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Sus ojos son dos pequeñas bolas negras, mientras que sus largas orejas -que llegan a medir hasta cuatro centímetros- contrastan con un peludo cuello que parece esconder el rostro. Los colores oscuros sobresalen, al igual que un marrón amarillento que acompaña su pecho. Así es el Histiotus cadenai, una nueva especie descrita en Los Andes. (Lea: Coronavirus, murciélagos y una conspiración perfecta)
Su longitud total, generalmente llega hasta unos 12 centímetros, le gustan los insectos y vivir por encima de los 2.500 metros sobre el nivel del mar. Durante 10 años un grupo de científicos de la Fundación Reserva Natural La Palmita, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Caldas y la Universidad de Rutgers investigaron la distribución de los murciélagos del género Histiotus en Colombia y pudieron confirmar que no son ocho sino 10 especies y describieron el H. cadenai como una nueva para la ciencia.
Héctor Ramírez Chaves es profesor del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Caldas, curador de la Colección de Historia Natural del Centro de Museos y doctor en Ciencias de la Universidad de Queensland e hizo parte de la investigación. Comenta que el proyecto se basó en estudios morfológicos, genéticos y acústicos. “Hace muchos años Miguel Rodríguez, de la Fundación La Palmita, capturó algunos Histiotus cerca de la reserva Río Blanco (en Manizales) para clasificación y pasó mucho tiempo para identificar que era una especie que no se conocía”, recuerda. Los Histiotus se conocen popularmente como murciélagos orejilargos.
Describir una nueva especie no es una tarea fácil, menos cuando la ciencia que se ha desarrollado sobre los murciélagos no es tan prolífica como en animales. Lo primero que debió hacer el equipo de trabajo fue estudiar la morfología, es decir, el tamaño, las características físicas, el sexo y el lugar donde se recolectaron 103 especímenes. De cada uno tuvieron en cuenta más de 30 características como la forma del cráneo, la longitud de las orejas y la cola, entre otras.
Ramírez Chaves explica que para saber si una especie es diferente a otra, deben comparar con el conocimiento que se ha desarrollado en diferentes lugares, eso quiere decir que tuvieron que tomar el espécimen que estaban estudiando y revisar las similitudes y diferencias en colecciones de otras partes del mundo. Viajaron a Londres, a Estados Unidos, entre otros países, para llevar a cabo esta labor.
Luego de identificar que había ciertas diferencias entre los especímenes de las colecciones y los individuos de Río Blanco que tenían en su poder, continuaron con análisis genéticos.
El mapa de los genes
En este punto, lo que hicieron fue tomar muestras de varios individuos de especies ya conocidas en Ecuador, Perú y Colombia y analizaron sus estructuras genéticas. Querían identificar qué tan distintos eran y hallaron que había una brecha entre el código de la vida que tenían el H. montanus y el H. humboldti (ambos de Los Andes). Aunque no obtuvieron genes de la nueva especie, la cual se llama H. cadenai en honor a Alberto Cadena-García, un reconocido investigador que formó varias generaciones de científicos en temas ambientales y biológicos, la información morfológica permitió describirla.
En el mismo estudio encontraron que se ha visto esta nueva especie de murciélago orejilargo en Caldas, Valle del Cauca, Quindío, Risaralda, Tolima y también en algunas provincias de Ecuador.
Otro de los hallazgos del grupo de investigación, que publicó los resultados en la revista científica Caldasia, es que pudieron revalidar el Histiotus colombiae como una especie, ya que se había considerado como una subespecie de H. montanus.. Por eso ahora son 10 los Histiotus en Sudamérica (tres en Colombia), aunque aseguran que es posible que ese número aumente ya que encontraron especímenes sin clasificar en Perú.
Escuchando con cuidado
El tercer método que utilizaron para evaluar el estado taxonómico de estas especies fue a través de los sonidos, de la acústica. Daniela Martínez Medina es investigadora asociada en la subdirección de investigaciones de la Fundación Reserva Natural La Palmita y cuenta con una maestría en Ecología Aplicada de la Universidad de Kiel, Alemania. Comenta que la mayoría de los murciélagos utilizan la ecolocalización, es decir, que mientras vuelan emiten sonidos de alta frecuencia y cuando esas señales chocan con objetos sólidos se reflejan y regresan al animal y, con esto, ellos crean una imagen -parecida a un mapa- del ambiente en el que están y así saben qué tan lejos están de sus objetivos.
“En los estudios de ecolocalización lo que hacemos es analizar estas señales acústicas. A partir de estas señales podemos responder diferentes preguntas desde lo taxonómico, ecológico y comportamental. Entonces al comparar los parámetros acústicos de las grabaciones que hicimos acá en Colombia con las del Histiotus montanus de Chile nos dimos cuenta que eran muy diferentes”, explica.
Con este tipo de métodos, esperan construir bibliotecas públicas que contengan grabaciones de referencia de las especies de murciélagos colombianos con el fin de conocerlos, reconocerlos y conservarlos ya que, aunque no es claro si hay, por ejemplo, especies extintas en el país (por la falta de estudios), es claro que la expansión de la frontera agrícola y la mano humana ha mermado los espacios en los que estos mamíferos sobreviven.
Murciélagos en Colombia
Los tabúes que existen acerca de estos mamíferos son muchos pero sus beneficios superan, según dicen tanto Martínez como Ramírez Chaves, esos mitos: controlan plagas, dispersan semillas, ayudan con la polinización. “Son animales sensibles a las perturbaciones, pueden ser excelentes indicadores de cambios en el ecosistema y monitoreos a largo plazo. Además de esto son extremadamente interesantes y divertidos de estudiar”, afirma la investigadora de la Fundación La Palmita.
Colombia es el segundo país con mayor diversidad de murciélagos en el mundo luego de Indonesia. Cuenta con 217 especies descritas. Solo en Manizales hay cerca de 35. Globalmente, los hay de algunos centímetros hasta de un metro y medio como el zorro volador filipino. Si ve uno, déjelo tranquilo, disfrute de sus formas, colores -los hay rojos, naranjas y hasta blancos-, no todos viven en cuevas, algunos van de árbol en árbol hasta que les coge el sueño; otros duermen en pequeños huecos en riscos o acantilados, los hay también constructores: hacen pequeños nidos con hojas. Incluso unos cuantos construyen guarderías para sus crías.
*Docente del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Consultor en temas de comunicación científica de la Universidad de Caldas. Editor de la revista de divulgación científica, Eureka.