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                                                                                                                                El hombre que salvó al mundo y luego lo envenenó (Parte I)

                                                                                                                                Esta es la historia de Fritz Haber, el científico que salvó al mundo de las peores hambrunas aunque pocos recuerden su nombre. Por supuesto todo tiene un precio.

                                                                                                                                Juan Diego Soler

                                                                                                                                Fritz Haber, científico alemán de origen judío. / Wikipedia
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esta temible predicción, aún relevante en nuestros días, parecía materializarse hacia mediados del siglo XIX cuando múltiples hambrunas cobraron la vida de cientos de miles de personas en Irlanda, Suecia, Turquía y otras regiones de Europa y Asia. Pero a comienzos del siglo XX, en medio del oscuro panorama apareció una solución, no en el plan de un carismático político o en una respuesta colectiva de la sociedad. La solución salió de un laboratorio de química y del ingenio de un orgulloso científico alemán de origen judío, Fritz Haber.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El nitrógeno es un elemento fundamental para el desarrollo de la vida en la Tierra. Está en las proteinas que forman las células de los seres vivos y constituye parte fundamental de su metabolismo, incluyendo los ácidos nucleicos a través de los cuales se transmite la información genética. Pero a pesar de que el nitrógeno forma casi el 80 por ciento de nuestra atmósfera, los seres vivos no pueden obtenerlo directamente del aire sino que lo adquieren a través de moléculas que puede absorber y procesar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Pero todo el nitrógeno acumulado en el guano de las islas Chincha o en el salitre del desierto de Atacama es poco comparado con la gran cantidad que flota invisible en el aire a nuestro alrededor.

                                                                                                                                En 1905, Haber publicó un libro en donde describe el proceso para producir amoniaco. Pero este proceso, que involucra muy altas temperaturas y el uso de un metal para favorecer la reacción (catalizador), era apenas un bosquejo. Si Haber quería convencer a su colegas de la viabilidad de la producción artificial de amoniaco, iba a tener que demostrarlo personalmente. Esa fue la tarea a la que se dedicó durante los siguientes años.

                                                                                                                                El 3 de julio de 1909, en un tubo de 75 centímetros de alto y 13 centímetros de diametro, Fritz Haber sintetizó por primera vez amoniaco artificialmente durante cinco horas seguidas. Para llevar este experimento a escala industrial y enfrentar la demanda de la agricultura mundial contó con la ayuda del también químico Carl Bosch. Juntos diseñaron lo que ahora se conoce como el proceso Haber-Bosch.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Pero el mundo en que nacía la invención de Haber se precipitaba rápidamente hacia la confrontación. El mismo proceso que constituía una esperanza para la agricultura mundial y para la subsistencia de millones de personas también podía transformarse en una terrible herramienta de destrucción. Y eso fue precisamente lo que sucedió...

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El hombre que salvó al mundo y luego lo envenenó (Parte III)


                                                                                                                                 

                                                                                                                                Fritz Haber, científico alemán de origen judío. / Wikipedia
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esta temible predicción, aún relevante en nuestros días, parecía materializarse hacia mediados del siglo XIX cuando múltiples hambrunas cobraron la vida de cientos de miles de personas en Irlanda, Suecia, Turquía y otras regiones de Europa y Asia. Pero a comienzos del siglo XX, en medio del oscuro panorama apareció una solución, no en el plan de un carismático político o en una respuesta colectiva de la sociedad. La solución salió de un laboratorio de química y del ingenio de un orgulloso científico alemán de origen judío, Fritz Haber.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El nitrógeno es un elemento fundamental para el desarrollo de la vida en la Tierra. Está en las proteinas que forman las células de los seres vivos y constituye parte fundamental de su metabolismo, incluyendo los ácidos nucleicos a través de los cuales se transmite la información genética. Pero a pesar de que el nitrógeno forma casi el 80 por ciento de nuestra atmósfera, los seres vivos no pueden obtenerlo directamente del aire sino que lo adquieren a través de moléculas que puede absorber y procesar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Pero todo el nitrógeno acumulado en el guano de las islas Chincha o en el salitre del desierto de Atacama es poco comparado con la gran cantidad que flota invisible en el aire a nuestro alrededor.

                                                                                                                                En 1905, Haber publicó un libro en donde describe el proceso para producir amoniaco. Pero este proceso, que involucra muy altas temperaturas y el uso de un metal para favorecer la reacción (catalizador), era apenas un bosquejo. Si Haber quería convencer a su colegas de la viabilidad de la producción artificial de amoniaco, iba a tener que demostrarlo personalmente. Esa fue la tarea a la que se dedicó durante los siguientes años.

                                                                                                                                El 3 de julio de 1909, en un tubo de 75 centímetros de alto y 13 centímetros de diametro, Fritz Haber sintetizó por primera vez amoniaco artificialmente durante cinco horas seguidas. Para llevar este experimento a escala industrial y enfrentar la demanda de la agricultura mundial contó con la ayuda del también químico Carl Bosch. Juntos diseñaron lo que ahora se conoce como el proceso Haber-Bosch.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Pero el mundo en que nacía la invención de Haber se precipitaba rápidamente hacia la confrontación. El mismo proceso que constituía una esperanza para la agricultura mundial y para la subsistencia de millones de personas también podía transformarse en una terrible herramienta de destrucción. Y eso fue precisamente lo que sucedió...

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El hombre que salvó al mundo y luego lo envenenó (Parte III)


                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Juan Diego Soler

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