre felina suelen requerir sedación, que no es un procedimiento exento de riesgos.
Vale señalar que, además, los perros y gatos tiene su propio tipo de sangre y se necesita asegurar su compatibilidad para el donante, lo que puede retardar el proceso. Además de esto, hay sangre que puede ser difícil de obtener, como el tipo B de gato, que es bastante buscada para tratamientos veterinarios.
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