El plan que tienen los científicos para prevenir pandemias futuras
Los autores proponen una hoja de ruta para reducir la transmisión de patógenos de la vida silvestre a los humanos y otros animales a partir de una estrategia de conservación y restauración de la naturaleza.
Después de la pandemia de covid-19, reducir el riesgo de futuras emergencias de ese tipo se ha convertido en uno de los objetivos más apremiantes del mundo. En la actualidad, dice un grupo de investigadores en un artículo publicado en Nature, la mayor parte de la atención y los fondos se asignan a la mitigación cuando un patógeno ya está circulando en humanos, priorizando la detección de brotes y las contramedidas médicas, como vacunas y terapias; sin embargo, se ha dejado a un lado la prevención primaria, “definida como la reducción de la probabilidad de que un patógeno se transmita desde su huésped animal a los humanos”.
Dado que hacer una vacuna, por ejemplo, requiere tiempo y mucho dinero, los científicos creen que la prevención es la opción esencial para lograr una protección “eficiente, equitativa y rentable contra las enfermedades”. Pero, ¿cómo se previene una pandemia? En su artículo, los investigadores señalan que para prevenir eficazmente las pandemias hay que reconocer dos puntos claves: en primer lugar, las pandemias suelen originarse cuando un microorganismo infecta a un animal salvaje en su entorno natural.
En segundo lugar, el cambio en el uso de la tierra causado por actividades humanas a menudo desencadena estos eventos, como el comercio de vida silvestre u otras actividades que facilitan la transmisión de microorganismos de animales salvajes a humanos. Los científicos sugieren entonces que a medida que el cambio en el uso de la tierra se vuelva más intenso y extenso, aumentará el riesgo de brotes zoonóticos, así como de epidemias y pandemias futuras. Por ende, “diseñar estrategias de conservación y gestión de la tierra para limitar explícitamente los efectos de contagio es fundamental para afrontar el desafío de la prevención de pandemias a escala global”. (Puede ver: Hallan fósil de anfibio de 270 millones de años)
Los autores proponen una hoja de ruta para reducir la transmisión de patógenos de la vida silvestre a los humanos y otros animales a partir de una estrategia de conservación y restauración de la naturaleza. Antes de explicar las medidas, los investigadores explican que para que los virus pueden transmitirse de animales a humanos tienen que superar varias barreras. Estas barreras incluyen cómo están distribuidos los animales, la capacidad de defensa de los animales, cómo los humanos entran en contacto con el virus, la facilidad con la que el virus puede infectar a los humanos y la rapidez con la que se puede propagar entre las personas.
Las pandemias no suceden muy a menudo porque estas barreras son difíciles de superar. Pero algo sucediendo con un par de esas barreras. Los científicos explican que históricamente, los animales portadores de virus y las grandes poblaciones humanas vivían más separados. Sin embargo, el cambio en la forma en que se usa la tierra está provocando dos cosas: en primer lugar, cambios en el comportamiento de los animales, que incluye cómo se mueven y utilizan el espacio, así como los niveles de energía y estrés que experimentan. Estos cambios pueden influir en la capacidad de los virus para infectar y propagarse en los animales.
El cambio en el uso de la tierra también puede llevar a comportamientos humanos nuevos o diferentes que aumenten la exposición a los virus. Partiendo de esto, entonces, los científicos centran las contramedidas ecológicas en murciélagos, “ya que varias epidemias y pandemias importantes (por ejemplo, las causadas por el SARS-CoV-2, el virus del Ébola, el SARS-CoV-1, el MERS-CoV y el virus Nipah) tienen un origen evolutivo en los murciélagos (pero en particular, no causan enfermedades en los murciélagos reservorios)”. Sin embargo, dichas medidas, agregan, se pueden replicar en otros taxones hospedantes (grupos de organismos que pueden servir como hospederos que pueden ser portadores de virus y patógenos).
Las contramedidas que proponen los científicos se centran en acciones que protegen y restauran el hábitat de la vida silvestre o mitigan las interacciones entre la vida silvestre y los humanos para reducir el riesgo de derrame de patógenos. “Estas medidas están diseñadas estratégicamente para aumentar la resiliencia de las poblaciones hospedadoras de reservorios, reducir el estrés y la probabilidad de diseminación viral, prevenir cambios distributivos y proteger a las comunidades humanas vulnerables”, escriben en el artículo.
Esas estrategias se basan en el uso de la tierra: “En nuestra opinión, la estrategia más eficaz para reducir la probabilidad de otra pandemia es preservar los ecosistemas intactos y reforzar su resiliencia mediante la restauración y la creación de zonas de amortiguamiento”. El principal énfasis debería ser, dicen, mantener y mejorar la integridad y la resiliencia de los paisajes. (Puede ver :Miradas ecológicas a “La Vorágine”)
En esa línea, hay varias estrategias que proponen. En primer lugar, aseguran que la calidad de las áreas de alimentación afecta la salud de los animales y la probabilidad de que los humanos se contagien de enfermedades transmitidas por ellos. Entonces, proponen que en áreas naturales es importante conservar los ecosistemas para proteger a los animales y prevenir la transmisión de enfermedades.
