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En los libros de la historia de Egipto aún hay páginas en blanco. Un rompecabezas que los egiptólogos —especialistas en la historia del antiguo Egipto— han tratado de completar con excavaciones en tumbas, traducción de jeroglíficos y análisis de documentación fotográfica. Uno de estos vacíos gira en torno al mandato del visir Amenhotep III, cargo equivalente al de un primer ministro. Por eso, la más reciente investigación se centra en estudiar su tumba. Las colombianas Paola Sanabria, Danna Munévar, Clara Betancur y Elizabeth Noreña harán parte del grupo de arqueólogos que estarán en la última fase, liderada por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. (Lea: Las científicas colombianas que la están rompiendo en sus campos)
Para esta etapa, que se realizará en septiembre, el equipo excavará dos de las tumbas que encontraron intactas en 2013 y restaurarán los 12.000 fragmentos de los relieves que hallaron en 2020. En el grupo, conformado por 34 expertos, las cuatro colombianas cumplirán distintos roles: Sanabria participará como integrante activa del equipo arqueológico, mientras que en calidad de estudiantes del proyecto viajarán Danna Munévar, Clara Betancur y Elizabeth Noreña. “Estarán a cargo del estudio de las momias que han salido en años anteriores, son como 450 cuerpos y restos humanos”, aclaró Teresa Bedman, egiptóloga y codirectora del instituto.
Sanabria, la colombiana pionera en este tipo de proyectos, es arqueóloga de la Universidad del Cauca y llegó a Egipto en 2007 para estudiar parte de su historia, pero terminó radicándose en ese país e instalando su hogar en Luxor, ciudad ubicada a la orilla del río Nilo que se caracteriza por sus tumbas faraónicas. “Desde 2014 soy integrante activa del equipo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, en el que he participado en algunas investigaciones, como la de un manuscrito mágico árabe hallado en la tumba AT-28 del visir Amenhotep III”, reseñó Sanabria.
Munévar, antropóloga y estudiante de Historia en la Universidad de los Andes, con 24 años, es la científica más joven de la expedición. Su fascinación por la cultura egipcia surgió cuando era pequeña: “Disfrutaba ver la película La momia e indagaba por la historia de los templos, los faraones y los dioses que aparecían en la cinta”, señaló. A los 16 años, durante un mes, viajó por Egipto y se dio cuenta de que quería explorar más en este campo. “Mis papás me pusieron a buscar pénsum por pénsum hasta que encontrara en Colombia algo afín con la egiptología y así llegue a la antropología”, aseguró. En 2019 trabajó en el Museo Nacional de Colombia como etnógrafa. (Puede leer: Dos colombianas entre las científicas que analizarán las primeras observaciones del telescopio espacial James Webb)
Betancur siempre estuvo interesada en las civilizaciones antiguas, su formación, el porqué de cada una de sus estructuras y el funcionamiento de sus sociedades. Una atracción que fue impulsada por Olga Bustamante, su madre. “Ella es docente de Ciencias Sociales. Para sus clases veía documentales de estos temas, yo la acompañaba y me encarreté”, aseguró. Motivada por esa pasión y por querer ser parte de la comunidad que investiga las incógnitas de cómo se formaron las sociedades, Betancur estudió Antropología con énfasis en arqueología en la Universidad de Antioquia.
Noreña, paisa y egresada en Licenciatura en Lenguas Modernas de la Universidad Pontificia Bolivariana, cierra el grupo de colombianas que estarán en la misión. Noreña se interesó desde los siete años en la historia de Egipto por los faraones, las pirámides y los jeroglíficos. “Coleccionaba todo lo que estuviera relacionado con ese país y estudiaba de forma autodidacta. A escondidas de mis papás me inscribí en la Universidad Americana de El Cairo para estudiar Egiptología. Cuando llegó el correo certificado para pagar mi carrera, ellos me aconsejaron estudiar primero en Colombia, así fuese otra profesión”, dijo Noreña.
Noreña, como la mayoría de colombianos que se quieren dedicar a estudiar el antiguo Egipto, tuvo que hacer varios cursos para ampliar su conocimiento en este campo. En el país, y en América Latina en general, no existen estudios profesionales sobre egiptología, por lo que tuvo que realizar primero un diplomado y luego una maestría virtual en España. Como respuesta a la falta de espacios que trataran este campo del conocimiento en Colombia, Noreña fundó en 2020 Egiptología en Medellín, “un portal web en el que dicta cursos de egiptología, el inframundo egipcio y escribas (lengua) para principiantes”, añadió.
