El caso del molusco que redescubrieron tras 70 años de “inexistencia”
“Dendrodoris temarana” se describió por primera vez hace más de medio siglo y los científicos creían que era muy similar a otra especie. Pero, ahora, con un análisis genético, han demostrado que estaban equivocados.
Edgar Hans Cano - Agencia Sinc
Los marcadores moleculares son una herramienta necesaria en muchos campos como la ecología, la biomedicina o las ciencias forenses, ya que se utilizan para localizar y aislar genes de interés. En la actualidad, existen varias técnicas moleculares que nos permiten conocer cómo se encuentran las proporciones de genes concretos y así estudiar la diversidad entre especies. (Lea ¿Quién es Arturo Luna, el nuevo ministro de Ciencia de Gustavo Petro?)
Ahora, expertos de universidades españolas y estadounidenses han redescubierto un nuevo molusco, Dendrodoris temarana, que ya se describió por primera vez en 1953, pero que se había considerado muy similar a otro: Dendrodoris grandiflora. Este hallazgo, publicado en Zootaxa, ha sido posible gracias a un enfoque que combina varios marcadores moleculares. (Lea La fascinante historia de cómo descubrieron una nueva especie de dinosaurio en Colombia))
“Esta especie fue descrita en primer lugar por la investigadora Alice Pruvot-Fol. Posteriormente, se consideró erróneamente que era muy parecida a D. grandiflora y, por lo tanto, dejó de existir. En este estudio verificamos, con la ayuda del ADN, que Pruvot-Fol acertó en su interpretación hace 70 años”, explica a SINC Carles Galià-Camps, del departamento de Genética de la Universidad de Barcelona (UB) y primer autor del estudio.
Un pariente de la antigüedad está de vuelta
Los moluscos nudibranquios del género Dendrodoris se caracterizan por carecer de rádula y de espículas en el dorso, rasgos taxonómicos importantes que ayudan a diferenciar y distinguir a estos animales marinos. Sin ellos, se dificulta la identificación de especies si solo nos fijamos en su forma.
De este modo, no resulta sorprendente que D. temarana fuera descartada como especie ‘válida’ durante tanto tiempo. Se trata de un organismo pseudocríptico, es decir, que presenta diferencias imperceptibles para el ojo humano y se necesitan análisis genéticos para determinarlas.
En consecuencia, estos animales pueden permanecer sin ser descubiertos ni estudiados, lo que podría inducir a errores cuando se evalúa su diversidad.
“Las especies pseudocrípticas son aquellas físicamente muy parecidas con otras, pero que molecularmente se pueden identificar y posteriormente encontrar las diferencias que las caracterizan. Puede ser muy evidente la separación de vertebrados, pero en taxones como moluscos, artrópodos o medusas las cosas se complican mucho más”, asegura Galià-Camps.
Tras la pista del ADN
El análisis de los marcadores moleculares COI, 16S y H3, basados en 47 especímenes de Dendrodoris del Océano Atlántico Norte y el Mar Mediterráneo, no solo revivió a D. temarana, sino que también reveló que este comparte un ancestro con otras cinco especies de moluscos.
Usando datos morfológicos y anatómicos de 14 individuos adicionales y una revisión de la literatura, los científicos redescribieron morfológicamente (patrón cromático, branquias, rinóforos y papila anal), anatómicamente (sistemas nervioso, circulatorio, digestivo y reproductivo) y biológicamente al molusco ya descrito en 1953.
Acostumbrado a vivir cerca de las rocas, “contribuye a mantener y estabilizar el ecosistema marino de su hábitat, donde puede controlar el crecimiento de algunos organismos mediante la depredación. Actualmente, se están llevando a cabo estudios de su dieta para validar esta teoría, probando empíricamente cuáles son sus presas y cómo pueden afectar a la cadena trófica”, concluye Galià-Camps.
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Los marcadores moleculares son una herramienta necesaria en muchos campos como la ecología, la biomedicina o las ciencias forenses, ya que se utilizan para localizar y aislar genes de interés. En la actualidad, existen varias técnicas moleculares que nos permiten conocer cómo se encuentran las proporciones de genes concretos y así estudiar la diversidad entre especies. (Lea ¿Quién es Arturo Luna, el nuevo ministro de Ciencia de Gustavo Petro?)
Ahora, expertos de universidades españolas y estadounidenses han redescubierto un nuevo molusco, Dendrodoris temarana, que ya se describió por primera vez en 1953, pero que se había considerado muy similar a otro: Dendrodoris grandiflora. Este hallazgo, publicado en Zootaxa, ha sido posible gracias a un enfoque que combina varios marcadores moleculares. (Lea La fascinante historia de cómo descubrieron una nueva especie de dinosaurio en Colombia))
“Esta especie fue descrita en primer lugar por la investigadora Alice Pruvot-Fol. Posteriormente, se consideró erróneamente que era muy parecida a D. grandiflora y, por lo tanto, dejó de existir. En este estudio verificamos, con la ayuda del ADN, que Pruvot-Fol acertó en su interpretación hace 70 años”, explica a SINC Carles Galià-Camps, del departamento de Genética de la Universidad de Barcelona (UB) y primer autor del estudio.
Un pariente de la antigüedad está de vuelta
Los moluscos nudibranquios del género Dendrodoris se caracterizan por carecer de rádula y de espículas en el dorso, rasgos taxonómicos importantes que ayudan a diferenciar y distinguir a estos animales marinos. Sin ellos, se dificulta la identificación de especies si solo nos fijamos en su forma.
De este modo, no resulta sorprendente que D. temarana fuera descartada como especie ‘válida’ durante tanto tiempo. Se trata de un organismo pseudocríptico, es decir, que presenta diferencias imperceptibles para el ojo humano y se necesitan análisis genéticos para determinarlas.
En consecuencia, estos animales pueden permanecer sin ser descubiertos ni estudiados, lo que podría inducir a errores cuando se evalúa su diversidad.
“Las especies pseudocrípticas son aquellas físicamente muy parecidas con otras, pero que molecularmente se pueden identificar y posteriormente encontrar las diferencias que las caracterizan. Puede ser muy evidente la separación de vertebrados, pero en taxones como moluscos, artrópodos o medusas las cosas se complican mucho más”, asegura Galià-Camps.
Tras la pista del ADN
El análisis de los marcadores moleculares COI, 16S y H3, basados en 47 especímenes de Dendrodoris del Océano Atlántico Norte y el Mar Mediterráneo, no solo revivió a D. temarana, sino que también reveló que este comparte un ancestro con otras cinco especies de moluscos.
Usando datos morfológicos y anatómicos de 14 individuos adicionales y una revisión de la literatura, los científicos redescribieron morfológicamente (patrón cromático, branquias, rinóforos y papila anal), anatómicamente (sistemas nervioso, circulatorio, digestivo y reproductivo) y biológicamente al molusco ya descrito en 1953.
Acostumbrado a vivir cerca de las rocas, “contribuye a mantener y estabilizar el ecosistema marino de su hábitat, donde puede controlar el crecimiento de algunos organismos mediante la depredación. Actualmente, se están llevando a cabo estudios de su dieta para validar esta teoría, probando empíricamente cuáles son sus presas y cómo pueden afectar a la cadena trófica”, concluye Galià-Camps.
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