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Reza la sabiduría popular que beber alcohol hace que otras personas parezcan más atractivas de lo que quizá nos parecerían en estado de sobriedad. En Estados Unidos usan de hecho el término “gafas de cerveza” para describir esto, acuñado, supuestamente, por estudiantes universitarios norteamericanos en la decada de 1980. Pese a ese rumor social, la realidad podría estar muy lejos. Un grupo de científicos se ha propuesto echar luz sobre el tema, estudiando el comportamiento de 18 parejas de amigos varones a la hora de calificar el atractivo de hombres y mujeres que veían en fotografías y videos. Todo mediado por alcohol.
La investigación se acaba de publicar en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs. Un total de 36 hombres participaron en un experimento de dos sesiones. Todos fueron reclutados a través de anuncios en periódicos, folletos impresos y sitios en línea. Los anuncios pedían a las personas que llamaran al Laboratorio de Investigación sobre el Alcohol y el Tabaquismo (ASRL, por sus siglas en inglés) si ellos y un amigo eran bebedores sociales y estaban interesados en ganar un dinero extra por participar en la investigación. Las personas que respondieron se sometieron, después, a una evaluación de elegibilidad que descartó algunos.
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Los participantes elegibles tenían entre 21 y 28 años. Todos debían beber al menos 1 día a la semana y afirmaban que podían beber cómodamente al menos tres tragos en 30 minutos. Debían haber consumido cinco o más tragos en una ocasión en los últimos 6 meses. Al resultar elegidos, debieron invitar a un amigo no romántico del mismo sexo con quien beban regularmente, para que el experimento pudiera cumplir con las experiencias de consumo de los participantes, ya que el contexto social altera cómo bebemos.
En la sesión uno los participantes se sometieron al consentimiento informado y a los procedimientos iniciales por separado. Se pesó a los participantes y completaron cuestionarios mientras consumían una pequeña porción de pan (cantidad determinada por el peso). A continuación, se mezcló las bebidas delante de los participantes. Se preparó un trago de 0,82 g/kg usando vodka de 100 grados y 3,5 partes de cóctel de jugo de arándano. A un grupo se le dio el coctel y a otro las bebidas que no contenían alcohol. A todos se les informó qué estaban bebiendo. Después de mezclar las bebidas, la pareja de amigos se sentó junta.
Antes de beber, se les informó que podían hablar durante el período de bebida, pero se les pidió que se abstuvieran de hablar de su percepción de intoxicación. También aprendieron que en el punto medio del período de bebida verían una serie de imágenes en una computadora y se les pediría que calificaran el atractivo de cada imagen. Se les dijo que las personas que iban a ver podrían ser invitadas a participar en un estudio futuro muy similar a este. Y de hecho, se les pidió que eligieran a cuatro que calificarían y con quienes estarían interesados en interactuar durante el estudio futuro (aunque tal estudio no ocurrió). Este engaño, que se reveló a los participantes después de la segunda sesión, tenía como objetivo mejorar las creencias de que tenían potencial para interactuar con los individuos a quienes estaban calificando.
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Los participantes recibieron la mitad de su bebida en el minuto 0 y la otra en el minuto 18, de modo que consumieron toda la bebida durante 36 minutos. Se les pidió que bebieran cada mitad de manera uniforme durante los 18 minutos. En el minuto 18, los participantes recibieron la segunda porción de bebida y comenzaron la calificación. Cada participante registró sus respuestas utilizando un teclado. Había una barrera entre los dos teclados que impedía que los participantes vieran las respuestas de los demás. Se pidió que se abstuvieran de discutir sus reacciones a las imágenes, pero se les permitió hablar.
La sesión dos reflejó la sesión uno, excepto por lo siguiente: los participantes recibieron el tipo de bebida que no recibieron en la sesión uno. Es decir, los que en la primera sesión recibieron el coctel, en esta ocasión tomaron una bebida sin alcohol. Y viceversa. Algo importante es que antes de comenzar el estudio, todos los participantes declararon su orientación sexual: la mayoría resultó heterosexual (34 heterosexuales, 1 gay, 1 bisexual). ¿Qué encontró la investigación después de todo este procedimiento? Básicamente, no se encontró que el alcohol aumentara la percepción de las personas sobre el atractivo de los demás.
“Pero sí encontramos que las personas eran más propensas a elegir interactuar con las personas que percibían como más atractivas después de consumir alcohol”, dijo, citada por The Guardian, Molly Bowdring del Centro de Investigación de Prevención de Stanford en Palo Alto, California, quien dirigió la investigación. Los participantes ebrios tenían 1,71 veces más probabilidades de seleccionar uno de sus cuatro candidatos más atractivos para conocerlo en un estudio futuro, en comparación con cuando estaban sobrios.
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En este sentido, la noción de gafas de cerveza comienza a fusionarse con el término vecino “coraje líquido”. El alcohol aumenta el coqueteo, la imaginación sexual y el comportamiento sexual y también incrementa la posibilidad de atreverse a iniciar la interacción con esa persona que consideramos atractiva. “Si vas a consumir alcohol, creo que vale la pena reflexionar sobre cómo puedes hacerlo de una manera que sea segura y consistente con tus objetivos”, agregó Bowdring. “Las personas pueden beneficiarse al reconocer que las motivaciones e intenciones sociales valoradas cambian cuando se bebe, de maneras que pueden resultar atractivas a corto plazo pero posiblemente perjudiciales a largo plazo”.