¿Cómo evolucionaron los humanos para correr largas distancias?
Científicos investigaron los factores detrás de la adaptación humana para correr largas distancias. Uno de nuestros ancestros, más pequeño y con menor resistencia, jugó un papel clave. ¿De quién se trata y por qué fue tan importante?
Correr es uno de los deportes más populares del mundo. Sin embargo, los seres humanos no siempre estuvimos adaptados para recorrer largas distancias. Un nuevo estudio, publicado en la revista académica Current Biology, profundiza en cómo ocurrió esta evolución. ¿Cómo logramos adaptarnos? ¿Hubo especies que quedaron rezagadas en el proceso?
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Correr es uno de los deportes más populares del mundo. Sin embargo, los seres humanos no siempre estuvimos adaptados para recorrer largas distancias. Un nuevo estudio, publicado en la revista académica Current Biology, profundiza en cómo ocurrió esta evolución. ¿Cómo logramos adaptarnos? ¿Hubo especies que quedaron rezagadas en el proceso?
El equipo de científicos liderado por Karl Bates, investigador de biomecánica evolutiva en la Universidad de Liverpool (Reino Unido), realizó simulaciones computarizadas en 3D del Australopithecus afarensis (A. afarensis), un homínido que vivió hace más de 3 millones de años. Aunque se sabía que caminaba erguido sobre dos patas, pocos estudios habían explorado sus capacidades para correr.
Para su análisis, Bates y su equipo utilizaron un espécimen casi completo de A. afarensis conocido como Lucy, descubierto hace décadas en Etiopía y con una antigüedad estimada de 3,2 millones de años. A partir de la superficie ósea de Lucy y las características musculares de los simios modernos, los científicos estimaron su masa muscular y generaron una simulación computarizada que recreó cómo habría corrido. Luego, compararon este modelo con el desempeño de los humanos modernos.
Principales hallazgos
En primer lugar, los expertos calcularon que el tamaño de A. afarensis era significativamente menor al de los humanos actuales. Los machos alcanzaban una altura de aproximadamente 1,5 metros y pesaban entre 45 y 50 kilogramos, mientras las hembras medían poco más de un metro y pesaban entre 25 y 30 kilogramos.
En términos energéticos, los científicos determinaron que el cuerpo de Lucy tenía un “costo” energético de transporte similar al de otros mamíferos y aves. Esto significa que, a pesar de su velocidad limitada, era eficiente energéticamente dentro de su rango. Sin embargo, Lucy carecía de elementos cruciales como el tendón de Aquiles y fibras musculares especializadas, indispensables para las carreras de larga duración en los humanos modernos.
Otro hallazgo clave fue que Lucy no destacaba por su velocidad. Mientras el modelo de Lucy lograba correr a una velocidad máxima de cinco metros por segundo, los humanos actuales pueden alcanzar los ocho metros por segundo. Esto refuerza la idea de que A. afarensis no estaba optimizado para la carrera rápida o de resistencia prolongada.
Aportes a la evolución humana
A pesar de sus limitaciones, los investigadores concluyeron que las habilidades de marcha bípeda de Lucy sentaron las bases para mejorar la locomoción en los antepasados posteriores, como el Homo erectus y el Homo sapiens. Los cambios en la proporción corporal, musculatura y desarrollo de tendones en estas especies reflejan adaptaciones específicas para incrementar la velocidad y la resistencia, características ausentes en A. afarensis.
De hecho, en las conclusiones del artículo de investigación, los autores hacen énfasis en que “estos hallazgos respaldan la hipótesis de que las características clave en el plan corporal humano evolucionaron específicamente para mejorar el rendimiento de carrera y no simplemente como un subproducto de la selección para mejorar las capacidades de caminar”.
Por último, Bates también recuerda que estudios anteriores han considerado al A. afarensis como un punto de transición en la evolución. Su análisis permite entender cómo nuestros antepasados avanzaron desde un estilo de vida arborícola hacia un género Homo especializado en carreras prolongadas. Este cambio proporcionó ventajas significativas para la caza y la movilidad en terrenos abiertos, marcando un paso decisivo en nuestra historia evolutiva.
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