El Minciencias y el malestar por su poca atención a las ciencias básicas
Luego de que se publicara una de las convocatorias más esperadas por la comunidad científica, varios investigadores reprocharon que, desde la cartera que dirige Yesenia Olaya, no hubiese más recursos para área que nos permitió obtener el primer antibiótico o acceder a un GPS en nuestro celular.
Sergio Silva Numa
El pasado 8 de julio, gran parte de la comunidad científica del país recibió una noticia que llevaba esperando durante meses. El Ministerio de Ciencias, encabezado por Yesenia Olaya, anunció la apertura de una tanda de seis convocatorias para los investigadores de Colombia. Entre todas, sumaban $927 mil millones, que estarían disponibles para financiar proyectos de Ciencia, Tecnología e Innovación. En un país en el que ese ministerio siempre ha estado en la cola del presupuesto, esa plata es lo más parecido a encontrarse una botella de agua en el desierto.
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El pasado 8 de julio, gran parte de la comunidad científica del país recibió una noticia que llevaba esperando durante meses. El Ministerio de Ciencias, encabezado por Yesenia Olaya, anunció la apertura de una tanda de seis convocatorias para los investigadores de Colombia. Entre todas, sumaban $927 mil millones, que estarían disponibles para financiar proyectos de Ciencia, Tecnología e Innovación. En un país en el que ese ministerio siempre ha estado en la cola del presupuesto, esa plata es lo más parecido a encontrarse una botella de agua en el desierto.
Así que después de haberse enterado de que esa cartera debía funcionar en el 2024 con la cantidad más baja de recursos en los últimos 15 años (0,01% del PIB), a muchos científicos les cayó bien la noticia. Venían disgustados por la tardanza del Minciencias en abrir aquellas convocatorias, como se lo hicieron saber a Olaya los Vicerrectores de Investigación del Sistema Universitario Estatal los primeros días de junio en una carta, pero más de uno sonrió al ver que habría chance de aplicar a ese dinero con un proyecto de ciencia. Empezaron, entonces, a prepararse para comenzar los “juegos del hambre en la ciencia colombiana”, como las llama en broma Christian Sarmiento Cano, PhD en Física y profesor de la Escuela de Física de la Universidad Industrial de Santander (UIS).
Aquí la carta de los vicerrectores:
A Sarmiento no le duró mucho la alegría. Al darle una mirada a los documentos donde detallan los términos de las convocatorias, empezó a decepcionarse. Lo mismo le pasó a la profesora Natalia Pabón Mora, PhD en Biología por The City University of New York y quien coordina el grupo de Investigación de evolución y desarrollo en plantas de la Universidad de Antioquia. Su descontento lo sintetizó en varios tuits una semana después.
“No hay una sola convocatoria en el Ministerio de Ciencias para ciencias. Las convocatorias son energías limpias, soberanía alimentaria, convergencia regional y ordenamiento territorial, paz, y servicios ecosistémicos. Los saberes locales, territoriales y ancestrales”, anotó en uno. “No hay nada para grupos de investigación en ciencias básicas en las universidades del país. NADA. Las convocatorias acaban con todos los esfuerzos de años de nuestros grupos para tener líneas de investigación en Colombia”, escribió en otro trino.
Poco a poco, se sumaron más voces de profesores. Desde que el año pasado se anunció el Plan Bienal del gobierno para repartir a grupos de investigación ese dinero (que proviene de las regalías que deja la explotación minera o de hidrocarburos) que, en total, suma $2,9 billones, habían estado esperando con ansias cada convocatoria. Pero lo que sucedió, cuenta desde Cali, César Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad del Valle, es que “nos llevamos una gran sorpresa: No había nada para las ciencias básicas. Lo que veo son proyectos que pueden resolverse con políticas públicas, pero nada para las ciencias básicas, que son absolutamente fundamentales”.
La ministra Yesenia Olaya le salió al paso a esas críticas y en su Twitter les recordó a esos profesores, entre los que también estaba el físico Jairo Alexis López, exdecano de la facultad de Ciencias de la U. Nacional, que esas seis convocatorias “habían sido construidas con representantes de universidades, centros de investigación, sociedad civil” y miembros del órgano que evalúa y aprueba esos proyectos (el OCAD del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación). También les repitió lo que ya ha dicho en diversos escenarios: que los temas elegidos responden a “la búsqueda de soluciones científicas para los problemas del país (...) El Gobierno del Cambio ha fortalecido el ecosistema científico colombiano”.
Otra de cosas que recordó Olaya a sus críticos fue que ya habían abierto dos convocatorias enfocadas a las áreas que ellos solicitaban. Una llamada de “Ciencias básicas o del espacio” e identificada con el número 36. Otra para “Investigación fundamental” (No. 937). La primera había cerrado en abril y la segunda los primeros días de junio.
