El enorme agujero en el mar que una colombiana ayudó a descubrir

Laura Flórez comprendió la magnitud del descubrimiento de su equipo científico al sumergirse en medio de un agujero en el mar Caribe. A pesar de que ya había buceado por varios metros, fue solo cuando prendió la linterna que se dio cuenta de que estaba en la mitad de una caverna marina tan grande que no se le veían los bordes. “Sentí mucho miedo”, dice Flórez. “La gente creía que, al nadar en el centro de este tipo de estructuras, una especie de corriente te succionaba”.

Laura Flórez comprendió la magnitud del descubrimiento de su equipo científico al sumergirse en medio de un agujero en el mar Caribe. A pesar de que ya había buceado por varios metros, fue solo cuando prendió la linterna que se dio cuenta de que estaba en la mitad de una caverna marina tan grande que no se le veían los bordes. “Sentí mucho miedo”, dice Flórez. “La gente creía que, al nadar en el centro de este tipo de estructuras, una especie de corriente te succionaba”.

Pero eso no fue lo que le sucedió a Flórez. De hecho, ella y sus colegas conocieron más tarde que, al encontrar ese agujero en la bahía de la ciudad de Chetumal, en México, habían hecho un hallazgo importante: era el segundo agujero más profundo con 274,4 metros, luego del Sansha Yongle Blue Hole, en China, con más de 300. Los resultados fueron publicados en la revista académica Frontiers in Marine Science.

Este hoyo fue bautizado Taam Ja´, una expresión en maya que significa “agua profunda”. Se encuentra en la bahía de Chetumal, capital del estado mexicano Quintana Roo. Hasta allí entra el mar Caribe en el sur de la península de Yucatán, entre México y Belice (Lea también: Entregaron el primer bote eléctrico para movilizar estudiantes; ahora, necesitan un colegio).

Un agujero azul, que se distingue a simple vista por el contraste del azul oscuro de sus aguas profundas, no es igual a una fosa marina. Esta última se forma por los movimientos de las placas tectónicas, y puede medir hasta 11 mil metros de profundidad, como la de las Marianas en el océano Pacífico Occidental. En cambio, Flórez explica que, aunque un agujero azul también es una especie de hueco en el océano, su formación es diferente, e incluso puede tomar siglos y milenios.

Una de las teorías que explica su formación se remonta a la edad de hielo. La península de Yucatán, donde está la bahía de Chetumal, es la plataforma kárstica más grande del mundo, es decir, una superficie de piedra caliza con muchos surcos y grietas superficiales.

“Se supone que, cuando empezó la era glaciar, esos surcos y grietas quedaron expuestos, y como ya no había agua que soportara el peso, hubo un debilitamiento de la roca y esta colapsó hasta formar estos hoyos”, cuenta Flórez. “Sin embargo, cuando nuevamente se derritió el hielo, volvió a subir el nivel del mar y por eso Taam ja´ existe en Chetumal”.

Este descubrimiento hace parte de la tesis de maestría que Flórez está haciendo en Ecosur en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural. Es la única colombiana que participó en la exploración, compuesta por un equipo de seis académicos de la Unidad Chetumal de Ecosur: Juan C. Alcérreca-Huerta, Teresa Álvarez-Legorreta, Laura Carrillo, Óscar F. Reyes-Mendoza, y Joan A. Sánchez.

En el artículo académico “Primeras imágenes de un agujero azul excepcionalmente profundo en el Caribe occidental: el agujero azul de Taam Ja’”, los autores señalaron que “los resultados representan la primera investigación sobre Tamm Ja ́ que permitió explotar sus características” (Lea también: En Colombia persiste la brecha entre mujeres y hombres científicos).

Un descubrimiento a plena vista

En 2021, Flórez y los integrantes de su equipo comenzaron a hacer salidas de campo para investigar agujeros azules en la bahía de Chetumal. De hecho, el capitán de la embarcación en la que viajaban, llamado Jesús Artemio, les contó el rumor de una caverna que conocía y que, según él y otros locales, era la más pequeña de todas.

“Chucho nos dijo que esa era la más chiquita, pero que si queríamos nos llevaba”, cuenta la colombiana. “Es común que pescadores como él sepan la localización de algunos de estos hoyos porque, en su interior, suelen albergar vida marina que es útil para la pesca comercial, como los meros, una especie de pez”.