En las áreas degradadas, los científicos proponen enfocarse en restaurar y conectar fuentes de alimentos clave para los animales durante tiempos difíciles y etapas de alta demanda de energía. Finalmente, en las áreas donde los humanos y los animales conviven se deben separar a los animales de las personas y preservar sus recursos alimenticios sin aumentar el contacto con las poblaciones humanas; y en las áreas urbanas planificar y restringir el acceso humano para evitar la invasión de hábitats de vida silvestre y proteger los recursos alimenticios de los murciélagos. (Puede ver: Se disparó el consumo de agua en Bogotá)
Proteger el lugar donde se posan los murciélagos (porque el estudio se centra en ellos, pero se puede extender a otras especies) es crucial para su bienestar y para prevenir la propagación de enfermedades. Los investigadores señalan que es importante proteger los refugios (los sitios donde los murciélagos duermen, se refugian, se aparean y crían a sus crías) para evitar perturbaciones y persecuciones que causen estrés a los murciélagos, debilitando sus defensas inmunológicas y aumentando el riesgo de contacto con humanos.
Esa protección implica establecer zonas de protección alrededor de ellos y posiblemente instalar barreras físicas para limitar el acceso humano. Finalmente, proteger a las personas en riesgo es una medida crucial para reducir la exposición a patógenos transmitidos por murciélagos u otros reservorios. Los investigadores señalan que para las comunidades que dependen de actividades como la recolección de guano, el turismo o el consumo de vida silvestre asociado a los murciélagos, es esencial adoptar prácticas seguras.
Esto último puede incluir medidas como restringir y regular el comercio de murciélagos, prevenir el contacto entre murciélagos y animales de granja, y tomar medidas para evitar la contaminación de alimentos por parte de los murciélagos. Los autores del estudio concluyen: “La actual confluencia de voluntad política, recursos y evidencia científica para la prevención primaria de pandemias brinda la oportunidad de incorporar contramedidas ecológicas en múltiples marcos políticos. Estas contramedidas pueden ayudar a prevenir pandemias, en parte, protegiendo y restaurando la naturaleza en todo el mundo”.
Después de la pandemia de covid-19, reducir el riesgo de futuras emergencias de ese tipo se ha convertido en uno de los objetivos más apremiantes del mundo. En la actualidad, dice un grupo de investigadores en un artículo publicado en Nature, la mayor parte de la atención y los fondos se asignan a la mitigación cuando un patógeno ya está circulando en humanos, priorizando la detección de brotes y las contramedidas médicas, como vacunas y terapias; sin embargo, se ha dejado a un lado la prevención primaria, “definida como la reducción de la probabilidad de que un patógeno se transmita desde su huésped animal a los humanos”.
Dado que hacer una vacuna, por ejemplo, requiere tiempo y mucho dinero, los científicos creen que la prevención es la opción esencial para lograr una protección “eficiente, equitativa y rentable contra las enfermedades”. Pero, ¿cómo se previene una pandemia? En su artículo, los investigadores señalan que para prevenir eficazmente las pandemias hay que reconocer dos puntos claves: en primer lugar, las pandemias suelen originarse cuando un microorganismo infecta a un animal salvaje en su entorno natural.
En segundo lugar, el cambio en el uso de la tierra causado por actividades humanas a menudo desencadena estos eventos, como el comercio de vida silvestre u otras actividades que facilitan la transmisión de microorganismos de animales salvajes a humanos. Los científicos sugieren entonces que a medida que el cambio en el uso de la tierra se vuelva más intenso y extenso, aumentará el riesgo de brotes zoonóticos, así como de epidemias y pandemias futuras. Por ende, “diseñar estrategias de conservación y gestión de la tierra para limitar explícitamente los efectos de contagio es fundamental para afrontar el desafío de la prevención de pandemias a escala global”. (Puede ver: Hallan fósil de anfibio de 270 millones de años)
Los autores proponen una hoja de ruta para reducir la transmisión de patógenos de la vida silvestre a los humanos y otros animales a partir de una estrategia de conservación y restauración de la naturaleza. Antes de explicar las medidas, los investigadores explican que para que los virus pueden transmitirse de animales a humanos tienen que superar varias barreras. Estas barreras incluyen cómo están distribuidos los animales, la capacidad de defensa de los animales, cómo los humanos entran en contacto con el virus, la facilidad con la que el virus puede infectar a los humanos y la rapidez con la que se puede propagar entre las personas.
