El equipo que nos ayudó a entender los sismos y los volcanes
El rol que este año desempeñó el Servicio Geológico Colombiano fue clave para comprender qué estaba sucediendo día a día en el volcán Nevado del Ruiz y para entender qué implica vivir en un país sísmicamente activo. Su tarea de divulgación acercó la ciencia a muchas personas.
A lo largo de este año Colombia enfrentó una serie de eventos geológicos que retumbaron en todo el territorio nacional: la alerta naranja del volcán Nevado del Ruiz; el sismo de 6,1 con epicentro en El Calvario, Meta, que sacudió a Bogotá y gran parte del país; la avalancha o avenida torrencial en Quetame, Cundinamarca, donde murieron 29 personas; el deslizamiento en Rosas, Cauca, entre otros. (Lea: Un colombiano hace parte de los 10 científicos que “están a punto de cambiar el mundo”)
Detrás de la información que recibieron los colombianos, y las autoridades para tomar las decisiones pertinentes ante cada emergencia, estuvo una entidad que existe desde más un siglo y que hace casi 40 años se encarga, entre otras cosas, de monitorear, evaluar y analizar las amenazas y los riesgos provenientes de sismos, volcanes y movimientos en masa: el Servicio Geológico Colombiano (SGC). Por su valiosa tarea, decidimos incluir a quienes lo conforman en esta edición especial de personajes del año.
“Este ha sido uno de los años donde han ocurrido más eventos al mismo tiempo: sismos, movimientos en masa grandes y volcanes activos”, dice John Makario Londoño, director de Geoamenzas del SGC, quien trabaja en la institución hace 35 años.
Si bien hubo muchos eventos, el mayor reto para el Servicio Geológico fue la alerta del volcán Nevado del Ruiz, que inició el 30 de marzo y duró 89 días. Durante ese tiempo, alrededor de 90 personas estuvieron monitoreando las 24 horas del día, los siete días de la semana, la actividad del Ruiz, desde el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, uno de los tres que tiene la institución.
Personal de los otros dos (Pasto y Popayán) se desplazaron hasta la capital de Caldas para apoyar a los 53 integrantes de ese observatorio. “En vez de una o dos personas que permanecen en sala diariamente, durante la alerta naranja teníamos cuatro. Fue un trabajo arduo, de mucho compromiso de todo el personal, de desgaste físico y emocional”, sostiene Lina Castaño, lideresa técnica del observatorio de Manizales, quien coordinó este trabajo, de la mano con Makario.
Ahí, dice Castaño, fue clave el trabajo del equipo de comunicaciones del SGC, quienes fueron los encargados de traducir esa información técnica que producían diariamente en el observatorio, en palabras más sencillas y apropiadas, para llegar a muchas más personas en los momentos de crisis que tuvo el volcán.
“Cuando ocurrió el cambio de actividad del volcán Nevado del Ruiz fue desafiante, pero lo más desafiante era que no sabíamos cuántos días más iba a durar en ese estado”, explica Viviana Londoño, lideresa del equipo de comunicaciones del SGC, compuesto por 13 personas, que se conformó en febrero de este año y le apostó a que la información geológica del país estuviera mucho más al alcance de la gente, pero de manera clara y sencilla.
“Teníamos una regla clave, que era escuchar a la población, y si nos estaban pidiendo información sobre cierto tema, nosotros actuábamos como ese puente entre ellos y los científicos. Por ejemplo, recreamos el mapa de amenaza volcánica en animación 3D y con división política para que las personas lo pudieran entender mejor”, sostiene Laura Campos, jefe de prensa del SGC.
Sismos y avalanchas, las otras emergencias
Si bien durante los casi tres meses de alerta naranja del Ruiz gran parte del equipo de Geoamenazas estuvo atento, este no fue el único evento que tuvieron que atender. A lo largo de todo el año hubo al menos 24 asociados a movimientos en masa (deslizamientos) y avenidas torrenciales (o avalanchas) que la institución tuvo que monitorear y analizar para que las autoridades tomaran las mejores decisiones.
Uno de esos fue el que se presentó el 17 de julio en Quetame, Cundinamarca, donde hubo una avalancha luego de que cuatro quebradas se desbordaran. “El personal que movilizamos estaba casi hasta medianoche en los puestos de mando unificado, enviándonos información para mirar si había que evacuar gente o no”, recuerda Nathalia Contreras, quien coordina el grupo de evaluación de amenaza y riesgo geológico, conformado por 50 personas.