Pero, nuevamente, su explicación no cayó muy bien. “Qué irrespeto. Esa convocatoria 36 de ciencias básicas está disfrazada. Los temas que promueven no son de ciencias básicas”, replica la profesora Pabón desde Madrid, donde se encuentra participando en el Congreso Mundial de Botánica.
A lo que se refiere es a que, a su parecer, el título de esa convocatoria va por un lado y el contenido por otro. Aunque el documento señala que está dirigida a áreas de conocimiento que hacen parte de ese grupo (Ciencias Biológicas, Químicas o Físicas), las demandas territoriales que pide atender no siempre comulgan con lo que son las ciencias básicas.
Entre ellas están, por ejemplo, “aprovechar el conocimiento ancestral y tradicional para la preservación, conservación, uso, manejo sostenible de la biodiversidad”, en el Amazonas, o “Desarrollar al menos una iniciativa de Ciencia, Tecnología e Innovación que permita mejorar la oferta de los servicios de alta complejidad en salud”, en Risaralda. “Hay otras que buscan “poner fin a todas las formas de violencia en Colombia”, “Asegurar el uso de energía sostenible” y “garantizar la soberanía alimentaria”.
“Es que la leo y la leo y no veo que esté dirigida a ciencias básicas”, insiste Pabón. “Por supuesto que todos estamos de acuerdo en que absolutamente toda la población tenga acceso a agua potable, pero, ¿es el Ministerio de Ciencias el que debe resolver esa necesidad?”, se pregunta.
“De verdad que nosotros nos esforzamos por ajustarnos siempre a los términos de las convocatorias para participar con un buen proyecto que esté relacionado con ciencias del espacio, pero la ponen muy, muy difícil”, reitera Sarmiento, de la UIS. Algo similar piensa su colega Luis Núñez, también profesor de la Escuela de Física, a quien no le suena la idea de que en una misma convocatoria mezclen áreas consolidadas en Colombia, como ciencias de la salud, con lo que él llama áreas emergentes como la astronomía.
Dicho en palabras de Jairo Alexis López, de la U. Nacional, “es difícil hacer ciencia básica si imponemos sesgos desde el inicio. Debería haber convocatorias más amplias. Así no funciona la ciencia; no toda investigación es para aplicarla al poco tiempo. ¿Dónde quedan, entonces, las matemáticas? ¿O quién se encargará de la Inteligencia Artificial? ¿O yo, que hago física de partículas, cómo aplico? Lo intentamos, pero no es fácil hacerle trampa al sistema”.
Para esa convocatoria de “Ciencias básicas y del espacio” se destinaron $365 mil millones. Al final seleccionaron 103 proyectos, aunque es difícil saber cuáles fueron los ganadores, pues Minciencias no suele publicar los nombres. “A mí sí me gustaría saber a quiénes financian y conocer las propuestas. Es un ejercicio de transparencia”, reclama Valenzuela, de la Univalle.
A él, le gustaría, especialmente, conocer quienes resultaron beneficiados con la convocatoria de Investigación Fundamental (la 937), que busca entender cómo funciona la naturaleza sin que sus resultados, necesariamente, desemboquen en una aplicación en el corto o mediano plazo. En una carta que espera enviarle a Olaya, le solicita que revisen cómo están asignando los recursos, pues cree que “no se distribuyeron de manera proporcional entre las diferentes áreas del conocimiento”.
Según sus cálculos, de 97 propuestas elegibles en Ciencias Naturales, 98 en Ciencias Médicas, 74 en Ciencias Sociales y 8 en Humanidades, fueron seleccionadas 4 de cada área para ser financiadas; es decir, el 4% de Ciencias Naturales, el 4% de Ciencias Médicas, el 5% de Ciencias Sociales y el 50% de Humanidades.
El abogado Carlos Guerrero Montenegro, delegado del Minciencias como secretario técnico del OCAD, explica, por un lado, que la manera como el ministerio presenta los grupos beneficiados de las convocatorias en su página web es la misma como siempre lo ha hecho esa cartera (incluso, en gobiernos anteriores), pero están abiertos a evaluar otra forma de mostrarla.
También dice que todas las convocatorias han sido estructuradas con base a un ejercicio robusto que se llevó a cabo en diferentes regiones, en compañía del Departamento Nacional de Planeación, y que “buscan impactar a las necesidades del territorio nacional. No estamos excluyendo a ningún actor del sistema”.
