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A partir de los isótopos del interior de un colmillo de 1,7 metros de largo, un equipo de investigación, liderado por la Universidad de Alaska Fairbanks (EE. UU.), ha recreado la vida de un mamut lanudo que vivió hace más de 17.000 años en el Ártico. Los resultados, publicados en la revista Science, revelan que estas criaturas recorrían grandes distancias a lo largo de su vida. (Le recomendamos: El colombiano que ha tratado de entender la evolución de mamíferos en Suramérica)
Los mamuts son unas de las criaturas más estudiadas y emblemáticas de la Edad de Hielo, sin embargo, se sabe muy poco sobre su interacción con la naturaleza y sus comportamientos biológicos, ya que los fósiles solo nos dan información estática de un determinado momento.
El análisis de estos isótopos de oxígeno y estroncio, que forman parte de los colmillos de estos mamuts, ha aportado nueva información sobre cómo era la vida de estas criaturas extintas. (Le puede interesar: Investigaciones y más noticias de Ciencia aquí)
“El oxígeno y el estroncio son los isótopos principales utilizados hoy en día para la geolocalización. Los primeros proceden del agua que beben los animales y varían en función del paisaje, según el clima. Por ejemplo, la lluvia que cae lejos de la costa tiene una composición diferente a la que cae cerca. Los de estroncio también dependen de la geología subyacente del ecosistema. Por ejemplo, si el mamut comía hierba que crecía en un lecho rocoso muy antiguo, sus isótopos serán muy diferentes que crecen en otro sustrato más joven”, explica a SINC Clement Bataille, investigador de la Universidad de Ottawa (Canadá) y coautor del estudio.
Los isótopos del paisaje marcan su ruta
Para reconstruir los patrones de movilidad del mamut, los investigadores crearon mapas de predicción de los isótopos en el paisaje y los compararon con las proporciones de otros encontrados en los colmillos de estos animales.
“Alaska está compuesta por diferentes rocas madre, lo que, a su vez, da lugar a que haya ‘parches’ con distinta composición isotópica. Esto crea lo que se conoce como paisajes isotópicos. Cuando un animal se desplaza a través de él, se alimenta y bebe y, a su vez, integra en su organismo los isótopos característicos del paisaje”, indica a SINC Matthew Wooller, investigador de la Universidad de Alaska y primer firmante del estudio. (Le puede interesar: Los grandes simios se saludan y se despiden)
De esta manera, al comparar los isótopos del colmillo con un mapa y hacer coincidir las localizaciones que mejor encajen con la señal isotópica, se puede averiguar los lugares por los que se desplazaban estos animales extintos.
Recorrer la vida del mamut
Tras analizar el colmillo del mamut, que vivió en lo que hoy es Alaska continental hace más de 17.100 años, los investigadores obtuvieron un registro isotópico de alta resolución temporal que revela, con gran detalle, los movimientos del mamut durante sus (aproximadamente) 28 años de vida.
Los colmillos son tejidos de crecimiento continuo, es decir, contienen información de toda la vida del animal. Gracias a esto, los investigadores localizaron las regiones que el animal frecuentó durante las diferentes etapas de su vida, como cuando era un bebé que formaba parte de una manada, cuando era un adulto de edad avanzada que viajaba más ampliamente, y durante sus últimos años, cuando, en una pequeña región del norte de Alaska, probablemente sucumbió al hambre.
“Nos sorprendió especialmente una serie de marcados cambios isotópicos que se produjeron en torno a los 15 o 16 años, cuando el mamut empezó a cubrir una zona mucho más amplia. Creemos que esto sucedió porque abandonó la manada, que es justo lo que ocurre en algunos elefantes de hoy en día”, destaca Wooller.
Los investigadores han calculado que la distancia total recorrida durante sus 28 años de su vida, equivaldría a la distancia necesaria para dar aproximadamente dos vueltas completas a la Tierra.
Calentamiento en el pasado
Como consecuencia de la crisis climática, las condiciones ambientales del Ártico están cambiando drásticamente, lo que afecta a sus habitantes, plantas y animales. Al igual que ocurrió al final de la Edad de Hielo, los animales se ven obligados a modificar sus áreas de distribución y sus movimientos en esta zona en respuesta al calentamiento global.
“Al final de la última era glacial, el paisaje se volvió más boscoso. Esto habría dificultado enormemente la movilidad de estos grandes animales, que necesitaban un territorio inmenso para encontrar recursos suficientes. Por tanto, podemos aprender mucho de los cambios ambientales que se produjeron en el pasado para entender cómo podrían desarrollarse en el futuro”, concluyen los expertos.