Otro suceso que recuerda es el de Rosas, Cauca, a inicios de año. Las veredas del sector quedaron incomunicadas luego de un deslizamiento que afectó al menos a 700 personas. “Hacer la evaluación de ese movimiento en masa implicaba recorrer todo el camino en las veredas afectadas. En medio del recorrido encontrábamos a personas con sus maletas, colchones... Había muchísimo pánico. Mientras caminábamos, escuchábamos cómo se caían los bloques de suelo. El ruido era bastante aterrador”, agrega Contreras.
El trabajo del SGC en casos como este no solo es darles información a las autoridades, sino también a las comunidades, para explicarles qué pasaba. En Rosas, dice la coordinadora, muchas personas pensaban que su vereda iba a desaparecer. Gracias a la evaluación que hizo la institución para saber hasta dónde llegaba el movimiento en masa, personal del equipo les daba un parte de tranquilidad.
A estas situaciones, el 17 de agosto se sumó una más: el sismo de magnitud 6,1, a tan solo de 10 km de profundidad, que tuvo su epicentro en El Calvario, Meta, pero que se sintió en gran parte del territorio nacional, especialmente en el centro del país. “Ese sismo nos representó un poco de trabajo más difícil, porque hubo que ir a campo a mirar qué fue lo que pasó, hacer una evaluación”, sostiene Makario.
Para obtener esa información, el SGC cuenta con una red sísmica nacional compuesta de diferentes sensores. A lo largo y ancho del territorio colombiano hay instalados aproximadamente 222 sensores, en alrededor de 120 estaciones. Toda esta información es analizada por el equipo de la red sísmica, conformado por 45 personas, complementada por los observatorios vulcanológicos y sismológicos, y finalmente transmitida a los colombianos.
Más allá de las emergencias
Toda esta información que se genera en los momentos coyunturales es solo una parte del trabajo de la dirección técnica de Geoamenazas. Este equipo de científicos, además, se encarga de realizar investigaciones sobre la incidencia del uso del suelo en la generación de movimientos en masa, el inventario de qué tantos deslizamientos hay en un municipio, realizar mapas de amenaza, y monitorear los 25 volcanes activos.
El equipo es solo uno de los siete que hay en el SGC, que se encarga de hacer la cartografía básica de Colombia, de estudiar el potencial mineral del país y de analizar las fuentes alternas de energía, así como opera el único reactor nuclear que hay en el país.
A lo largo de este año Colombia enfrentó una serie de eventos geológicos que retumbaron en todo el territorio nacional: la alerta naranja del volcán Nevado del Ruiz; el sismo de 6,1 con epicentro en El Calvario, Meta, que sacudió a Bogotá y gran parte del país; la avalancha o avenida torrencial en Quetame, Cundinamarca, donde murieron 29 personas; el deslizamiento en Rosas, Cauca, entre otros. (Lea: Un colombiano hace parte de los 10 científicos que “están a punto de cambiar el mundo”)
Detrás de la información que recibieron los colombianos, y las autoridades para tomar las decisiones pertinentes ante cada emergencia, estuvo una entidad que existe desde más un siglo y que hace casi 40 años se encarga, entre otras cosas, de monitorear, evaluar y analizar las amenazas y los riesgos provenientes de sismos, volcanes y movimientos en masa: el Servicio Geológico Colombiano (SGC). Por su valiosa tarea, decidimos incluir a quienes lo conforman en esta edición especial de personajes del año.
“Este ha sido uno de los años donde han ocurrido más eventos al mismo tiempo: sismos, movimientos en masa grandes y volcanes activos”, dice John Makario Londoño, director de Geoamenzas del SGC, quien trabaja en la institución hace 35 años.
Si bien hubo muchos eventos, el mayor reto para el Servicio Geológico fue la alerta del volcán Nevado del Ruiz, que inició el 30 de marzo y duró 89 días. Durante ese tiempo, alrededor de 90 personas estuvieron monitoreando las 24 horas del día, los siete días de la semana, la actividad del Ruiz, desde el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, uno de los tres que tiene la institución.
Personal de los otros dos (Pasto y Popayán) se desplazaron hasta la capital de Caldas para apoyar a los 53 integrantes de ese observatorio. “En vez de una o dos personas que permanecen en sala diariamente, durante la alerta naranja teníamos cuatro. Fue un trabajo arduo, de mucho compromiso de todo el personal, de desgaste físico y emocional”, sostiene Lina Castaño, lideresa técnica del observatorio de Manizales, quien coordinó este trabajo, de la mano con Makario.