Jairo Torres, presidente del Sistema Universitario Estatal e integrante del OCAD, tampoco cree que haya enfoques sesgados. Dice, además, que esta vez buscaban que la “ciencia tuviera pertinencia y generara impacto” en las regiones de Colombia, para que “no solo se quedara en artículos científicos”. A su parecer, esta es una oportunidad para que tengan cabida propuestas de universidades más chicas, como de la que él es rector (Unicórdoba), para que no siempre “queden los recursos en manos de la Unal, U. del Valle o la U. de Antioquia”.
Inclusión, poco tiempo y… ¿corrupción?
No todos creen que el Minciencias, para tomar sus decisiones, haya escuchado a todos los actores que forman parte del ecosistema científico. Entre ellos, está el químico Fánor Mondragón, miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales e investigador emérito de Minciencias. Dice que desde la cartera de Yesenia Olaya no han consultado la Academia. “Seguimos en lo mismo de los últimos 60 años; no existe una prospectiva de largo plazo para la ciencia en Colombia”, señala.
Algo similar creen algunos vicerrectores de universidades colombianas. Fáber Giraldo, vicerrector de Investigaciones la Universidad del Quindío es uno de ellos: “El Ministerio no nos escucha, no atiende las sugerencias que le hacemos desde el sistema de investigación asociado a las universidades. Hemos tenido una relación muy tensa”.
Daniel Alfonso Sierra, vicerrector académico de la UIS, confirma que tiene la misma percepción. “En estos años la gestión de política de ciencia y tecnología no se ha visto impactada de manera positiva”, añade.
“Yo lo que veo es que el Ministerio de Ciencias tiene la pirámide invertida. Debería construir con la base, donde está la comunidad de investigadores y los grupos de investigación que pueden ayudar a llevar la ciencia a muchas regiones. Así se pueden mejorar las capacidades donde no las hay; podemos ayudarnos entre regiones”, señala Guillermo Alfonso Parra, vicerrector de Ciencia, tecnología e innovación de la Universidad Antonio Nariño.
El director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Universidades, Óscar Domínguez, cuenta, por su parte, que ha visto un ministerio que ha estado abierto al diálogo, pero se ha encontrado con un inconveniente que ha dificultado el trabajo: “Ha habido una rotación muy alta en los equipos del Minciencias. Llegamos a un acuerdo con un director de área, pero luego renuncian y es difícil darle continuidad a esa conversación”.
Uno de los últimos diálogos que tuvo la ministra Olaya con los vicerrectores fue el viernes 19 de julio. A Parra le sorprendió que en esa reunión Olaya dijera que los retrasos que ha habido en las convocatorias se deban a “problemas de corrupción interna”.
“A mí me quedó una gran desazón, luego de que explicara los retrasos y las salidas de algunos funcionarios por temas de corrupción”, comenta otro vicerrector que estuvo en la reunión, pero prefiere no ser mencionado con nombre propio.
De hecho, Jairo Torres, presidente del Sistema Universitario Estatal e integrante del OCAD, explica que una de las razones de la tardanza para publicar las convocatorias de las regalías tuvo que ver con que la ministra Olaya había dicho que “debía ordenar la casa porque había poca transparencia”.
Al preguntar al Minciencias sobre esos casos, Carlos Guerrero Montenegro indica que no ha habido ninguna sospecha de corrupción, realmente. Él reconoce que ha habido demoras en las convocatorias, pero recuerda que solo les hace falta sacar una de las 11 que prometieron y que ese dinero está garantizado para los proyectos. No hay ningún riesgo, dice, de que la plata sea usada para otros fines. Solo desde Presidencia podrían tomar esa decisión, algo que ya sucedió en el gobierno de Juan Manual Santos, cuando le echaron mano a los recursos de Ciencia para construir vías.
Lo que sí reconoce Montenegro es que en la última tanda de convocatorias hay un tiempo estrecho para presentar los proyectos (6 de septiembre), pero cree que se puede estudiar la posibilidad de ampliar el plazo. De hecho, todos los investigadores con los que conversamos están de acuerdo en que es sumamente difícil construir proyectos en ese lapso, especialmente cuando les piden formar alianzas con una gran diversidad de actores.
Para aplicar a algunas de las últimas convocatorias, por ejemplo, deben reunir, al menos, dos instituciones de Educación Superior; tres entidades territoriales; una entidad u organización dependiente o autónoma con reconocimiento vigente por el Ministerio de Ciencias; un actor que agremie o agrupe empresas y tres organizaciones de sociedad civil.
“Es casi imposible lograr eso en dos meses”, cuenta Pabón de la U. de Antioquia. “Esta vez no vamos a aplicar. Solo construir el proyecto requiere que unas cuatro o cinco personas trabajen en él tiempo completo, para que, al final, no haya posibilidad. ¿No sería mejor que, en vez, de financiar pocos proyectos de $15 mil millones o $20 mil millones, distribuyan mejor esos recursos entre muchos grupos de investigación de todas las áreas?”, se pregunta Sarmiento, de la UIS.
