Del reino animal somos todos
A propósito de la controversia causada por un par de proyectos de ley, una columna que reflexiona sobre nuestra relación con los animales. “No sabría cómo una ley deba garantizar el trato respetuoso a los zancuditos que transmiten enfermedades infecciosas; pero aplaudiré el respeto a la fauna, silvestre o no, y a la comunidad científica que la estudie y la use respetuosamente”, dice la autora.
Lisbeth Fog Corradine
Sé que es un tema espinoso. Y confieso que he pisado arañas, he aplaudido mosquitos y zancudos —pero para acabar con ellos entre mis manos por fastidiosos—, y le tengo pánico a murciélagos y serpientes. Mi perrita, Lava (de volcán, no de verbo), es mi compañera, nos cuidamos mutuamente, pero ella duerme en su colchón y yo en el mío. (Lea Cinco claves para entender por qué la polémica por el vertido de aguas de Fukushima)
Con los ratoncitos de campo tengo una relación ambigua: me recuerdan aquellos que le cosían el vestido a Cenicienta, en la película que vi cuando era niña, pero en la finca debo ‘salir de ellos’ porque las visitas brincan encima de las mesas cuando sale raudo de un rincón y se esconde debajo de la lavadora.
Todas estas confesiones y recuerdos a propósito de los debates de siempre, pero que se recrudecieron en agosto por dos proyectos de ley que alcanzaron a presentarse en el Congreso. Uno de ellos ya se retiró por ser más emocional que basado en la evidencia científica; y el otro busca “regular las actividades de investigación académica y científica, las pruebas de toxicidad, los estudios biológicos y las actividades de educación en las que se utilicen animales vivos, con el fin de garantizarles a los animales un trato respetuoso y digno, en razón de su sintiencia”. (Lea Científicos registran un hecho sin precedentes: las crías de pingüinos no nacieron)
No se necesita ser experto para ver la diferencia entre una pulga y un elefante; entre un animal silvestre y uno doméstico; entre un ratón de campo y uno de laboratorio. Y por eso me pregunto si no vale la pena especificar a qué tipo de animales se refieren las propuestas o si será necesario regular entre los vertebrados y los invertebrados, por mencionar solo un tipo de clasificación.
El neurocirujano y científico colombiano Salomón Hakim usaba perros para su investigación que resultó en un dispositivo para regular la presión del cerebro. Hoy en día muchos pacientes a nivel mundial han logrado llevar una vida normal gracias a que les fue implantada la válvula de Hakim. El médico parasitólogo y director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET) de Antioquia, Iván Darío Vélez, usa mosquitos para una de sus líneas de investigación que busca combatir el dengue. El Instituto Nacional de Salud reporta que en lo que va del año en Colombia se han presentado alrededor de 60 000 casos posibles de esta enfermedad. El biólogo Germán Jiménez es uno de los expertos en mamíferos que les ha hecho seguimiento a los hipopótamos en el Magdalena Medio, especie invasora con efectos sobre los ecosistemas y las poblaciones. Jiménez ha generado posibles acciones para al menos reducir su impacto. El ornitólogo Luis Miguel Renjifo cuyas investigaciones han aportado para que se clasifique a Colombia como el país más diverso del planeta en aves, con lo cual no solamente se conoce el estado de las diferentes especies, sino que su avistamiento se convierte en uno de los renglones de la economía nacional, al promover el turismo ecológico.
Sin la mosca de la fruta, varios premios Nobel nunca habrían conseguido el tan ansiado premio. Este insecto, fácil de encontrar en nuestras cocinas cuando alguna de las frutas está en descomposición, es pieza clave para estudios sobre genética y en general en biomedicina. Para muchos un bicho, para la comunidad científica la Drosophila melanogaster; tan importante que dicen que fue el primer animal en viajar al espacio. Sucedió en 1947.
Son múltiples los ejemplos de trabajo científico con diferentes tipos de fauna que generan soluciones sanitarias para los ecosistemas y para quienes los habitan, o propuestas para hacer el seguimiento a las dinámicas y costumbres de los zancuditos, por ejemplo, que debido al cambio climático están conquistando zonas en las que antes no sobrevivirían, y ahora somos más los que estamos expuestos a sus picaduras.
No sabría cómo una ley deba garantizar el trato respetuoso a los zancuditos que transmiten enfermedades infecciosas. Así que seguiré aplaudiendo bichos voladores, no va y sea un mosquito anopheles me transmita malaria cuando logre picarme. También aplaudiré el respeto a la fauna, silvestre o no, y a la comunidad científica que la estudie y la use respetuosamente para beneficio de todos al producir conocimiento útil que sirva a los tomadores de decisión para generar políticas públicas adecuadas para un mejor planeta que nos incluye a todas las especies.