Ahí, dice Castaño, fue clave el trabajo del equipo de comunicaciones del SGC, quienes fueron los encargados de traducir esa información técnica que producían diariamente en el observatorio, en palabras más sencillas y apropiadas, para llegar a muchas más personas en los momentos de crisis que tuvo el volcán.
“Cuando ocurrió el cambio de actividad del volcán Nevado del Ruiz fue desafiante, pero lo más desafiante era que no sabíamos cuántos días más iba a durar en ese estado”, explica Viviana Londoño, lideresa del equipo de comunicaciones del SGC, compuesto por 13 personas, que se conformó en febrero de este año y le apostó a que la información geológica del país estuviera mucho más al alcance de la gente, pero de manera clara y sencilla.
“Teníamos una regla clave, que era escuchar a la población, y si nos estaban pidiendo información sobre cierto tema, nosotros actuábamos como ese puente entre ellos y los científicos. Por ejemplo, recreamos el mapa de amenaza volcánica en animación 3D y con división política para que las personas lo pudieran entender mejor”, sostiene Laura Campos, jefe de prensa del SGC.
Sismos y avalanchas, las otras emergencias
Si bien durante los casi tres meses de alerta naranja del Ruiz gran parte del equipo de Geoamenazas estuvo atento, este no fue el único evento que tuvieron que atender. A lo largo de todo el año hubo al menos 24 asociados a movimientos en masa (deslizamientos) y avenidas torrenciales (o avalanchas) que la institución tuvo que monitorear y analizar para que las autoridades tomaran las mejores decisiones.
Uno de esos fue el que se presentó el 17 de julio en Quetame, Cundinamarca, donde hubo una avalancha luego de que cuatro quebradas se desbordaran. “El personal que movilizamos estaba casi hasta medianoche en los puestos de mando unificado, enviándonos información para mirar si había que evacuar gente o no”, recuerda Nathalia Contreras, quien coordina el grupo de evaluación de amenaza y riesgo geológico, conformado por 50 personas.
Otro suceso que recuerda es el de Rosas, Cauca, a inicios de año. Las veredas del sector quedaron incomunicadas luego de un deslizamiento que afectó al menos a 700 personas. “Hacer la evaluación de ese movimiento en masa implicaba recorrer todo el camino en las veredas afectadas. En medio del recorrido encontrábamos a personas con sus maletas, colchones... Había muchísimo pánico. Mientras caminábamos, escuchábamos cómo se caían los bloques de suelo. El ruido era bastante aterrador”, agrega Contreras.
El trabajo del SGC en casos como este no solo es darles información a las autoridades, sino también a las comunidades, para explicarles qué pasaba. En Rosas, dice la coordinadora, muchas personas pensaban que su vereda iba a desaparecer. Gracias a la evaluación que hizo la institución para saber hasta dónde llegaba el movimiento en masa, personal del equipo les daba un parte de tranquilidad.
A estas situaciones, el 17 de agosto se sumó una más: el sismo de magnitud 6,1, a tan solo de 10 km de profundidad, que tuvo su epicentro en El Calvario, Meta, pero que se sintió en gran parte del territorio nacional, especialmente en el centro del país. “Ese sismo nos representó un poco de trabajo más difícil, porque hubo que ir a campo a mirar qué fue lo que pasó, hacer una evaluación”, sostiene Makario.
Para obtener esa información, el SGC cuenta con una red sísmica nacional compuesta de diferentes sensores. A lo largo y ancho del territorio colombiano hay instalados aproximadamente 222 sensores, en alrededor de 120 estaciones. Toda esta información es analizada por el equipo de la red sísmica, conformado por 45 personas, complementada por los observatorios vulcanológicos y sismológicos, y finalmente transmitida a los colombianos.
Más allá de las emergencias
Toda esta información que se genera en los momentos coyunturales es solo una parte del trabajo de la dirección técnica de Geoamenazas. Este equipo de científicos, además, se encarga de realizar investigaciones sobre la incidencia del uso del suelo en la generación de movimientos en masa, el inventario de qué tantos deslizamientos hay en un municipio, realizar mapas de amenaza, y monitorear los 25 volcanes activos.
El equipo es solo uno de los siete que hay en el SGC, que se encarga de hacer la cartografía básica de Colombia, de estudiar el potencial mineral del país y de analizar las fuentes alternas de energía, así como opera el único reactor nuclear que hay en el país.