El diminuto insecto que da la vuelta en el aire más rápida del mundo
Para conocer la velocidad a la que los colémbolos globosos dan vueltas en el aire, los investigadores tuvieron que grabar el salto con cámaras que graban a 40.000 fotogramas por segundo.
Los colémbolos globosos son unos insectos (aunque, en términos más precisos, son artrópodos hexápodos) que no suelen superar los 5 o 6 milímetros de longitud. Aunque habitan en todos los continentes y son los hexápodos más numerosos de toda la Tierra (más de 15.000 por metro cuadrado), son difíciles de estudiar, pues no vuelan, muerden ni pican.
Son conocidos, más bien, por su salto. A simple vista, dicen un par de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, cuando saltan, parecen desaparecen por completo. “Los colémbolos globulares saltan tan rápido que no se ven en tiempo real”, explica Adrian Smith, jefe del laboratorio de investigación de biología evolutiva y comportamiento del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte.
Smith, junto al investigador postdoctoral del Instituto de Tecnología de Georgia, Jacob Harrison, han estudiado por años el salto de estos diminutos insectos. El problema es que, por su tamaño, las herramientas más básicas no son útiles.
“Si se intenta filmar el salto con una cámara normal, el colémbolo aparece en un fotograma y luego desaparece. Si se mira la imagen de cerca, se pueden ver los tenues rizos de vapor que quedan en el lugar por el que saltó en un fotograma”, agrega Smith.
Para resolver el problema, Smith y Harrison utilizaron cámaras que graban a 40.000 fotogramas por segundo y motivaron a los colémbolos a saltar. Al obtener estas imágenes, los investigadores pudieron describir el mecanismo del salto de los diminutos insectos y la particular velocidad que alcanzan al hacerlo.
“Los colémbolos no utilizan las patas para saltar. En su lugar, tienen un apéndice llamado furca que se pliega bajo el abdomen y tiene una estructura diminuta y bifurcada en la punta. Cuando los colémbolos saltan, la furca se pliega hacia abajo y la punta bifurcada empuja contra el suelo, lanzándolos en una serie de volteretas increíblemente rápidas”, escribieron los científicos en un artículo publicado por la revista científica Integrative Organismal Biology.
Cuando Smith y Harrison apuntan a que las volteretas son “increíblemente rápidas”, se refieren a que los colémbolos globosos solo tardan una milésima de segundo en dar una voltereta hacia atrás y pueden alcanzar una velocidad de 368 rotaciones por segundo.
“Aceleran sus cuerpos en un salto más o menos a la misma velocidad que una pulga, pero encima giran. Ningún otro animal del planeta da una voltereta hacia atrás más rápido que un colémbolo globular”, explica Smith.
Pero, además de girar a increíbles velocidades, los colémbolos también logran saltar a una altura admirable para su pequeño tamaño. En el trabajo, los investigadores lograron registrar alturas hasta de 60 milímetros en el aire, “más de 60 veces su propia altura”.
Si bien la investigación estaba enfocada en describir los mecanismos del salto, Smith y Harrison también encontraron que estos insectos nunca saltan hacia adelante, si no casi siempre hacia atrás. Esto, apunta Harrison, “nos indicó que el salto es principalmente un medio para escapar del peligro, más que una forma de locomoción general”.
“Es la primera vez que alguien hace una descripción completa de las medidas de ejecución de los saltos del colémbolo globular, y lo que hacen es casi imposiblemente espectacular”, concluyó Smith.
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Los colémbolos globosos son unos insectos (aunque, en términos más precisos, son artrópodos hexápodos) que no suelen superar los 5 o 6 milímetros de longitud. Aunque habitan en todos los continentes y son los hexápodos más numerosos de toda la Tierra (más de 15.000 por metro cuadrado), son difíciles de estudiar, pues no vuelan, muerden ni pican.
Son conocidos, más bien, por su salto. A simple vista, dicen un par de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, cuando saltan, parecen desaparecen por completo. “Los colémbolos globulares saltan tan rápido que no se ven en tiempo real”, explica Adrian Smith, jefe del laboratorio de investigación de biología evolutiva y comportamiento del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte.
Smith, junto al investigador postdoctoral del Instituto de Tecnología de Georgia, Jacob Harrison, han estudiado por años el salto de estos diminutos insectos. El problema es que, por su tamaño, las herramientas más básicas no son útiles.
“Si se intenta filmar el salto con una cámara normal, el colémbolo aparece en un fotograma y luego desaparece. Si se mira la imagen de cerca, se pueden ver los tenues rizos de vapor que quedan en el lugar por el que saltó en un fotograma”, agrega Smith.
Para resolver el problema, Smith y Harrison utilizaron cámaras que graban a 40.000 fotogramas por segundo y motivaron a los colémbolos a saltar. Al obtener estas imágenes, los investigadores pudieron describir el mecanismo del salto de los diminutos insectos y la particular velocidad que alcanzan al hacerlo.
“Los colémbolos no utilizan las patas para saltar. En su lugar, tienen un apéndice llamado furca que se pliega bajo el abdomen y tiene una estructura diminuta y bifurcada en la punta. Cuando los colémbolos saltan, la furca se pliega hacia abajo y la punta bifurcada empuja contra el suelo, lanzándolos en una serie de volteretas increíblemente rápidas”, escribieron los científicos en un artículo publicado por la revista científica Integrative Organismal Biology.
Cuando Smith y Harrison apuntan a que las volteretas son “increíblemente rápidas”, se refieren a que los colémbolos globosos solo tardan una milésima de segundo en dar una voltereta hacia atrás y pueden alcanzar una velocidad de 368 rotaciones por segundo.
“Aceleran sus cuerpos en un salto más o menos a la misma velocidad que una pulga, pero encima giran. Ningún otro animal del planeta da una voltereta hacia atrás más rápido que un colémbolo globular”, explica Smith.
Pero, además de girar a increíbles velocidades, los colémbolos también logran saltar a una altura admirable para su pequeño tamaño. En el trabajo, los investigadores lograron registrar alturas hasta de 60 milímetros en el aire, “más de 60 veces su propia altura”.
Si bien la investigación estaba enfocada en describir los mecanismos del salto, Smith y Harrison también encontraron que estos insectos nunca saltan hacia adelante, si no casi siempre hacia atrás. Esto, apunta Harrison, “nos indicó que el salto es principalmente un medio para escapar del peligro, más que una forma de locomoción general”.
“Es la primera vez que alguien hace una descripción completa de las medidas de ejecución de los saltos del colémbolo globular, y lo que hacen es casi imposiblemente espectacular”, concluyó Smith.
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