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El banco de semillas que salvaguarda las colecciones de frijol, yuca (mandioca) y forrajes tropicales más grandes del mundo abrirá este martes 15 sus nuevas instalaciones en las afueras de Cali, Colombia. (Lea Llámame frijolero)
El flamante edificio de Semillas del Futuro reemplaza al predio originalmente diseñado para otros fines en los años setenta, y que hasta hoy alberga 67.000 ejemplares. (Lea Los colombianos que trabajan a -18 °C para conservar semillas)
Con materiales amigables para el entorno, uso eficiente de la energía y ventilación natural, este banco de germoplasma (término que designa la diversidad genética de especies de interés para la agricultura) ampliará así su capacidad a 250.000 semillas.
Bajo la plataforma global CGIAR (siglas en inglés del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional), que en nuestra región incluye a los bancos de papa, camote, raíces y tubérculos andinos (Perú), y maíz y trigo (México), resulta una contribución clave a la preservación de recursos en casos de hambrunas, guerras y eventos climáticos extremos en cualquier parte del mundo.
Cada sector estará dedicado a un método de preservación: en campo (los cultivos se propagan de manera vegetativa, por ejemplo, mediante estacas), in vitro (con plántulas en tubos de ensayo), semillas y crioconservación en nitrógeno líquido, donde el material puede durar cientos de años.
Preservar los cultivos y desarrollar variedades para enfrentar la crisis ambiental y la demanda creciente de alimentos resulta imprescindible para garantizar la seguridad alimentaria.
Ese concepto “no sólo abarca las calorías suficientes para vivir, sino también la calidad de los alimentos”, explica por teléfono a SciDev.Net Mark Lundy, director de investigación para el Entorno Alimentario y Comportamiento del Consumidor de la Alianza CIAT-Bioversity International, que administra el banco caleño.
“También se relaciona a la disponibilidad de micronutrientes (vitaminas), al buen funcionamiento del organismo y a la protección ante el sobre consumo”, agrega.
Un resguardo ante la crisis
Sólo durante el siglo XX, la deforestación, la contaminación y el cambio climático llevaron a la pérdida del 75 por ciento de la diversidad de cultivos. Un tercio de la que aún queda corre riesgo de desaparecer para 2050, advierten diversos estudios.
En este contexto, los bancos de germoplasma cobran cada vez más importancia.
A fines de 1998, cuando el huracán Mitch destruyó el 70 por ciento de los cultivos en Honduras y Nicaragua, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) preservaba las variedades de frijol perdidas. Gracias a ello, los agricultores lograron recuperar su producción y restablecer la diversidad de cultivos.
Además de conservar las colecciones existentes, Semillas del Futuro prevé añadir otras de cultivos subutilizados como la arracacha, un tubérculo andino, y de importancia económica para la región, como el cacao.
También funcionará como “biblioteca genética”: al contener una combinación única de genes, cada colección representa la “materia prima” para el mejoramiento de los cultivos, ya sea en cuanto a su productividad, contenido nutritivo, resistencia a plagas o sequías, que estará a disposición de mejoradores, investigadores y agricultores de cualquier parte del mundo.
“Es una oportunidad de compartir conocimientos para formar una comunidad de práctica” en América Latina, se entusiasma Peter Wenzl, líder del programa de Recursos Genéticos del banco, que busca mejorar los métodos de detección de patógenos o virus que puedan dañar las colecciones.
En un país con la diversidad topográfica y botánica de Colombia, muchas especies potencialmente nutritivas aún no han sido estudiadas. Y lo mismo ocurre en otros países de la región.
“La quinoa es un cultivo ancestral pero no tenía tanta salida comercial recuerda Lundy. En los últimos años, al redescubrirse sus cualidades, se dio un boom global. Muchas especies de granos andinos y frutales también podrían ser súperalimentos”.
Desafíos para la región
“Cada comunidad selecciona los cultivos de acuerdo a sus preferencias, y así van generándose distintas combinaciones de genes”, explica Iris Peralta, investigadora del Conicet y profesora de Botánica de la Universidad Nacional de Cuyo, en Argentina.
Esa variabilidad posibilita que frente a eventos adversos puedan elegirse marcadores genéticos resistentes, garantizar la continuidad de una especie y, con ella, la subsistencia de quienes dependen de sus cultivos.
Por otra parte, también existen reservorios nacionales, como la Red de Bancos de Germoplasma del INTA argentino o el banco genético de Embrapa, la empresa brasileña de investigación agropecuaria.
En el caso de los bancos que pertenecen a universidades o instituciones privadas, el desafío es la conservación a largo plazo, agrega Peralta.
Pero no solamente se trata de almacenar las semillas; también es necesario fortalecer el conocimiento asociado a su manejo.
“El mayor drama de nuestra región advierte la experta es la erosión cultural, que conlleva una erosión genética”. En sus diversos recorridos por los pueblos del subcontinente, ella misma ha verificado cómo, cuando mueren los ancianos, se trunca la transmisión de sus saberes sobre germoplasma, ya sea por el éxodo o por el desinterés de las generaciones siguientes.
Para revertir esa tendencia, “es importante afianzar a las comunidades locales, como se hizo en Cusco con el Parque de la Papa”, un entorno administrado por cinco grupos indígenas que ofrecen experiencias de aprendizaje horizontal sobre conocimientos tradicionales y seguridad alimentaria.
Sólo con iniciativas que empoderen a todos los sectores sociales, muy especialmente a los jóvenes, concluye, se preservarán el sustento y la biodiversidad para el futuro de la humanidad.