Desayunar y cenar temprano podría traerle estos beneficios en salud
Los resultados de un estudio con más de 100.000 personas, publicado en Nature Communications, indican la importancia del horario y el ritmo de las comidas diarias para reducir el riesgo de enfermedades cardiacas.
Investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) han revelado que la hora en la que comemos podría influir en nuestro riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Este estudio, realizado sobre una muestra de más de 100.000 personas de la cohorte NutriNet-Santé, a las que se realizó seguimiento entre 2009 y 2022, sugiere que comer tarde la primera o la última comida se asocia a un mayor riesgo de dolencia cardiovascular.
(Lea: Estas fueron las 12 principales noticias científicas de 2023)
También parece que un ayuno nocturno de mayor duración se asocia a un menor riesgo de enfermedades cerebrovasculares como el ictus. Los resultados, publicados en Nature Communications, indican la importancia del horario y el ritmo de las comidas diarias para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Estas dolencias son la principal causa de muerte en el mundo según el estudio Global Burden of Disease, con 18,6 millones de muertes anuales en 2019, de las cuales alrededor de 7,9 son atribuibles a la dieta. Esto significa que la alimentación desempeña un papel fundamental en el desarrollo y la progresión de estas enfermedades. El estilo de vida moderno de las sociedades occidentales ha dado lugar a hábitos alimentarios específicos, como cenar tarde o saltarse el desayuno.
Lo que encontró el estudio
Además de la luz, el ciclo diario de ingesta de alimentos (comidas, tentempiés, etc.) alternado con periodos de ayuno sincroniza los relojes periféricos, o ritmos circadianos, de los distintos órganos del cuerpo, influyendo así en funciones cardiometabólicas como la regulación de la presión arterial. La crononutrición está surgiendo como un nuevo campo importante para comprender la relación entre el momento de la ingesta de alimentos, los ritmos circadianos y la salud.
(Lea: Einstein, ese “perro flojo”)
El equipo científico utilizó datos de 103.389 participantes en la cohorte francesa NutriNet-Santé (el 79 % de los cuales eran mujeres, con una edad media de 42 años) para estudiar las asociaciones entre los patrones de ingesta de alimentos y las enfermedades cardiovasculares. Para reducir el riesgo de posibles sesgos, tuvieron en cuenta un gran número de factores de confusión, especialmente sociodemográficos (edad, sexo, situación familiar, etc.), la calidad nutricional de la dieta, el estilo de vida y el ciclo de sueño.
Los resultados muestran que realizar la primera comida más tarde en el día (como cuando se salta el desayuno), se asocia a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, con un aumento del 6 % del riesgo por hora de retraso. Por ejemplo, una persona que come por primera vez a las 9 de la mañana tiene un 6 % más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que otra que come a las 8.
(Lea: En video: así preparan los alimentos los astronautas que están en el espacio)
En cuanto a la cena, comer tarde (después de las 9 de la noche) se asocia a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus, en comparación con comer antes de las 8 de la noche, sobre todo en las mujeres. Por último, una mayor duración del ayuno nocturno -el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente- se asocia a un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
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Investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) han revelado que la hora en la que comemos podría influir en nuestro riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Este estudio, realizado sobre una muestra de más de 100.000 personas de la cohorte NutriNet-Santé, a las que se realizó seguimiento entre 2009 y 2022, sugiere que comer tarde la primera o la última comida se asocia a un mayor riesgo de dolencia cardiovascular.
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También parece que un ayuno nocturno de mayor duración se asocia a un menor riesgo de enfermedades cerebrovasculares como el ictus. Los resultados, publicados en Nature Communications, indican la importancia del horario y el ritmo de las comidas diarias para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Estas dolencias son la principal causa de muerte en el mundo según el estudio Global Burden of Disease, con 18,6 millones de muertes anuales en 2019, de las cuales alrededor de 7,9 son atribuibles a la dieta. Esto significa que la alimentación desempeña un papel fundamental en el desarrollo y la progresión de estas enfermedades. El estilo de vida moderno de las sociedades occidentales ha dado lugar a hábitos alimentarios específicos, como cenar tarde o saltarse el desayuno.
Lo que encontró el estudio
Además de la luz, el ciclo diario de ingesta de alimentos (comidas, tentempiés, etc.) alternado con periodos de ayuno sincroniza los relojes periféricos, o ritmos circadianos, de los distintos órganos del cuerpo, influyendo así en funciones cardiometabólicas como la regulación de la presión arterial. La crononutrición está surgiendo como un nuevo campo importante para comprender la relación entre el momento de la ingesta de alimentos, los ritmos circadianos y la salud.
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El equipo científico utilizó datos de 103.389 participantes en la cohorte francesa NutriNet-Santé (el 79 % de los cuales eran mujeres, con una edad media de 42 años) para estudiar las asociaciones entre los patrones de ingesta de alimentos y las enfermedades cardiovasculares. Para reducir el riesgo de posibles sesgos, tuvieron en cuenta un gran número de factores de confusión, especialmente sociodemográficos (edad, sexo, situación familiar, etc.), la calidad nutricional de la dieta, el estilo de vida y el ciclo de sueño.
Los resultados muestran que realizar la primera comida más tarde en el día (como cuando se salta el desayuno), se asocia a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, con un aumento del 6 % del riesgo por hora de retraso. Por ejemplo, una persona que come por primera vez a las 9 de la mañana tiene un 6 % más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que otra que come a las 8.
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En cuanto a la cena, comer tarde (después de las 9 de la noche) se asocia a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus, en comparación con comer antes de las 8 de la noche, sobre todo en las mujeres. Por último, una mayor duración del ayuno nocturno -el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente- se asocia a un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
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