Así se vería afectado el corazón tras un mes en el espacio
Científicos enviaron un ‘corazón en un chip’, tan grande como la mitad de un celular, para investigar los impactos de la microgravedad en este órgano. Esto fue lo que encontraron.
En las últimas décadas, los científicos empezaron a preguntarse sobre cuáles podrían ser las alteraciones que viven los astronautas que viajan al espacio, sobre todo aquellos que se instalan durante semanas en la Estación Espacial Internacional (EEI).
Hasta el momento, las investigaciones han arrojado que la microgravedad a la que están expuestos los astronautas los ha llevado a experimentar alteraciones cardiovasculares, como latidos irregulares. Sin embargo, como asegura el ingeniero biomédico, Deok-Ho Kim, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos), “no es posible realizar los distintos estudios moleculares y funcionales en astronautas humanos”.
Además, tampoco ha sido posible estudiar los impactos que los viajes de larga duración (varios meses en el espacio) tendrían sobre el corazón. Ahora, un grupo de científicos asociados a distintas universidades en Estados Unidos ha encontrado una novedosa manera de replicar algunas funciones del corazón en la EEI para desentrañar algunos de estos impactos.
Para lograrlo, diseñaron una plataforma que llamaron ‘corazón en un chip’, que contenía tejido del corazón y reproducía el entorno del miocardio humano, “ofreciendo una representación más fiel del comportamiento cardiaco”, explicaron los investigadores en un artículo publicado en la revista académica Proceedings of the National Academy of Sciences.
La plataforma, tan grande como medio teléfono celular, fue enviada la EEI durante un mes. Desde la Tierra, el equipo de científicos controló en tiempo real la fuerza de contracción y los latidos de los tejidos. Los datos obtenidos fueron comparados con otro ‘corazón en un chip’ que permaneció en nuestro planeta.
A los 12 días del experimento, la fuerza de contracción del tejido que estaba en la EEI se había reducido a la mitad. Los latidos también eran más irregulares y, para el día 19, el periodo entre cada latido había aumentado más de cinco veces. Algunas de estas afectaciones, como el periodo entre latidos, mostró mejoría al regresar a la Tierra. Sin embargo, otras, como la fuerza de la contracción, permanecía aun después de nueve días de haber regresado al planeta.
Para los investigadores, estas investigaciones son claves para entender, por ejemplo, los cambios que podrían estar presentándose en los corazones de Sunita Williams y Butch Wilmore, los astronautas de la NASA que están varados en la EEI desde hace meses. También, concluyen los científicos, podría ayudar a investigar enfermedades cardiovasculares relacionadas con el envejecimiento y en el desarrollo de fármacos que ayuden a contrarrestar los impactos de la microgravedad.
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En las últimas décadas, los científicos empezaron a preguntarse sobre cuáles podrían ser las alteraciones que viven los astronautas que viajan al espacio, sobre todo aquellos que se instalan durante semanas en la Estación Espacial Internacional (EEI).
Hasta el momento, las investigaciones han arrojado que la microgravedad a la que están expuestos los astronautas los ha llevado a experimentar alteraciones cardiovasculares, como latidos irregulares. Sin embargo, como asegura el ingeniero biomédico, Deok-Ho Kim, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos), “no es posible realizar los distintos estudios moleculares y funcionales en astronautas humanos”.
Además, tampoco ha sido posible estudiar los impactos que los viajes de larga duración (varios meses en el espacio) tendrían sobre el corazón. Ahora, un grupo de científicos asociados a distintas universidades en Estados Unidos ha encontrado una novedosa manera de replicar algunas funciones del corazón en la EEI para desentrañar algunos de estos impactos.
Para lograrlo, diseñaron una plataforma que llamaron ‘corazón en un chip’, que contenía tejido del corazón y reproducía el entorno del miocardio humano, “ofreciendo una representación más fiel del comportamiento cardiaco”, explicaron los investigadores en un artículo publicado en la revista académica Proceedings of the National Academy of Sciences.
La plataforma, tan grande como medio teléfono celular, fue enviada la EEI durante un mes. Desde la Tierra, el equipo de científicos controló en tiempo real la fuerza de contracción y los latidos de los tejidos. Los datos obtenidos fueron comparados con otro ‘corazón en un chip’ que permaneció en nuestro planeta.
A los 12 días del experimento, la fuerza de contracción del tejido que estaba en la EEI se había reducido a la mitad. Los latidos también eran más irregulares y, para el día 19, el periodo entre cada latido había aumentado más de cinco veces. Algunas de estas afectaciones, como el periodo entre latidos, mostró mejoría al regresar a la Tierra. Sin embargo, otras, como la fuerza de la contracción, permanecía aun después de nueve días de haber regresado al planeta.
Para los investigadores, estas investigaciones son claves para entender, por ejemplo, los cambios que podrían estar presentándose en los corazones de Sunita Williams y Butch Wilmore, los astronautas de la NASA que están varados en la EEI desde hace meses. También, concluyen los científicos, podría ayudar a investigar enfermedades cardiovasculares relacionadas con el envejecimiento y en el desarrollo de fármacos que ayuden a contrarrestar los impactos de la microgravedad.
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