Las pandemias no suceden muy a menudo porque estas barreras son difíciles de superar. Pero algo sucediendo con un par de esas barreras. Los científicos explican que históricamente, los animales portadores de virus y las grandes poblaciones humanas vivían más separados. Sin embargo, el cambio en la forma en que se usa la tierra está provocando dos cosas: en primer lugar, cambios en el comportamiento de los animales, que incluye cómo se mueven y utilizan el espacio, así como los niveles de energía y estrés que experimentan. Estos cambios pueden influir en la capacidad de los virus para infectar y propagarse en los animales.
El cambio en el uso de la tierra también puede llevar a comportamientos humanos nuevos o diferentes que aumenten la exposición a los virus. Partiendo de esto, entonces, los científicos centran las contramedidas ecológicas en murciélagos, “ya que varias epidemias y pandemias importantes (por ejemplo, las causadas por el SARS-CoV-2, el virus del Ébola, el SARS-CoV-1, el MERS-CoV y el virus Nipah) tienen un origen evolutivo en los murciélagos (pero en particular, no causan enfermedades en los murciélagos reservorios)”. Sin embargo, dichas medidas, agregan, se pueden replicar en otros taxones hospedantes (grupos de organismos que pueden servir como hospederos que pueden ser portadores de virus y patógenos).
Las contramedidas que proponen los científicos se centran en acciones que protegen y restauran el hábitat de la vida silvestre o mitigan las interacciones entre la vida silvestre y los humanos para reducir el riesgo de derrame de patógenos. “Estas medidas están diseñadas estratégicamente para aumentar la resiliencia de las poblaciones hospedadoras de reservorios, reducir el estrés y la probabilidad de diseminación viral, prevenir cambios distributivos y proteger a las comunidades humanas vulnerables”, escriben en el artículo.
Esas estrategias se basan en el uso de la tierra: “En nuestra opinión, la estrategia más eficaz para reducir la probabilidad de otra pandemia es preservar los ecosistemas intactos y reforzar su resiliencia mediante la restauración y la creación de zonas de amortiguamiento”. El principal énfasis debería ser, dicen, mantener y mejorar la integridad y la resiliencia de los paisajes. (Puede ver :Miradas ecológicas a “La Vorágine”)
En esa línea, hay varias estrategias que proponen. En primer lugar, aseguran que la calidad de las áreas de alimentación afecta la salud de los animales y la probabilidad de que los humanos se contagien de enfermedades transmitidas por ellos. Entonces, proponen que en áreas naturales es importante conservar los ecosistemas para proteger a los animales y prevenir la transmisión de enfermedades.
En las áreas degradadas, los científicos proponen enfocarse en restaurar y conectar fuentes de alimentos clave para los animales durante tiempos difíciles y etapas de alta demanda de energía. Finalmente, en las áreas donde los humanos y los animales conviven se deben separar a los animales de las personas y preservar sus recursos alimenticios sin aumentar el contacto con las poblaciones humanas; y en las áreas urbanas planificar y restringir el acceso humano para evitar la invasión de hábitats de vida silvestre y proteger los recursos alimenticios de los murciélagos. (Puede ver: Se disparó el consumo de agua en Bogotá)
Proteger el lugar donde se posan los murciélagos (porque el estudio se centra en ellos, pero se puede extender a otras especies) es crucial para su bienestar y para prevenir la propagación de enfermedades. Los investigadores señalan que es importante proteger los refugios (los sitios donde los murciélagos duermen, se refugian, se aparean y crían a sus crías) para evitar perturbaciones y persecuciones que causen estrés a los murciélagos, debilitando sus defensas inmunológicas y aumentando el riesgo de contacto con humanos.
Esa protección implica establecer zonas de protección alrededor de ellos y posiblemente instalar barreras físicas para limitar el acceso humano. Finalmente, proteger a las personas en riesgo es una medida crucial para reducir la exposición a patógenos transmitidos por murciélagos u otros reservorios. Los investigadores señalan que para las comunidades que dependen de actividades como la recolección de guano, el turismo o el consumo de vida silvestre asociado a los murciélagos, es esencial adoptar prácticas seguras.
Esto último puede incluir medidas como restringir y regular el comercio de murciélagos, prevenir el contacto entre murciélagos y animales de granja, y tomar medidas para evitar la contaminación de alimentos por parte de los murciélagos. Los autores del estudio concluyen: “La actual confluencia de voluntad política, recursos y evidencia científica para la prevención primaria de pandemias brinda la oportunidad de incorporar contramedidas ecológicas en múltiples marcos políticos. Estas contramedidas pueden ayudar a prevenir pandemias, en parte, protegiendo y restaurando la naturaleza en todo el mundo”.