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La antigua ciudad de Chichen Itzá, ubicada en Yucatán (México), fue el corazón de la cultura maya. Hoy es un yacimiento arqueológico donde se ha encontrado evidencia, tanto física como representativa, de los sacrificios rituales llevados a cabo por esa civilización.
Allí, en 1967, cerca del Cenote Sagrado, considerado por los mayas como la entrada al inframundo, se halló una cavidad subterránea que contenía los restos de más de 100 niños pequeños. Por mucho tiempo el descubrimiento fue un enigma, pero ahora una investigación genética publicada en la revista Nature sugiere que el pueblo sacrificaba selectivamente a niños varones de corta edad y que tenían parentesco.
El equipo internacional de investigadores analizó el ADN de 64 de esos menores en lo que, probablemente, había sido una cisterna de agua dulce, conocida como chultún. El análisis genético arrojó que todos eran hombres. Además, alrededor del 25% de los niños tenía grado de consanguinidad con, al menos, otro menor de la cueva.
”Nuestros hallazgos muestran patrones dietéticos notablemente similares entre individuos que muestran una conexión familiar de primero o segundo grado”, dice en un comunicado el coautor Patxi Pérez-Ramallo, investigador postdoctoral en el Max Planck Institutes for Evolutionary Anthropology (MPI-EVA).
Por su parte, Kathrin Nägele, coautora del estudio y líder del grupo en el MPI-EVA, contó que también identificaron dos pares de gemelos idénticos. Y es que precisamente los gemelos juegan un rol importante en la mitología de los antiguos mayas. En el Libro sagrado del Consejo de los mayas quiché, conocido como el Popol Vuh, se relata que una pareja de gemelos desciende al inframundo y es sacrificada por los dioses tras ser derrotada en un juego de pelota. Posteriormente, los hijos gemelos de uno de ellos buscan venganza, adentrándose así en un ciclo de sacrificios y resurrección.
Entonces, los investigadores creen que los niños fueron asesinados en parejas a modo de homenaje a los “gemelos héroes”. Según le dijo al diario El País Oana del Castillo, bioarqueóloga del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y coautora del estudio, “este par de gemelos se enfrenta a la muerte y la oscuridad para garantizar la continuidad de los ciclos cósmicos, y con ello, la vida en la superficie de la Tierra”.
Aunque los restos analizados no presentan signos de violencia o similares a los de ritos aztecas (como decapitación o extracción del corazón), sigue pareciendo ser un lugar y una práctica de sacrificio. De otro modo, sería difícil explicar que todos los cuerpos analizados sean del mismo sexo o rango de edad (entre los tres y seis años) y que hayan sido hermanos, primos o incluso gemelos.
A pesar del impactante descubrimiento, los investigadores advierten no ser anacrónicos y recomiendan no interpretar lo que sucedió en Chichen Itzá y los rituales de los mayas bajo una mirada actual. “Cuando analizo cosas como esta, intento ser un mero testigo y no juzgar con los ojos del presente”, dijo a El País el investigador español Patxi Pérez-Ramallo.
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