Apenas llegaron al lugar, Flórez y su equipo dispusieron un cabo y un plomo para medir su profundidad. “Chucho nos decía que tenía aproximadamente 15 metros, pero cuando soltaron la cuerda, no tocó fondo a los 15, 30 o 40 metros”, dice Flórez. Por eso, tuvieron que hacer un segundo viaje hasta allí con una ecosonda, que es un instrumento con un sonar que envía una señal hasta el fondo del pozo y luego rebota. Así, la profundidad se mide según el tiempo que la señal se demora en regresar hasta su receptor.

“Ahí nos dimos cuenta de que era más honda de lo que esperábamos”, continúa Flórez. “Chucho también se sorprendió. Los pescadores no navegaban tanto por ese agujero porque, a diferencia de otros, no tenía vida marina para cazar”. Los resultados, según ella, vinieron después del análisis de datos recogidos. De hecho, toda la investigación duró más de dos años, y cuando el grupo comenzó a analizar las medidas que tenía el top 5 de los agujeros azules más grandes del mundo, se dieron cuenta de que el suyo, el Taam Ja´, podía estar en el segundo puesto (Lea también: El pueblo en la Guajira que busca una menstruación digna para 1.300 mujeres).

El equipo tuvo que guardar el secreto por más de un año antes de publicar el artículo académico el pasado 23 de febrero. Allí se detalla que Taam Ja´ tiene un área de 13 mil 690 metros cuadrados, además de sus 274,4 metros de profundidad donde, en pocas palabras y para hacer la comparación, podría caber la cima de la Torre Eiffel de Francia, con 276 metros, cuya altura total es de 330 metros.

Un mundo diferente bajo el agua

Dos integrantes del equipo de investigación exploraron el pozo. Entre ellos, estaba Flórez, quien describe que solo lograron sumergirse un máximo de 20 metros: dos veces con buceo autónomo y una vez con apnea. “Era tenebroso porque uno empieza a bajar y no se puede ver nada. No encontramos ningún tipo de vida marina, aunque sí vimos indicios de actividad microbiana en forma de bacterias y algas”, explica ella.

Luego, cuando el equipo analizó la química del agua, se dieron cuenta de que el porcentaje de oxígeno dentro de Taam Ja ́ era muy bajo. Tal vez por eso, en palabras de Flórez, no haya animales dentro.

Incluso, cuando los científicos se sumergían, podían sentir cambios de temperatura bruscos. “Debe tenerse en cuenta que el agujero está en una bahía que es un estuario, o sea que tiene mezclas de agua dulce y salada. Allí el agua suele tener un aproximado de 30 grados, y, dentro de la caverna, esa temperatura baja 5 grados que se sienten demasiado. Había tramos en los que, por ejemplo, podíamos ver ondas de calor en el interior”, dice Flórez.

Flórez cuenta que no hay claridad en cuanto a la formación del Taam Ja´. Estq investigación es la primera que se hace de esa estructura, de la que esperan realizar más estudios para comprender, entre muchas cosas, su fauna y flora (Lea también: Paneles solares para mejorar la educación en La Guajira).

Por ahora, el descubrimiento ha tenido un amplio cubrimiento mediático en México. “Incluso ha generado controversia”, confiesa, “pues muchos nativos de la zona quisieran emplearlo para fomentar el potencial turístico de Chetumal. Lo que nosotros estamos intentando es que esto no interfiera o perjudique de alguna forma el ecosistema, para que así podamos realizar más investigaciones y comprender lo que sucede al interior de este agujero azul”.

Como señalan los autores del estudio, la ubicación del Taam Ja ́ cercana a las costas de México y Belice implicaría inevitablemente un aumento de visitantes locales extranjeros, junto al desarrollo de actividades económicas que generen presión ambiental. Por eso, según los científicos, es posible que se requieran medidas regulatorias para preservar su ecosistema. “Se alienta a la comunidad científica a explorar, monitorear y ampliar las investigaciones del agujero para sentar las bases adecuadas para la apropiación social responsable en el futuro cercano”, concluye el artículo académico de Frontiers in Marine Science.