Así lucía la cabeza de un ‘milpiés’ prehistórico que medía lo mismo que un automóvil
Su tamaño y características han fascinado a los paleontólogos y científicos, quienes han realizado numerosos estudios sobre sus restos fósiles desde su descubrimiento en 1854.
Hace unos 346 millones de años caminó por el mundo uno de los insectos más gigantes que han existido en la Tierra. Conocido como Arthropleura, medía más de 2,6 metros de largo y tenía una apariencia que recordaba a un milpiés moderno. Su cuerpo segmentado y cubierto por un resistente exoesqueleto se arrastró por lo que hoy es América del Norte y Europa, dejando huellas similares a pisadas a su paso. Desde su descubrimiento en 1854 ha sido una de las criaturas más estudiadas, con más de 100 artículos científicos.
Sin embargo, muchos de sus secretos siguen ocultos. Aunque sabemos que era uno de los artrópodos más grandes que jamás ha existido, aún hay muchas lagunas en nuestro conocimiento sobre su cuerpo, especialmente sobre su cabeza. Durante mucho tiempo, los paleontólogos han tenido dificultades para encontrar restos completos de Arthropleura, y las pocas cabezas que se han descubierto estaban en mal estado o incompletas, lo que dificultaba su estudio detallado. Por ejemplo, lo que se pensaba que era su cabeza en algunos fósiles resultó ser una parte del tronco llamada “collum”, confundiendo aún más.
Recientemente, con el uso de tecnologías avanzadas como la microtomografía computarizada (μCT), los científicos han podido examinar fósiles juveniles tridimensionalmente conservados en rocas especiales llamadas nódulos sideríticos. Estos fósiles, encontrados en Montceau-les-Mines, Francia, datan de unos 305 millones de años y han revelado detalles inéditos de la cabeza de Arthropleura, especialmente de sus piezas bucales. Los hallazgos de esa investigación acaban de ser publicados en la prestigiosa revista científca Science. El estudio proporciona una visión mucho más clara sobre cómo se alimentaba y confirma algunas de sus características más distintivas, como los tubérculos que cubrían su cuerpo.
Los nuevos escáneres confirman que Arthropleura era, sin duda, un miriápodo con afinidades con los milpiés modernos. Pero, según se lee en un artículo de perspectiva que acompaña la investigación principal, también publicado en Science y firmado por James Lamsdell, un paleontólogo de la Universidad de Virginia Occidental que no participó en el estudio, “el descubrimiento más emocionante proviene de las cabezas de los especímenes que muestran un mosaico de características de milpiés y ciempiés”.
La cabeza de Arthropleura presentaba una combinación de características de los ciempiés y los milpiés actuales. Tenía dos pares de maxilares, que son las estructuras que usa para alimentarse. El primer par de maxilares era pequeño y tenía lóbulos cortos y redondeados, lo que lo diferenciaba de los milpiés modernos, que poseen una estructura más rígida. Este detalle hace que los maxilares de Arthropleura se asemejen más a los de los ciempiés, con un diseño más simple y menos especializado. El segundo par de maxilares se parecía a patas, una característica común entre los ciempiés, pero ausente en los milpiés actuales.
Las mandíbulas, aunque similares a las de los milpiés por su forma y la presencia de un lóbulo bien definido, estaban encapsuladas dentro de la cabeza, al igual que en los ciempiés. Esto contrasta con los milpiés, donde la placa base de la mandíbula forma parte de la pared lateral de la cabeza.
Otra característica distintiva de la cabeza de Arthropleura eran sus ojos. Mientras que los miriápodos actuales tienen ojos fijos en la cabeza, Arthropleura tenía ojos pedunculados, que sobresalían como si estuvieran sobre pequeños “tallos”. Esta morfología es más parecida a los ojos compuestos de ciertos ciempiés y milpiés antiguos, en lugar de los ojos simples y fijos que se observan en la mayoría de los miriápodos actuales.
