Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Cuando habla del nevado del Ruiz, John Makario Londoño describe a un cuerpo vivo. “Como en un electrocardiograma, estamos tomándole el pulso al volcán”. Él es el director técnico de geo-amenazas del Servicio Geológico Colombiano, la entidad que desde el pasado 24 de marzo está detectando cambios en los “pulsos” del Ruiz. “Los sismos en la montaña son, si lo quieren ver así, como la actividad eléctrica de un corazón. Son vibraciones que nosotros estamos detectando”.
Sensores enterrados a cuatro, seis o incluso más metros bajo tierra “abrazan” la montaña, en casetas con paneles solares y equipos que trasmiten cada señal, cada onda, a computadores de los tres observatorios de vulcanología que tiene Colombia. “Clasificando esas señales sísmicas podemos hacer un diagnóstico del estado de la acción del volcán”, dice Makario. El 29 de marzo pasado ese electrocardiograma registró más de 11.000 sismos, el mayor número de “pulsos” diarios desde 1985.
Puede ver: Declaran calamidad pública en Tolima por alerta naranja del volcán Nevado del Ruiz
“Eso pasa por dos razones fundamentales: porque la montaña se agrieta por dentro, se fractura; y porque al interior se están moviendo fluidos. La mayoría de las veces, son fenómenos combinados: la roca se fractura producto del movimiento de los fluidos”, explica Makario. Es probable que todo se deba al magma, una mezcla de roca fundida y gases que puede estar a una temperatura de entre 700 y 1200 ºC y que se ha estado desplazado desde la profundidad de la montaña, hasta la superficie.
El magma avanza, empujando desde la parte sur del volcán hacia el cráter, buscando grietas y salidas. Si logra alcanzar la superficie (y confluyen condiciones termodinámicas y fisicoquímicas), es posible que haya erupción. En el momento en que es expulsada sobre la superficie de la Tierra, el magma adquiere el nombre de lava. Es posible que eso pase (por eso la alerta naranja), o también que el magma permanezca lejos de la superficie por mucho tiempo, como ha pasado con el domo de ese fluido que desde hace ocho años está en el fondo del cráter del Ruiz. La naturaleza es impredecible.
Mientras se siga moviendo, el magma no solo produce sismos. “Los movimientos del fluido hacen que la superficie de la montaña se deforme. Es lo que técnicamente se llama inflación-deflación, pero que, volviendo a la comparación con el cuerpo, significa que básicamente algunos lugares del volcán se hinchan”, explica Makario. No son cambios visibles al ojo humano, no es que la geografía de la montaña esté cambiando lo suficiente para que su figura en el horizonte deje de ser la misma.
Puede ver: Las ardillas en Londres también se están enfermando por la contaminación del aire
Pero en dimensiones solo captables por las matemáticas y las máquinas, las variaciones del Ruiz se revelan. “Esa ´hinchazón´ la detectamos con equipos que tienen una gran precisión. Para el orden milimétrico utilizamos herramientas como el GNSS (sistema global de navegación por satélite, por sus siglas en ingles), que nos muestra cuánto se está desplazando la superficie de la montaña, hacia arriba o hacia los lados”, dicen desde el SGC. La información de los satélites en el cielo se combina con la que se crea bajo tierra con unos aparatos llamados inclinómetros, que miden microradianes.
Para tener una idea de qué es un microradián, imagine una varilla de un kilómetro de largo. Supóngase con la fuerza de tomarla por una de sus puntas y levantarla solo un milímetro. “Nosotros detectamos eso. Esa es la precisión que tenemos para medir esas inclinaciones”, dice Makario. El Servicio Geológico Colombiano sabe que desde hace unos años el Ruiz está viviendo una deformación lenta y continua.
“No es nada brusco. No es como si un día la montaña fuera otra. También medimos la composición de las aguas y los gases que salen del volcán, que es como si a un humano se le tomaran muestras se sangre y orina”, explica Makario. Dióxido de azufre, presencia de cloruro, carbonato o PH en las aguas, emisión de gases... Los técnicos atraviesan la montaña tomando muestras que luego son analizadas en laboratorios.
O, de nuevo, cuentan con ayuda del cielo. Datos de satélites exclusivos para el tema que pueden detectar la cantidad de azufre que está saliendo del Ruiz en cualquier momento del día. “Normalmente, esa emisión es de alrededor de dos mil toneladas por día. Pero hemos identificado momentos en que se ha liberado hasta las veinte mil y más toneladas de dióxido de azufre en una sola jornada”. Todo esto pueden ser señales que los científicos relacionan después con la actividad del magma dentro del volcán, eso que nadie puede ver.
Puede ver: Nevado del Ruiz: así está la situación en los 4 departamentos en zona de amenaza
“Con estas tecnologías no contábamos hace cuarenta años. Hace cuarenta años solo teníamos, por ejemplo, unos inclinómetros electrónicos con menos precisión, con los que tocaba ir a medir en campo”, dicen desde el SGC. Desde que Colombia enfrentó en 1985 la tragedia de Armero, la vigilancia de los volcanes ha avanzado hasta un punto en el que los estándares de los observatorios están a nivel internacional.
“En tiempo real, todas nuestras herramientas están capturando alrededor de 100 datos por segundo”, finaliza Makario. Como un médico hace un diagnóstico de un paciente que está en la UCI, así están haciendo los vulcanólogos con el Ruiz. Como sucede con cualquier cuerpo, las métricas van cambiando y el pronóstico también. La clave, aseguran desde el SGC, es seguir atentos al monitoreo del pulso de la montaña.