¿De qué se trata la misión?
El equipo, dirigido por los españoles Teresa Bedman y Francisco Martín-Valentín, egiptólogos y directores del instituto, comenzaron esta misión desde 2009. “Les pedimos a las autoridades egipcias permiso para hacer las excavaciones pertinentes a partir de unos indicios donde sospechamos que estaba la tumba del faraón Amenhotep III, el noveno faraón de la dinastía XVIII”, recordó Martín-Valentín. En la primera fase, el grupo de arqueólogos (primeros en dar la indicación para excavar), restauradores (reparan las piezas para que sean exhibidas), egiptólogos (estudian y clasifican los hallazgos desde la parte histórica) y antropólogos, entre los que estaba Sanabria, se dividió para empezar las labores. (Le puede interesar: Lauren Flor Torres: La caleña que estudia las estrellas)
Iniciaron excavando en la arena de cada uno de los puntos que estaban señalados en el perímetro, una labor que desempeñaron desde las 5 de la mañana hasta las 2 de la tarde, porque el calor de Luxor puede alcanzar hasta los 40 °C. Por las tardes, documentaron todos los datos que habían recopilado, luego los clasificaron para tomar las fotos y poder realizar las descripciones de cada uno de los materiales. Durante estos primeros años de investigación encontraron miles de fragmentos de relieves que cubrían las paredes del hipogeo —como también se les conoce a las tumbas—.
Uno de los descubrimientos más importantes llegó el 4 de noviembre de 2013. Martín-Valentín estaba controlando una de las cuadrículas de excavación y observó que uno de los bloques tenía unos relieves que no estaban documentados. “Detuvimos la excavación, limpiamos lo que habíamos descubierto y, con fotografías, lo registramos. Luego sí nos lo llevamos para poder estudiarlo”, explicó. En los bloques estaba escrito el nombre del faraón Amenhotep IV, también conocido como Akenatón o el "faraón rebelde".
Tras varios estudios, el equipo pudo determinar que el faraón Amenhotep III y su hijo, el faraón Amenhotep IV, tuvieron un reinado conjunto durante once años. “Esto sirvió para zanjar una discusión académica de más de un siglo, y tiene mucha importancia en la egiptología mundial porque permite reformar la cronología del final de la dinastía XVIII”, resaltó Bedman. Luego del descubrimiento, el grupo de expertos regresó a Luxor para continuar con las excavaciones y la restauración de la tumba del visir. La campaña más reciente se llevó a cabo a finales de 2020.
Durante esta visita encontraron datos fascinantes dentro de la tumba del visir Amenhotep III, como que fue usada, especialmente después del año 1000 a. C., como necrópolis donde enterraban a integrantes de alto rango del clero en Tebas, antigua ciudad egipcia. “Hemos descubierto trece tumbas, dos de ellas intactas. Uno de estos hipogeos era de un sacerdote que fue jefe de la mesa de las ofrendas divinas del dios Amón en el Templo de Karnak, llamado Ankh-ef-en-Khonsu”, agregó Bedman. Hasta el siglo II d. C., en esta zona se construyeron tumbas para los sacerdotes de alto rango de Karnak. (Podría ver: Mars 2020: la historia de la colombiana Diana Trujillo, una de las líderes del rover Perseverance)
Este no es el primer proyecto que lidera el instituto. Durante 2000 y 2008 exploraron la TT 353, el segundo hipogeo (tumba) de Senenmut, el canciller real de la reina Hatshepsut, quien diseñó su templo. Aunque este lugar jamás albergó los restos del arquitecto, juega un rol trascendental en la cultura astronómica del antiguo Egipto. En su parte interior está dibujado el techo astronómico más antiguo de la humanidad. “Están las principales constelaciones egipcias, los planetas representados por dioses y una representación del calendario egipcio”, dijo Martín-Valentín.
Después de hacer labores de documentación fotográfica interior del hipogeo, realizar trabajos de excavación y de limpieza, el equipo de trabajo descubrió que ese techo astronómico tenía una relación con los jeroglíficos que reposaban en una de las paredes del hipogeo. “Descubrimos que aquello que estaba escrito era un libro ritual. Yo lo llamé “el libro de las transformaciones luminosas de Senenmut”, añadió Martín-Valentín. Con este hallazgo, lograron contextualizar parte de la historia de la tumba que estaba perdida y, con un equipo de ingeniería, acondicionaron la zona para protegerlas de las arribadas de agua.