“Ahora tenemos, sin duda, la visión más completa de Arthropleura hasta la fecha. Sin embargo, quedan preguntas sobre esta criatura excepcional”, escribe Lamsdell. Por ejemplo, la investigación también aborda la alimentación y el movimiento de los miriápodos. Esta especie se dividen en dos grupos según su dieta: los quilópodos, que son carnívoros y se alimentan de otros animales, y los sínfilos, paurópodos y diplópodos, que son detritívoros, lo que significa que se alimentan de materia orgánica en descomposición, como hojas muertas y restos de plantas. En el caso de Arthropleura, el tipo de alimento que consumía no está del todo claro, ya que se han encontrado pocos restos que indiquen su dieta.
Sin embargo, muchos científicos piensan que probablemente también era detritívoro, como los milpiés, basándose en la forma de su cuerpo y en lo que se ha encontrado en sus intestinos. Aunque algunas características de su aparato de alimentación son similares a las de los ciempiés carnívoros, Arthropleura no tenía los apéndices que los ciempiés usan para atrapar y envenenar a sus presas. Además, sus extremidades eran cortas y no estaban adaptadas para movimientos rápidos, lo que sugiere que se movía lentamente, al igual que los milpiés de hoy en día. Se espera encontrar más evidencias que confirmen esta hipótesis.
Esa no es la única pregunta. No se encontraron indicios de un sistema respiratorio, lo que significa que no se puede confirmar si estos animales tenían tráqueas como los miriápodos que viven hoy en día, o branquias como los artrópodos acuáticos actuales. Esto genera incertidumbre sobre la relación de Arthropleura con el agua. De hecho, los ojos pedunculados hallados en estos fósiles podrían sugerir que llevaba un estilo de vida semiacuático.
Otro aspecto intrigante es que no se ha encontrado evidencia directa de que los adultos de Arthropleura fueran tan grandes como se pensaba, ya que no se han hallado restos de especímenes gigantes. Esto podría deberse a un sesgo en los fósiles encontrados, que no son lo suficientemente grandes para preservar ejemplares adultos en su totalidad. La falta de información sobre las etapas de desarrollo de Arthropleura resalta cuántas cosas aún no sabemos sobre su biología, incluyendo su crecimiento y si había diferencias entre machos y hembras.
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Hace unos 346 millones de años caminó por el mundo uno de los insectos más gigantes que han existido en la Tierra. Conocido como Arthropleura, medía más de 2,6 metros de largo y tenía una apariencia que recordaba a un milpiés moderno. Su cuerpo segmentado y cubierto por un resistente exoesqueleto se arrastró por lo que hoy es América del Norte y Europa, dejando huellas similares a pisadas a su paso. Desde su descubrimiento en 1854 ha sido una de las criaturas más estudiadas, con más de 100 artículos científicos.
Sin embargo, muchos de sus secretos siguen ocultos. Aunque sabemos que era uno de los artrópodos más grandes que jamás ha existido, aún hay muchas lagunas en nuestro conocimiento sobre su cuerpo, especialmente sobre su cabeza. Durante mucho tiempo, los paleontólogos han tenido dificultades para encontrar restos completos de Arthropleura, y las pocas cabezas que se han descubierto estaban en mal estado o incompletas, lo que dificultaba su estudio detallado. Por ejemplo, lo que se pensaba que era su cabeza en algunos fósiles resultó ser una parte del tronco llamada “collum”, confundiendo aún más.
Recientemente, con el uso de tecnologías avanzadas como la microtomografía computarizada (μCT), los científicos han podido examinar fósiles juveniles tridimensionalmente conservados en rocas especiales llamadas nódulos sideríticos. Estos fósiles, encontrados en Montceau-les-Mines, Francia, datan de unos 305 millones de años y han revelado detalles inéditos de la cabeza de Arthropleura, especialmente de sus piezas bucales. Los hallazgos de esa investigación acaban de ser publicados en la prestigiosa revista científca Science. El estudio proporciona una visión mucho más clara sobre cómo se alimentaba y confirma algunas de sus características más distintivas, como los tubérculos que cubrían su cuerpo.
