“Bebés a la carta” en China provocan debate mundial
El científico chino He Jiankui aseguró haber usado la técnica de edición genética CRISPR/Cas9 para que unas gemelas nacieran inmunes al VIH. Una parte de la comunidad científica no le cree y otra lo condena.
María Mónica Monsalve S. / @mariamonic91
En 2015 la revista Science, una de las más prestigiosas de la ciencia global, anunció que el avance científico del año iba a parar en manos de dos mujeres: Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna. Tras tres años de “prueba y error”, las científicas habían logrado refinar una técnica de edición genética, bautizada como CRISPR/Cas9, que permitiría modificar los genes casi con la misma precisión con la que podemos usar la función de “copiar y pegar” en un computador. (Lea: Ya sabemos editar humanos, ¿y ahora qué?).
En otras palabras, Charpentier y Doudna lograron crear unas tijeras de ADN, que pueden ser guiadas específicamente a una secuencia del material genético para quitarla y reemplazarla por otra. En ese entonces se dijo que el descubrimiento venía cargado de promesas para un futuro lejano: combatir dolencias hereditarias, tratar directamente enfermedades como el sida y el cáncer y, tal vez lo más temido, poder crear “bebés a la carta”. Crear niños modificados para no sufrir enfermedades que actualmente cargamos los humanos.
Esto, por supuesto, despertó dos carreras científicas. La de los genetistas alrededor del mundo que dedicaron sus pruebas de laboratorio a explorar cómo perfeccionar estas “tijeras genéticas”, pues la técnica CRISPR/Cas9 resulta, además, relativamente barata. Y las discusiones entre bioéticos: estaban los que veían el CRISPR/Cas9 como una oportunidad única para combatir las seis mil enfermedades causadas por la mutación de un gen y los que temían por las implicaciones que podrían tener estas modificaciones en la sociedad.
Ronald Green, fundador de la Oficina de Ética Genómica del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los EE. UU., alguna vez dijo que le preocupaba que, en vez de usar la técnica para curar enfermedades genéticas, se usara para simples modificaciones físicas. “Sería como someter a nuestros hijos a repetitivas cirugías plásticas antes de nacer”.
Pero la promesa de modificar humanos, que sonaba ajena, podría ser hoy una realidad. En un video de YouTube, el investigador chino He Jiankui, de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China, en Shezhen, anunció que este mes nacieron unas gemelas que él implantó, como embriones, en el útero de una mujer, tras deshabilitar la vía genética que le permite a una célula infectarse con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Se trataría de las primeras “bebés a la carta” diseñadas para ser inmunes al VIH.
En el video, sin embargo, no hay rastros de Lulu y Nana, como se llaman las niñas. Solo las palabras de Jianku asegurando que las bebés están sanas y que, tras realizarles algunas pruebas, todos los genes, a excepción de los involucrados en la infección del VIH, están en su debido lugar. Además, aclara que Mark, el padre, está muy contento, pues creyó que nunca podría tener hijos por ser portador del VIH y el riesgo asociado a su trasmisión.
Un anuncio cargado de dudas
Los resultados que anunció Jiankui despertaron la ira de varios científicos alrededor del mundo. Las razones son múltiples. Lo primero, y tal vez más obvio, es que el anuncio se hizo por YouTube y, por ahora, no está respaldado por pares académicos ni ha sido publicado en alguna revista científica.
“El informe sobre el genoma que edita embriones humanos para la resistencia al VIH es prematuro, peligroso e irresponsable”, dijo Joyce Harper, de la University College de Londres (Reino Unido), a la revista Nature. Igualmente, Julian Savulescu, director del Centro de Ética Práctica de la Universidad Oxford, afirmó que “este experimento expone a los niños sanos y normales a los riesgos de la edición de genes sin algún beneficio real necesario”.
A la duda de estos científicos, además, se suma un controversial anuncio que hizo la universidad donde el mismo Jiankui tiene el laboratorio. Tras publicar el video en YouTube, la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China emitió un comunicado afirmando que la institución no conocía los experimentos de Jiankui, que estos no fueron desarrollados dentro de las instalaciones de la universidad y que el científico se encontraba en licencia desde febrero de este año.