¿Para qué las ciencias básicas?
En su libro El mundo y sus demonios (1995), Carl Sagan describe bien la importancia de las ciencias básicas. Gracias a ellas, escribe, se hicieron descubrimientos en los que los científicos tuvieron la oportunidad de explorar lo que en su opinión, bajo el escrutinio de sus colegas, eran cuestiones básicas de la naturaleza. “A algunos de ellos les debemos la vida”, recuerda, en aplicaciones que a veces tardaron décadas o siglos en llegar.
La lista es larga: “Marie Curie no pensaba en la terapia para el cáncer cuando extrajo laboriosamente cantidades mínimas de radio de toneladas de pechblenda”. O Alexander Fleming tampoco “planeaba salvar la vida de millones de personas con los antibióticos cuando observó un círculo libre de bacterias alrededor de un brote de moho”, una investigación que cambió para siempre el curso de la medicina. Quienes han hecho ciencias básicas suelen mencionar otro ejemplo muy popular: gracias a los aportes de Einstein hoy tenemos un GPS en el bolsillo que nos permite transitar con facilidad cualquier ciudad o calcular el tiempo y las distancias con Google Maps o Waze.
La profesora Pabón pide pensar en preguntas que hoy inquietan a algunos de sus colegas botánicos y que las ciencias básicas podrían ayudar a resolver: “¿Cómo están respondiendo las plantas de ciertos ecosistemas colombianos al cambio climático? ¿Qué puede pasar con los páramos en 20 años?”
Para ponerlo en términos de la última Misión de Sabios (2019), estas ciencias, en las que pedían más inversión, “corresponden a áreas del conocimiento que no están condicionadas a una aplicación en particular en el corto o mediano plazo y cuyo quehacer disciplinar radica en el aporte y extensión de la frontera del conocimiento”. Otra de sus recomendaciones era que la inversión en Ciencia alcanzara, al menos, el 2% del PIB, una meta que nunca se ha cumplido.
Mónica Salazar, directora de Technopolis Gruop Colombia y exdirectora del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, ha visto por varios años cómo avanza a ritmo lento el sistema de ciencia en el país. Recuerda cómo cada 4 años cambian el enfoque y los objetivos. Cree que no está mal que haya nuevos focos y nuevas miradas sobre la ciencia, pero entiende bien el disgusto de quienes hoy están reclamando.
A sus ojos, no está bien que en un sector en el que “ha costado muchísimo construir capacidades y consolidar una comunidad científica” se apoyen unas áreas y se deje de respaldar otras. “Como somos un país en el que no hemos tenido grandes recursos para invertir en ciencias y el ministerio es el principal financiador, es normal el malestar. El riesgo es que haya una destrucción de capacidades, una fuga de cerebros o se cierren centros o institutos de investigación”.
El punto, para Salazar, es encontrar un equilibrio en el que haya recursos tanto para ciencias básicas como para ciencias sociales, teniendo en cuenta que no es igual de costoso hacer, por decir algo, biología molecular que una Investigación Acción Participativa. Después de todo, aunque la mayor parte de investigadores en Colombia pertenecen a las Ciencias Sociales (12.700), también hay una buena cantidad en otras áreas del conocimiento. Esta tabla, tomada del último informe del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, sintetiza esos datos:
Pero destinar recursos a las regiones a las que usualmente no les han llegado los recursos para hacer ciencia, no basta para impulsar la ciencia en aquellos territorios donde no hay capacidades, asegura Salazar. Hay, por lo menos, que plantearse proyectos a largo plazo que “formen profesionales, creen capacidades institucionales y sostengan el financiamiento”.
¿Hay con este Gobierno ese equilibrio entre las diversas áreas del conocimiento? Núñez, Sarmiento, López, Pabón y Gabriela Delgado, vicedecana Académica de la Faculta de Ciencias, creen que no. “Y para nosotros es indispensable que nos permitan participar”, afirma Delgado.
En su libro, Sagan recordaba un fenómeno al que las ciencias básicas se estaban enfrentando en todo el mundo y continuarían haciéndolo. Escribía que “hay un punto de vista creciente de libre mercado del conocimiento humano, según el cual la investigación básica debería competir sin el apoyo del gobierno con todas las demás instituciones y demandantes de la sociedad”. Más adelante se hacía una pregunta que no ha perdido validez: “si las fuerzas de mercado están centradas solo en el beneficio a corto plazo, ¿no equivale esta solución a abandonar la investigación básica?”
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