Los nuevos escáneres confirman que Arthropleura era, sin duda, un miriápodo con afinidades con los milpiés modernos. Pero, según se lee en un artículo de perspectiva que acompaña la investigación principal, también publicado en Science y firmado por James Lamsdell, un paleontólogo de la Universidad de Virginia Occidental que no participó en el estudio, “el descubrimiento más emocionante proviene de las cabezas de los especímenes que muestran un mosaico de características de milpiés y ciempiés”.
La cabeza de Arthropleura presentaba una combinación de características de los ciempiés y los milpiés actuales. Tenía dos pares de maxilares, que son las estructuras que usa para alimentarse. El primer par de maxilares era pequeño y tenía lóbulos cortos y redondeados, lo que lo diferenciaba de los milpiés modernos, que poseen una estructura más rígida. Este detalle hace que los maxilares de Arthropleura se asemejen más a los de los ciempiés, con un diseño más simple y menos especializado. El segundo par de maxilares se parecía a patas, una característica común entre los ciempiés, pero ausente en los milpiés actuales.
Las mandíbulas, aunque similares a las de los milpiés por su forma y la presencia de un lóbulo bien definido, estaban encapsuladas dentro de la cabeza, al igual que en los ciempiés. Esto contrasta con los milpiés, donde la placa base de la mandíbula forma parte de la pared lateral de la cabeza.
Otra característica distintiva de la cabeza de Arthropleura eran sus ojos. Mientras que los miriápodos actuales tienen ojos fijos en la cabeza, Arthropleura tenía ojos pedunculados, que sobresalían como si estuvieran sobre pequeños “tallos”. Esta morfología es más parecida a los ojos compuestos de ciertos ciempiés y milpiés antiguos, en lugar de los ojos simples y fijos que se observan en la mayoría de los miriápodos actuales.
“Ahora tenemos, sin duda, la visión más completa de Arthropleura hasta la fecha. Sin embargo, quedan preguntas sobre esta criatura excepcional”, escribe Lamsdell. Por ejemplo, la investigación también aborda la alimentación y el movimiento de los miriápodos. Esta especie se dividen en dos grupos según su dieta: los quilópodos, que son carnívoros y se alimentan de otros animales, y los sínfilos, paurópodos y diplópodos, que son detritívoros, lo que significa que se alimentan de materia orgánica en descomposición, como hojas muertas y restos de plantas. En el caso de Arthropleura, el tipo de alimento que consumía no está del todo claro, ya que se han encontrado pocos restos que indiquen su dieta.
Sin embargo, muchos científicos piensan que probablemente también era detritívoro, como los milpiés, basándose en la forma de su cuerpo y en lo que se ha encontrado en sus intestinos. Aunque algunas características de su aparato de alimentación son similares a las de los ciempiés carnívoros, Arthropleura no tenía los apéndices que los ciempiés usan para atrapar y envenenar a sus presas. Además, sus extremidades eran cortas y no estaban adaptadas para movimientos rápidos, lo que sugiere que se movía lentamente, al igual que los milpiés de hoy en día. Se espera encontrar más evidencias que confirmen esta hipótesis.
Esa no es la única pregunta. No se encontraron indicios de un sistema respiratorio, lo que significa que no se puede confirmar si estos animales tenían tráqueas como los miriápodos que viven hoy en día, o branquias como los artrópodos acuáticos actuales. Esto genera incertidumbre sobre la relación de Arthropleura con el agua. De hecho, los ojos pedunculados hallados en estos fósiles podrían sugerir que llevaba un estilo de vida semiacuático.
Otro aspecto intrigante es que no se ha encontrado evidencia directa de que los adultos de Arthropleura fueran tan grandes como se pensaba, ya que no se han hallado restos de especímenes gigantes. Esto podría deberse a un sesgo en los fósiles encontrados, que no son lo suficientemente grandes para preservar ejemplares adultos en su totalidad. La falta de información sobre las etapas de desarrollo de Arthropleura resalta cuántas cosas aún no sabemos sobre su biología, incluyendo su crecimiento y si había diferencias entre machos y hembras.
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