Por si fuera poco, más de cien biomédicos chinos publicaron una declaración condenando a Jiankui. “Saltar directamente a experimentos humanos solo puede describirse como una locura”, afirman, y le piden a las autoridades chinas que regulen inmediatamente el alcance de esta técnica.
China, con un vacío bioético que le hace “llevar la delantera”
Desde que se clonó a la oveja Dolly, en 1997, que además fue condenada a permanecer momificada en una exhibición del Museo Royal de Edimburgo, las preguntas por el alcance que debería tener el humano de modificar los genes no han dejado de crecer. No en vano, las universidades han creado comités de bioética y solo en 2015 el Reino Unido se convirtió en el primer país en legalizar formalmente la fertilización in vitro con ADN de tres progenitores.
Sin embargo, antes de que el país europeo alcanzara a reglamentarla, en el 2016, el médico John Zhang, también chino, pero residente de Estados Unidos, anunció que en abril de ese año ya había nacido el primer niño de tres padres en México. En entrevista con la revista New Scientist, el doctor Zhang afirmó que viajó a México porque allí “no había reglas”.
¿Por qué los chinos parecen llevar la delantera en esta experimentación? Según la revista Foreign Magazine, porque este país siempre ha sido “malo en bioética”. Por ejemplo: solo desde 1998 el Ministerio de Salud de China estableció un comité de ética y hasta el año 2006 era legal que a los prisioneros ejecutados se les extrajeran los órganos para poder estudiarlos.
Habrá quienes creen que el dilema ético es mínimo cuando se trata de avances científicos , pero lo cierto es que cuando la ciencia cae en manos equivocadas puede convertirse en un arma muy poderosa.
Durante la 10 Conferencia Mundial de Periodistas, que se desarrolló el año pasado en San Francisco (Estados Unidos), le preguntaron a Jennifer Doudna, creadora del CRISPR/Cas9, si alguna vez se asustó con lo que había descubierto. Ella respondió que tuvo un sueño repetitivo. En él un compañero la invitaba al laboratorio para que compartiera con un amigo su avance. Cuando llegaba al laboratorio se daba cuenta de que el amigo era nada más y nada menos que Hitler.
En 2015 la revista Science, una de las más prestigiosas de la ciencia global, anunció que el avance científico del año iba a parar en manos de dos mujeres: Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna. Tras tres años de “prueba y error”, las científicas habían logrado refinar una técnica de edición genética, bautizada como CRISPR/Cas9, que permitiría modificar los genes casi con la misma precisión con la que podemos usar la función de “copiar y pegar” en un computador. (Lea: Ya sabemos editar humanos, ¿y ahora qué?).
En otras palabras, Charpentier y Doudna lograron crear unas tijeras de ADN, que pueden ser guiadas específicamente a una secuencia del material genético para quitarla y reemplazarla por otra. En ese entonces se dijo que el descubrimiento venía cargado de promesas para un futuro lejano: combatir dolencias hereditarias, tratar directamente enfermedades como el sida y el cáncer y, tal vez lo más temido, poder crear “bebés a la carta”. Crear niños modificados para no sufrir enfermedades que actualmente cargamos los humanos.
Esto, por supuesto, despertó dos carreras científicas. La de los genetistas alrededor del mundo que dedicaron sus pruebas de laboratorio a explorar cómo perfeccionar estas “tijeras genéticas”, pues la técnica CRISPR/Cas9 resulta, además, relativamente barata. Y las discusiones entre bioéticos: estaban los que veían el CRISPR/Cas9 como una oportunidad única para combatir las seis mil enfermedades causadas por la mutación de un gen y los que temían por las implicaciones que podrían tener estas modificaciones en la sociedad.
Ronald Green, fundador de la Oficina de Ética Genómica del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los EE. UU., alguna vez dijo que le preocupaba que, en vez de usar la técnica para curar enfermedades genéticas, se usara para simples modificaciones físicas. “Sería como someter a nuestros hijos a repetitivas cirugías plásticas antes de nacer”.