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Sé que es un tema espinoso. Y confieso que he pisado arañas, he aplaudido mosquitos y zancudos —pero para acabar con ellos entre mis manos por fastidiosos—, y le tengo pánico a murciélagos y serpientes. Mi perrita, Lava (de volcán, no de verbo), es mi compañera, nos cuidamos mutuamente, pero ella duerme en su colchón y yo en el mío. (Lea Cinco claves para entender por qué la polémica por el vertido de aguas de Fukushima)
Con los ratoncitos de campo tengo una relación ambigua: me recuerdan aquellos que le cosían el vestido a Cenicienta, en la película que vi cuando era niña, pero en la finca debo ‘salir de ellos’ porque las visitas brincan encima de las mesas cuando sale raudo de un rincón y se esconde debajo de la lavadora.
Todas estas confesiones y recuerdos a propósito de los debates de siempre, pero que se recrudecieron en agosto por dos proyectos de ley que alcanzaron a presentarse en el Congreso. Uno de ellos ya se retiró por ser más emocional que basado en la evidencia científica; y el otro busca “regular las actividades de investigación académica y científica, las pruebas de toxicidad, los estudios biológicos y las actividades de educación en las que se utilicen animales vivos, con el fin de garantizarles a los animales un trato respetuoso y digno, en razón de su sintiencia”. (Lea Científicos registran un hecho sin precedentes: las crías de pingüinos no nacieron)
No se necesita ser experto para ver la diferencia entre una pulga y un elefante; entre un animal silvestre y uno doméstico; entre un ratón de campo y uno de laboratorio. Y por eso me pregunto si no vale la pena especificar a qué tipo de animales se refieren las propuestas o si será necesario regular entre los vertebrados y los invertebrados, por mencionar solo un tipo de clasificación.
El neurocirujano y científico colombiano Salomón Hakim usaba perros para su investigación que resultó en un dispositivo para regular la presión del cerebro. Hoy en día muchos pacientes a nivel mundial han logrado llevar una vida normal gracias a que les fue implantada la válvula de Hakim. El médico parasitólogo y director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET) de Antioquia, Iván Darío Vélez, usa mosquitos para una de sus líneas de investigación que busca combatir el dengue. El Instituto Nacional de Salud reporta que en lo que va del año en Colombia se han presentado alrededor de 60 000 casos posibles de esta enfermedad. El biólogo Germán Jiménez es uno de los expertos en mamíferos que les ha hecho seguimiento a los hipopótamos en el Magdalena Medio, especie invasora con efectos sobre los ecosistemas y las poblaciones. Jiménez ha generado posibles acciones para al menos reducir su impacto. El ornitólogo Luis Miguel Renjifo cuyas investigaciones han aportado para que se clasifique a Colombia como el país más diverso del planeta en aves, con lo cual no solamente se conoce el estado de las diferentes especies, sino que su avistamiento se convierte en uno de los renglones de la economía nacional, al promover el turismo ecológico.
Sin la mosca de la fruta, varios premios Nobel nunca habrían conseguido el tan ansiado premio. Este insecto, fácil de encontrar en nuestras cocinas cuando alguna de las frutas está en descomposición, es pieza clave para estudios sobre genética y en general en biomedicina. Para muchos un bicho, para la comunidad científica la Drosophila melanogaster; tan importante que dicen que fue el primer animal en viajar al espacio. Sucedió en 1947.
Son múltiples los ejemplos de trabajo científico con diferentes tipos de fauna que generan soluciones sanitarias para los ecosistemas y para quienes los habitan, o propuestas para hacer el seguimiento a las dinámicas y costumbres de los zancuditos, por ejemplo, que debido al cambio climático están conquistando zonas en las que antes no sobrevivirían, y ahora somos más los que estamos expuestos a sus picaduras.
No sabría cómo una ley deba garantizar el trato respetuoso a los zancuditos que transmiten enfermedades infecciosas. Así que seguiré aplaudiendo bichos voladores, no va y sea un mosquito anopheles me transmita malaria cuando logre picarme. También aplaudiré el respeto a la fauna, silvestre o no, y a la comunidad científica que la estudie y la use respetuosamente para beneficio de todos al producir conocimiento útil que sirva a los tomadores de decisión para generar políticas públicas adecuadas para un mejor planeta que nos incluye a todas las especies.
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