El Gobierno dará $10.000 millones a investigadores para estudiar la hoja de coca
La convocatoria estará liderada por Minciencias y hace parte de un plan para desligar la hoja de coca de sus usos ilícitos y empezar a llevar vacíos en el conocimiento. Para 2025, el Gobierno tiene la meta de crear un mercado regional con productos a base de coca en alianza con Perú y Bolivia.
Fernan Fortich
Esta semana, el Ministerio de Ciencias mostró sus cartas en su idea de impulsar lo que llama la “economía legal” de la hoja de coca. El objetivo, según esta cartera, es llenar el vacío que existe en el país en términos del conocimiento académico y aplicaciones comerciales de esta planta, que ha estado prohibida en el mundo por la Convención Única sobre Estupefacientes desde hace más de 50 años.
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Esta semana, el Ministerio de Ciencias mostró sus cartas en su idea de impulsar lo que llama la “economía legal” de la hoja de coca. El objetivo, según esta cartera, es llenar el vacío que existe en el país en términos del conocimiento académico y aplicaciones comerciales de esta planta, que ha estado prohibida en el mundo por la Convención Única sobre Estupefacientes desde hace más de 50 años.
Precisamente, una de las intenciones del Gobierno Nacional es pedir a las Naciones Unidas, junto con más de 60 países, que se convoque un panel de expertos para se reconsidere la clasificación ilegal de esta planta nativa de América que se ha consolidado como una de las materias primas de uno de los principales mercados de narcotráfico (para 2023 se registraron cerca 253.000 hectáreas de estos cultivos en el país, según un informe de la ONU).
“Esta petición ya ha sido formalizada a través de los canales diplomáticos, y ha sido de buen recibo por parte del secretario general, António Guterres. A pesar de que persisten muchas posturas prohibicionistas en el mundo, no queda otro camino que la legalización y tener un mercado regulado; y para esto se necesita que la ciencia apoye estos procesos”, indicó el Canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo.
Según le dijo a El Espectador la ministra de Ciencias, Yesenia Olaya, la ciencia está preparada para hacer esa transición para aprovechar los posibles usos de esta planta.
“En los últimos diez años, según bases científicas como Scopus, se han realizado 120 investigaciones científicas sobre los usos alternativos de esta planta. Estos estudios se concentran en países como Estados Unidos, Perú y Colombia. Esto denota el interés de las comunidades científicas para analizar los componentes biomoleculares de la hoja, por su impacto en impactar diversos sectores económicos”, indicó la ministra Olaya.
Pero aún hace falta avanzar en investigaciones enfocadas en los usos alternativos, en particular en sectores como la industria alimenticia, biocombustibles, cosméticos y farmacéuticos, con el apoyo de biotecnología, nanotecnología y genómica.
Para tratar de llenar ese vacío, en una primera etapa, el Ministerio de Ciencias va a lanzar en las próximas semanas una convocatoria por cerca de $10.000 millones para que 24 proyectos en el país desarrollen investigaciones sobre biofertilizantes y, entre otros, productos alimentarios a base de hoja de coca y cannabis.
“En el 2025 lanzaremos una nueva convocatoria, en alianza con el sector Justicia, Cultura y Agricultura, para fomentar el cambio cultural a partir del uso de nuevas tecnologías y para generar un relacionamiento con Perú y Bolivia para consolidar un mercado regional con un intercambio de productos sobre la hoja de coca y sus usos lícitos”, indicó la ministra Olaya.
Los retos y preguntas en torno a la investigación de la hoja de coca
Debido al estatus que tiene la planta en la actualidad, su investigación científica presenta varias complicaciones. Así lo explica la química Elena Stashenko, directora del Centro Nacional de Investigaciones para la Agroindustrialización de Especies Vegetales y Medicinales Tropicales (CENIVAM), una institución que se dedica al cultivo mejorado de plantas con fines medicinales y cosméticos.
“La normativa nos ha obligado a estudiar a la hoja de coca en el contexto de un laboratorio o de invernaderos, y no en su entorno natural, en donde es posible conocer bien observar de manera adecuada esta planta y conocer sus potenciales que son realmente extraordinarios”, explica Stashenko, también investigadora de la Universidad Industrial del Santander (UIS).
Para mejorar esta situación, el Ministerio de Justicia reveló, a principios de noviembre, un borrador del proyecto de decreto que establece un marco regulatorio para el cultivo y uso de las hojas de coca y amapola con fines industriales, científicos y de investigación por parte de entidades públicas. Este documento de 28 páginas propone modificar el decreto 1069 de 2015 y busca regular actividades hasta ahora no contempladas relacionadas con el uso de semillas y el cultivo de estas plantas.
Con estas bases, el Gobierno Nacional espera poder potenciar la investigación en torno a las propiedades únicas de esta planta.
“Nuestra propuesta de investigación está relacionada con ver cómo ocurre esa transferencia de moléculas a otras plantas en el hábitat, y observar y entender cómo ocurre este efecto de protección a otros individuos gracias a la presencia de la planta de coca”, cuenta Stashenko, quién también indica que se debe investigar el rol para la conservación de estas plantas nativas en el continente.
Por su parte, como explica Zara Snapp, del Instituto RIA de México (dedicado a generar investigación de alto nivel e incidencia en políticas de drogas), en estos procesos “se deben considerar tanto el uso medicinal como el científico. En el caso de la hoja de coca, tenemos la oportunidad de avanzar hacia una regulación nacional que fomente su uso en ámbitos medicinales, industriales y terapéuticos, siempre con una perspectiva de justicia social y poniendo a las comunidades indígenas en el centro”.
Esto último es, precisamente, uno de los retos de la apuesta nacional: comprobar los saberes ancestrales sobre esta planta a través de la ciencia. Se trata de un proceso que, para investigadoras como Stashenko, no será nada sencillo.
“Se necesita un emulsificante que permitan hacer esa mezcla necesaria, justa y estable para avanzar en este campo, pues siempre se siente las diferencias y hay un recelo de las comunidades de que hay una suerte de extractivismo del conocimiento, por lo que hay que desarrollar procesos para incluirlas y mezclar ambos saberes”, indica la investigadora.
“La ciencia no puede hacerse a espaldas de las comunidades”, añade la ministra Olaya. “Lo que hemos hecho es ampliar los ecosistemas de investigación, para que los centros de investigación trabajen con las comunidades, que tienen una experiencia histórica generando productos. Lo que buscamos es potenciar estos procesos con nuevas tecnologías, y fortalecer lo que ya está ocurriendo en las regiones”.
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