Pero la promesa de modificar humanos, que sonaba ajena, podría ser hoy una realidad. En un video de YouTube, el investigador chino He Jiankui, de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China, en Shezhen, anunció que este mes nacieron unas gemelas que él implantó, como embriones, en el útero de una mujer, tras deshabilitar la vía genética que le permite a una célula infectarse con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Se trataría de las primeras “bebés a la carta” diseñadas para ser inmunes al VIH.
En el video, sin embargo, no hay rastros de Lulu y Nana, como se llaman las niñas. Solo las palabras de Jianku asegurando que las bebés están sanas y que, tras realizarles algunas pruebas, todos los genes, a excepción de los involucrados en la infección del VIH, están en su debido lugar. Además, aclara que Mark, el padre, está muy contento, pues creyó que nunca podría tener hijos por ser portador del VIH y el riesgo asociado a su trasmisión.
Un anuncio cargado de dudas
Los resultados que anunció Jiankui despertaron la ira de varios científicos alrededor del mundo. Las razones son múltiples. Lo primero, y tal vez más obvio, es que el anuncio se hizo por YouTube y, por ahora, no está respaldado por pares académicos ni ha sido publicado en alguna revista científica.
“El informe sobre el genoma que edita embriones humanos para la resistencia al VIH es prematuro, peligroso e irresponsable”, dijo Joyce Harper, de la University College de Londres (Reino Unido), a la revista Nature. Igualmente, Julian Savulescu, director del Centro de Ética Práctica de la Universidad Oxford, afirmó que “este experimento expone a los niños sanos y normales a los riesgos de la edición de genes sin algún beneficio real necesario”.
A la duda de estos científicos, además, se suma un controversial anuncio que hizo la universidad donde el mismo Jiankui tiene el laboratorio. Tras publicar el video en YouTube, la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China emitió un comunicado afirmando que la institución no conocía los experimentos de Jiankui, que estos no fueron desarrollados dentro de las instalaciones de la universidad y que el científico se encontraba en licencia desde febrero de este año.
Por si fuera poco, más de cien biomédicos chinos publicaron una declaración condenando a Jiankui. “Saltar directamente a experimentos humanos solo puede describirse como una locura”, afirman, y le piden a las autoridades chinas que regulen inmediatamente el alcance de esta técnica.
China, con un vacío bioético que le hace “llevar la delantera”
Desde que se clonó a la oveja Dolly, en 1997, que además fue condenada a permanecer momificada en una exhibición del Museo Royal de Edimburgo, las preguntas por el alcance que debería tener el humano de modificar los genes no han dejado de crecer. No en vano, las universidades han creado comités de bioética y solo en 2015 el Reino Unido se convirtió en el primer país en legalizar formalmente la fertilización in vitro con ADN de tres progenitores.
Sin embargo, antes de que el país europeo alcanzara a reglamentarla, en el 2016, el médico John Zhang, también chino, pero residente de Estados Unidos, anunció que en abril de ese año ya había nacido el primer niño de tres padres en México. En entrevista con la revista New Scientist, el doctor Zhang afirmó que viajó a México porque allí “no había reglas”.
¿Por qué los chinos parecen llevar la delantera en esta experimentación? Según la revista Foreign Magazine, porque este país siempre ha sido “malo en bioética”. Por ejemplo: solo desde 1998 el Ministerio de Salud de China estableció un comité de ética y hasta el año 2006 era legal que a los prisioneros ejecutados se les extrajeran los órganos para poder estudiarlos.
Habrá quienes creen que el dilema ético es mínimo cuando se trata de avances científicos , pero lo cierto es que cuando la ciencia cae en manos equivocadas puede convertirse en un arma muy poderosa.
Durante la 10 Conferencia Mundial de Periodistas, que se desarrolló el año pasado en San Francisco (Estados Unidos), le preguntaron a Jennifer Doudna, creadora del CRISPR/Cas9, si alguna vez se asustó con lo que había descubierto. Ella respondió que tuvo un sueño repetitivo. En él un compañero la invitaba al laboratorio para que compartiera con un amigo su avance. Cuando llegaba al laboratorio se daba cuenta de que el amigo era nada más y nada menos que Hitler.