Albert Einstein concibió en 1905 una teoría en la que el valor de la velocidad de la luz en el vacío no depende de la velocidad entre la fuente que emite la luz y el observador que la recibe. Fue una revolución: la velocidad de la luz es la única velocidad que no es relativa. Columna de opinión de Héctor Rago.
Sin la relatividad no entenderíamos por qué brillan las estrellas, ni por qué -por más que aceleremos los protones en el poderosísimo acelerador LHC- nunca lograremos que se muevan a la velocidad de la luz.